Después de una campaña de catorce meses en Trípoli, las fuerzas leales al Ejército Nacional Libio (LNA) están en retirada. Para aquellos que apoyan al gobierno reconocido por la ONU en Trípoli, esto debería servir como una gran noticia. Desde 2012, un vacío de poder ha consumido a Libia tras la caída del líder libio de muchos años, Muammar Gaddafi.
Ambos bandos de la guerra civil se ven a sí mismos como los verdaderos líderes de Libia. El Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) es el producto de un acuerdo de 2015 negociado por la ONU, conocido como el Acuerdo Político Libio. Este acuerdo fue considerado inaceptable por el vecino Egipto, que se origina en su historia política con los que componen el GNA.
El GNA tiene lazos históricos con el ala libia de la Hermandad Musulmana, la misma organización que participó en el derrocamiento del presidente egipcio Hosni Mubarak en 2011. En 2014, el ejército egipcio derrocó a la Hermandad Musulmana, convirtiéndola en ilegal, e instaló al General Abdel Fattah al-Sisi como presidente.
Egipto bajo Sisi está fuertemente invertido en el éxito del LNA. Aparte de los Emiratos Árabes Unidos, Egipto es el más comprometido partidario de Khalifa Haftar y el LNA. Consideran cualquier avance del LNA como una amenaza directa a su frontera occidental. Sisi declaró una “línea roja” en Libia, anunciando que las tropas egipcias podrían ser enviadas a Libia si el GNA entra en el territorio de Sirte en el este o de Jufra en el sur. Sirte tiene un valor simbólico ya que es la ciudad natal de Gadaffi.
El GNA considera los comentarios de Sisi como hostiles y no tiene planes de echarse atrás. El respaldo de Turquía al GNA es lo que ha llevado a esta encrucijada. A principios de este año, Turquía firmó varios acuerdos con el GNA, enviando drones y suministros. Si las tensiones no se rompen pronto, corremos el riesgo de un conflicto directo entre las fuerzas turcas y egipcias en Libia. Sisi propuso un alto el fuego, pero el GNA lo rechazó, afirmando que liberarán a toda Libia. Al oeste, Argelia ha adoptado una postura neutral, ofreciendo acoger las conversaciones de paz. El GNA ve la neutralidad de Argelia como un respaldo a lo que ellos llaman un intento de golpe de estado.
Haftar y el GNA tuvieron varias oportunidades de aceptar un alto el fuego durante su campaña en Trípoli. Se excedieron en el juego, lo que hizo que Turquía irrumpiera para salvar a sus aliados en la capital. El GNA echó a las fuerzas de Haftar de las afueras de Trípoli y de la fortaleza del LNA de Tarhuna.
El GNA no tiene interés en cancelar la lucha ya que parece que tienen al LNA contra las cuerdas. Hay que señalar que el LNA todavía tiene el control de los campos petrolíferos de Libia, ahí reside la verdadera autoridad del país. El petróleo es el alma de la economía libia; sin esas reservas, el LNA no puede tener un reclamo legítimo de poder.
La incapacidad del LNA para frenar las fuerzas del GNA pone en peligro a toda la región. Una cosa era que el LNA tuviera al GNA rodeado en un constante estancamiento. Ahora, Egipto, Rusia y los Emiratos Árabes Unidos no pueden sentarse a ver como sus inversiones se incendian. La línea roja de Sisi no debe tomarse a la ligera. Si Egipto envía tropas a Libia para hacer cumplir una línea roja que está a 1.000 km. de su frontera, el GNA ha declarado que están preparados para atacar.
Egipto está empeñado en asegurar que los restos de la Primavera Árabe no se acerquen a sus fronteras. El mes pasado, Rusia redujo la presencia de mercenarios rusos dentro del país, para transmitir su decepción con el GNA. Esto llega cuando los informes indican que los antiguos mercenarios sirios han llegado a Libia por una mejor paga.
La comunidad internacional se está cansando de este conflicto. Tanto EE.UU. como Rusia se han hecho eco de los llamamientos de la ONU para una solución política a la lucha. No está claro si una solución política es viable en una guerra civil en la que ambas partes creen que la otra no tiene derecho. Nadie quiere que Libia se convierta en la próxima Siria, pero ese barco parece haber zarpado ya.
Incluso si un lado logra salir victorioso, es difícil imaginar la estabilidad en el futuro de Libia. Este conflicto tiene a la comunidad mundial al borde de su asiento, ya que el más mínimo avance podría forzar un fuerte aumento de la lucha. Todo lo que podemos hacer ahora es esperar a ver si Sisi cumple su palabra.