La disculpa del viernes de Estados Unidos por el ataque con drones que mató a 10 civiles inocentes en Afganistán el mes pasado fue una rara admisión de un error mortal y perjudicial.
Para una familia que aún se recupera de la pérdida, no fue suficiente.
“Nadie se ha puesto en contacto con nosotros para disculparse”, declaró el sábado a NBC News Emal Ahmadi, cuya pequeña Malika se encontraba entre los siete niños muertos en el bombardeo del 29 de agosto.
Ahmadi se mostró sorprendido al escuchar que Estados Unidos había emitido una disculpa pública por el incidente, ya que aún no había escuchado quién era el responsable.
Sin embargo, también dijo que una disculpa no sería suficiente. “He perdido a 10 miembros de mi familia y Estados Unidos debería pagar”, dijo. “(Estados Unidos) debería indemnizarnos y trasladarnos fuera de Kabul”.
“En un minuto (hemos) perdido todo”, dijo Yusuf, de 31 años. “¿Qué dolor va a curar esta disculpa?”. Pero, añadió, “no tenemos otra opción que ésta”.
También dijo que su familia temía que los talibanes le atacaran después de que hablara de su situación, lo que les llevó a la desesperación por abandonar Kabul.
Tanto Yusuf como Ahmadi dijeron que, si se les diera la oportunidad, seguirían queriendo huir a Estados Unidos, a pesar del papel de ese país en la devastación de su familia. “No tenemos otra opción en esta situación”, dijo Yusuf.
Pero primero, dijo, los funcionarios estadounidenses deberían llamar directamente a sus familiares y “pedir disculpas (a) la madre de cada niño” que murió en el ataque.
El Pentágono ha asumido la responsabilidad
El general Kenneth McKenzie, jefe del Mando Central de Estados Unidos, asumió el viernes toda la responsabilidad por lo que calificó de “error” devastador.
Al relatar cómo se llevó a cabo el ataque con aviones no tripulados en las caóticas horas posteriores al mortífero atentado suicida en el aeropuerto de Kabul, McKenzie dijo que la operación tenía como objetivo prevenir nuevos ataques.
En los días siguientes, añadió, Estados Unidos determinó que era “poco probable que… los muertos estuvieran vinculados al ISIS-K”.
Esta admisión era inicialmente todo lo que la familia Ahmadi quería después de que sus nombres fueran inesperadamente vinculados al ISIL-K tras el devastador ataque con drones.
El día del suceso mortal, Zamarai Ahmadi, primo del Sr. Ahmadi, empleado de una organización sin ánimo de lucro con sede en Estados Unidos que lucha contra la desnutrición en el país, acababa de llegar a casa cuando su hijo menor, Farzad, de 13 años, salió corriendo a recibirlo.
Farzad había aprendido a conducir recientemente y quería ayudar a aparcar el coche de su padre, pero éste fue alcanzado por un avión no tripulado estadounidense, matando a padre e hijo, así como a otros ocho miembros de la familia.
Una investigación del New York Times reveló que algunas de las actividades cotidianas de Ahmadi el día del ataque pueden haber sido malinterpretadas por los militares estadounidenses, que confundieron botes de agua con explosivos.