La condena de un terrorista de alto nivel de Hezbolá por el asesinato del Primer Ministro libanés, Rafik Hariri, ha proporcionado al pueblo libanés, que se encuentra en una situación difícil, una prueba irrefutable de la influencia maligna que Irán ejerce sobre su sistema político.
Tras una investigación que ha durado más de un decenio y que ha costado la asombrosa suma de mil millones de dólares, el Tribunal Especial para Líbano, el órgano patrocinado por las Naciones Unidas encargado de enjuiciar a cuatro sospechosos de Hezbolá acusados de haber asesinado al Sr. Hariri en un atentado con coche bomba en Beirut en el 2005, ha dictado finalmente su sentencia.
El tribunal llegó a la conclusión de que Salim Jamil Ayyash, un comandante superior de 56 años de Hezbolá, era culpable de todos los cargos de participación en el atentado con coche bomba, en el que murieron otras 21 personas.
En Líbano existía cierto grado de frustración por el hecho de que el Tribunal no pudiera llegar a un veredicto de culpabilidad sobre los otros tres acusados de Hezbolá que también fueron juzgados por el asesinato del Sr. Hariri.
Un factor crucial que contribuyó a la decisión del Tribunal fue la negativa tanto de los dirigentes de Hezbolá, respaldados por el Irán, como del régimen del presidente Bashar Al-Assad en la vecina Siria, a cooperar con la investigación.
En consecuencia, el Tribunal no pudo encontrar ninguna prueba de que los dirigentes de Hezbolá y Siria fueran directamente cómplices del asesinato del Sr. Hariri, a pesar de que la mayoría de los libaneses creen que se llevó a cabo como represalia por sus intentos de poner fin a la participación de Hezbolá en la política libanesa.
La negativa de Hezbolá y Siria a cooperar también significó que el juicio tuvo que celebrarse en ausencia, ya que ninguno de los acusados estaba dispuesto a asistir a la audiencia, por lo que es muy improbable que Ayyash cumpla su condena, a pesar de que ha sido declarado culpable de llevar a cabo uno de los crímenes más devastadores de la historia moderna de Líbano.
No obstante, el hecho de que un alto comandante de Hezbolá haya sido declarado culpable de asesinar a uno de los políticos libaneses más prominentes elegidos democráticamente plantea serias dudas sobre el futuro papel de Hezbolá, así como de los patrocinadores iraníes y sirios de la organización, en la política libanesa.
Hablando poco después de que se anunciara el veredicto, Bahaa Hariri, el hijo mayor del primer ministro asesinado, me dijo que la conclusión del juicio debería resultar en la completa exclusión de Hezbolá de la política libanesa.
“Hezbolá no tiene cabida en el futuro de Líbano”, manifestó el Sr. Hariri, que ha iniciado una campaña en favor de una nueva constitución libanesa destinada a poner fin a las antiguas divisiones sectarias del país. También insiste en que las potencias malignas como Irán ya no deben controlar el destino de Líbano.
“Hezbolá no puede y no hace nada sin la opinión de sus amos extranjeros”, añadió. “El nuevo Líbano debe ser un país neutral. La única manera de que esto ocurra es que Hezbolá sea eliminado. Han tenido su oportunidad y, si no han cumplido con Líbano hasta ahora, no lo harán en el futuro. Nadie con sangre en sus manos puede ocupar un cargo político en Líbano”.
El reto ahora para el Sr. Hariri y otros libaneses de persuasión política moderada es montar un desafío efectivo contra la posición dominante de Hezbolá en Líbano. Se trata de una medida que supondría un desafío importante, habida cuenta de la enorme inversión que Irán ha hecho durante varios decenios en la construcción de la infraestructura terrorista de Hezbolá, especialmente en el sur de Líbano, donde la milicia representa una amenaza constante para la seguridad de Israel.
La campaña del Sr. Hariri para que Líbano ponga fin a la injerencia de Irán y Hezbolá en el sistema político del país se verá sin duda favorecida por el material condenatorio que surgió del juicio sobre los vínculos de la organización con Siria e Irán.
Se reveló, por ejemplo, que Ayyash, además de ser un alto comandante de Hezbolá, es también el cuñado de Imad Mugniyeh, el notorio cerebro terrorista de Hezbolá responsable, entre muchas otras atrocidades, de los ataques con camiones bomba contra la Embajada de los Estados Unidos y el cuartel general de la Marina en Beirut a principios de los años ochenta.
Mugniyeh, que desempeñó un papel decisivo en el establecimiento del ala militar de Hezbolá, tuvo una presencia constante tanto en Teherán, donde trabajó en estrecha colaboración con altos miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, como el comandante de la Fuerza Quds, Qassem Soleimani, como en Damasco, donde vivió con su familia hasta que murió a causa de un ataque israelí con misiles en el 2008.
Además, Ayyash estaba emparentado por matrimonio con Mustafa Badreddine, otro alto comandante de Hezbolá que fue acusado originalmente junto con Ayyash y los demás acusados de Hezbolá por el tribunal, aunque los cargos se retiraron más tarde después de que Badreddine muriera luchando por el régimen de Assad en Siria en el 2016.
El hombre condenado por el asesinato del Sr. Hariri, por lo tanto, no es un comandante ordinario de Hezbolá, sino alguien que opera en los más altos niveles de la organización, hecho que debería ayudar enormemente en la próxima batalla de Líbano para librarse de la influencia maligna que Hezbolá y sus pagadores iraníes han ejercido sobre la fortuna del país.