Casi una década después del derrocamiento del dictador libio Moammar Ghadhafi, Libia sigue siendo un caos. Tras los recientes acontecimientos, Libia se convertirá en un campo de batalla entre Egipto y Turquía, cuya rivalidad tiene sus raíces en la Primavera Árabe. En Libia, el Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA), reconocido por las Naciones Unidas, cuenta con el respaldo de Turquía debido a la presencia de la ideología de la Hermandad Musulmana dentro del gobierno, y el Ejército Nacional Libio (LNA) cuenta con el respaldo de Egipto, ya que plantea una alternativa a los elementos islamistas en la capital libia, Trípoli. Aunque el conflicto en Libia tiene múltiples dimensiones y numerosos actores, la rivalidad entre Turquía y Egipto está a punto de tomar protagonismo.
Declaración de Egipto
El desdén del presidente Abdel Fattah al-Sisi por el GNA no puede ser captado únicamente a través de la lente tradicional de la política de Estado. En cambio, debe ser examinado a través de las circunstancias que impulsaron a Sisi a la presidencia egipcia. La primavera árabe en Egipto fue testigo del derrocamiento del presidente Hosni Mubarak y de la elección del presidente Mohammad Morsi, que fue respaldado por la Hermandad Musulmana. En 2013, el ejército egipcio derrocó a Morsi e instaló la actual administración, que a su vez designó a la Hermandad Musulmana como organización terrorista y obligó a muchos de sus miembros a exiliarse en Turquía. Mientras se producían estos disturbios en Egipto, el presidente Erdogan seguía apoyando a la Hermandad Musulmana y la ideología islamista del grupo.
Para Sisi, el apoyo de Turquía a la Hermandad Musulmana en Libia reabrió viejas heridas. El presidente egipcio tuvo la oportunidad de intervenir por parte del LNA cuando el general Haftar rechazó el mandato del Congreso Nacional dominado por la Hermandad Musulmana y formó su propio gobierno rival, allanando el camino a la actual guerra civil. Inicialmente, el LNA encontró el éxito, apoderándose de los principales campos de petróleo en las regiones orientales del país y empujando al GNA de vuelta a su fortaleza de Trípoli. Y así Egipto se contentó con el estado del conflicto: el LNA sirviendo como amortiguador entre Egipto y los islamistas del GNA.
Sin embargo, tras la fallida ofensiva del LNA en Trípoli y el aumento de la participación turca en el conflicto, el presidente Sisi amenazó con intervenir en la guerra civil de Libia. Esta intervención solo se produciría si el LNA y Turquía se apoderaban de la ciudad de Sirte y de la base aérea de Al-Jufra. Estos sitios son las últimas posiciones defensivas que el GNA puede tomar ante una serie de yacimientos petrolíferos. La amenaza llega después de un intento fallido de Egipto de arbitrar las negociaciones, pero Turquía y el GNA nunca correspondieron a sus intereses. El desinterés de Turquía en la negociación y una mayor presencia turca en Libia indica a Egipto que una solución política no está en la agenda del presidente Erdogan.
El polvorín libio
Tras la visita del Ministro de Defensa Hulusi Akar a Libia, surgieron informes de una presencia permanente de Turquía en la base aérea de Al-Watiyah, lo que indica los esfuerzos por profundizar aún más la influencia turca en la región. Turquía desplegó entonces un sistema de defensa aérea MIM-23 Hawk el 3 de julio. En respuesta, una aeronave emiratí estacionada en Egipto aparentemente realizó un ataque a la base, destruyendo los sistemas de defensa aérea mencionados. El ataque no causó ninguna baja, pero obstaculizó gravemente las operaciones turcas en Libia.
A las pocas horas del ataque, el GNA se comprometió a responder. El 6 de julio, Turquía designó como objetivo militar la base aérea de Al-Jufra, propiedad del Ejército Nacional de Liberación, y el punto estratégico designó una “línea roja” para la intervención egipcia. La designación de la base como objetivo militar por parte de Turquía indica un desprecio por la propia “línea roja” de Sisi y señala una posible escalada de lo que ha sido esencialmente una guerra indirecta en un enfrentamiento directo entre Turquía y Egipto.
A pesar de las amenazas de intervención de Egipto, Turquía y el GNA tienen todas las razones para tomar Sirte y la base aérea de Al-Jufra, ya que su incautación ayudaría a poner fin a un paralizante embargo de petróleo impuesto por el LNA para privar al GNA de ingresos esenciales. Por el contrario, Egipto tiene todas las razones para cumplir con su propia amenaza. Si el GNA avanza en Sirte, las fuerzas de Haftar se retiran una vez más, acercando el GNA a la victoria y acercándolo cada vez más a las fronteras de Egipto.
Tras el ataque a la base aérea de Al-Watiyah, parece que la solución política no está sobre la mesa y el conflicto está destinado a intensificarse aún más. El compromiso de Turquía de tomar represalias por el ataque a Al-Watiyah acercará al país a la “línea roja” de Sisi y a la confrontación directa con Egipto. Cualquier solución militar podría llevar años, ya que ambas partes aún no han mostrado ningún signo de retroceso. La comunidad internacional contiene su aliento esperando lo que viene, pero no contenga el suyo.