El 3 de diciembre tuvo lugar una tormentosa manifestación ante la sede de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) en La Haya. Entre 40 y 50 manifestantes, la mayoría kurdos, fueron detenidos. Los manifestantes exigían que la OPAQ investigara las acusaciones de uso de armas químicas por parte de las fuerzas turcas contra combatientes kurdos en el norte de Irak. Las detenciones se produjeron después de que los manifestantes consiguieran burlar la seguridad e intentaran entrar en las oficinas de la OPAQ.
La protesta formaba parte de un esfuerzo continuado de los kurdos y sus partidarios por llamar la atención internacional sobre las denuncias de uso continuado por parte de las fuerzas turcas en el norte de Irak de sustancias químicas prohibidas contra combatientes del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán).
Los ataques se habrían producido en el marco de la operación militar turca en el norte de Irak, denominada “Operación Relámpago”, que comenzó el 23 de abril de este año. Esta operación, centrada en las regiones de Metina, Zap y Avashin-Basyan de las gobernaciones de Duhok y Erbil, es un esfuerzo por asegurar una zona de control turco de facto que bloquee la zona de control kurda en Siria desde el corazón del PKK en las montañas de Qandil del noreste de Irak.
¿Cuál es la naturaleza de estas acusaciones? Un informe de finales de octubre en el sitio web pro-kurdo ANF News citaba las afirmaciones del PKK sobre una campaña sistemática de uso de armas químicas en la zona de combate. La organización afirmó que en los primeros seis meses de la operación se produjeron 323 ataques con armas químicas. El primer uso, según el informe, fue en la zona de Gare en febrero de 2021, antes del lanzamiento de la ofensiva principal. En este ataque, se afirma que murieron seis combatientes. Otros 32 combatientes, según el informe, murieron posteriormente en ataques con armas químicas en Avashin, Metina y Zap. Así que, según las afirmaciones kurdas, 38 combatientes en total han muerto por el uso de armas químicas en los primeros seis meses de la Operación Relámpago.
¿Qué pruebas se han ofrecido en apoyo de las alegaciones? La KCK (Unión de Comunidades Kurdas), un organismo kurdo con sede en Europa, ha difundido un vídeo que muestra lo que dice que son las consecuencias de un ataque químico en la región de Avashin, en la provincia de Duhok, el 3 de mayo de 2021. El clip, que según el portavoz de la KCK, Zagros Hiwa, había circulado previamente en grupos de Whatsapp nacionalistas turcos, muestra los cuerpos de tres combatientes del PKK, sin heridas aparentes, tras ser arrastrados desde una cueva por soldados turcos.
ANF también ha publicado un vídeo adicional que muestra lo que afirma ser imágenes de un gas utilizado por las fuerzas turcas el 8 de junio contra los túneles de los combatientes kurdos en la zona de Werxele. Otro vídeo, que también parece mostrar el uso de algún tipo de gas, fue difundido por el medio prokurdo Medya News el 10 de octubre de 2021.
Además, han circulado testimonios de combatientes del PKK que sobrevivieron a lo que describen como un ataque químico de las fuerzas turcas.
Estos relatos no son, por sí solos, suficientes para demostrar la exactitud de las afirmaciones sobre el uso de armas químicas. Turquía rechaza enérgicamente las acusaciones. En noviembre, el ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, rechazó la idea de que Ankara posea armas de este tipo. “No hay en absoluto, y de ninguna manera, armas químicas en el inventario de las TAF (Fuerzas Armadas Turcas)”, dijo Akar, según un informe del sitio de noticias turco Arti Gercek. “Es muy fácil seguir de dónde se sacan las armas químicas y a dónde se llevan. Tales acusaciones se repiten periódicamente para empañar la lucha contra el terrorismo, que se lleva a cabo de forma honorable y transparente”.
Turquía es signataria de la Convención sobre Armas Químicas de 1997, que prohíbe el uso, el desarrollo “el almacenamiento y la transferencia de armas químicas”.
A pesar de esta negación, acusaciones similares han resurgido repetidamente en las últimas dos décadas sobre el supuesto uso de armas químicas por parte de Turquía contra los kurdos. En 2019, una investigación de la OPAQ sobre las acusaciones de que se habían utilizado en la zona de Ras al Ain/Sere Kaniye, en el norte de Siria, fue abandonada después de que los funcionarios de la OPAQ concluyeran que la sustancia utilizada era “probablemente” fósforo blanco, una sustancia no clasificada como arma química ni prohibida para su uso por los ejércitos en combate.
Por su parte, Murat Karayilan, un alto cargo del PKK, ha nombrado el gas nervioso Tabun, la cloropicrina (también conocida como “cruz verde”) y el gas mostaza como las sustancias que su organización afirma haber utilizado el ejército turco en el transcurso de los recientes combates en el norte de Irak.
Pero aunque en este momento no se pueden sacar conclusiones sobre la veracidad de estas afirmaciones, la cuestión de fondo es si se van a investigar. Las voces kurdas reclaman una investigación independiente de la OPAQ o de la ONU en el norte de Irak para examinar la cuestión de forma independiente. Nilufer Koc, funcionario del KNK con sede en Europa, declaró a The Jerusalem Post que “pedimos a la OPAQ que cumpla con su obligación e investigue inmediatamente el uso de armas químicas sobre el terreno”.
A finales de noviembre se puso en marcha una nueva iniciativa con base en Europa, autodenominada “Coalición contra las Armas Químicas en el Kurdistán”, con la intención de organizar una delegación de alto nivel que incluya expertos médicos para visitar la región y reunir pruebas.
Las respuestas oficiales a las acusaciones siguen siendo extremadamente cautelosas, y no parece inminente ninguna iniciativa importante apoyada por el Estado. Lord Ahmad, ministro de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores británico, respondió a una pregunta sobre este tema en el Parlamento británico el 17 de diciembre señalando que el gobierno británico estaba “vigilando las recientes acusaciones de uso de armas químicas en el norte de Irak”. Continuó describiendo las acusaciones como “sin fundamento”.
En respuesta, fuentes kurdas dijeron al Jerusalem Post que es probable que esas acusaciones sigan sin fundamento al no haber ningún esfuerzo por corroborarlas. Sin embargo, parece poco probable que en un futuro próximo surja alguna iniciativa importante para investigar estas acusaciones. Para que esto ocurra, sería necesaria la presión de un Estado o una alianza de Estados en los organismos internacionales. El PKK, contra el que Turquía está comprometida en el norte de Irak, sigue siendo una organización proscrita en la lista de grupos terroristas tanto de Estados Unidos como de la UE. Un vistazo al historial de los últimos años indica que las respuestas a las acusaciones de este tipo están en función de los intereses políticos y de la intermediación del poder, más que de cualquier principio jurídico abstracto. El régimen de Saddam Hussein en Irak, que mató a 5.000 ciudadanos kurdos en la ciudad kurda iraquí de Halabja en 1988, no pagó en su momento ningún precio por este acto. Sólo más tarde, después de que el dictador iraquí invadiera Kuwait, el asunto de su uso de armas químicas se hizo ampliamente conocido.
El régimen de Assad en Siria, tras ignorar un ultimátum de Estados Unidos contra el uso de armas químicas en 2013, pagó un precio poco sustantivo por su posterior empleo de gas sarín. La OPAQ confirmó el uso de sarín por parte de Assad en varias ocasiones en el transcurso de la guerra civil siria. La ausencia de voluntad estadounidense e internacional para hacer cumplir la “línea roja” de Estados Unidos la dejó vacía de contenido.
Estos dos precedentes parecen indicar que la verdad de lo ocurrido en los últimos meses en Metina, Zap y Avashin parece que por el momento va a quedar inexplorada, al menos por los organismos oficiales. El papel de Turquía como miembro de la OTAN, aliado de EE.UU. y, sobre todo, como potencial expedidor de migrantes hacia las costas europeas parece garantizarlo. Las protestas kurdas contra este estado de cosas, mientras tanto, parecen continuar.