El 30 de octubre de 1967 marcó un hito en la historia de la vigilancia aérea cuando un avión espía A-12 “Oxcart”, operado por la CIA, sobrevoló Hanoi, Vietnam, a una altitud impresionante de ochenta y cuatro mil pies.
Este aparato, predecesor directo del famoso SR-71 Blackbird, alcanzó velocidades superiores a Mach 3, literalmente más rápido que una bala de rifle, mientras su equipo de imagen de alta resolución capturaba vastas extensiones del territorio enemigo y más de 190 emplazamientos de misiles tierra-aire S-75 soviéticos.
Operación Alto Vuelo: La misión aérea que desafió a Hanoi
El piloto a cargo, Dennis Sullivan, antes había completado cien misiones de combate en Corea a los mandos de un F-80 Starfighter para la Fuerza Aérea de EE. UU. No obstante, en esta misión, Sullivan no se consideraba un aviador militar en el sentido tradicional, ya que había sido transferido temporalmente a la CIA para pilotar esta maravilla tecnológica.
Armado solo con su ingenio y un traje espacial refrigerado para combatir las temperaturas extremas dentro de la cabina, causadas por la fricción a altas velocidades, enfrentó un entorno hostil en solitario.
Durante su misión, los sistemas de alerta de Sullivan se activaron al detectar que había sido rastreado por los radares enemigos, específicamente por el sistema vietnamita Fan Song, aunque en esa instancia no se lanzaron misiles contra él.
Después de completar su primera pasada y recibir reabastecimiento aéreo en Tailandia, Sullivan se adentró nuevamente en territorio hostil para su segunda ronda, esta vez siendo blanco de un ataque con misiles.
Relatando el evento años después, Sullivan describió una experiencia casi cinematográfica: vio cómo un misil de 10,5 metros de largo pasaba alarmantemente cerca, a solo doscientos metros de su posición.
A pesar de la amenaza inminente, continuó su vuelo, observando posteriormente, a través del periscopio retrovisor, cómo cuatro misiles seguían su estela antes de alcanzar una altitud de 90-95,000 pies y reorientarse hacia él en formación, un testimonio del peligro que conllevaba su crucial misión de recolección de inteligencia.
Desafío estratosférico: el duelo aéreo sobre Vietnam del Norte
Con una capacidad oficial de alcanzar Mach 3.2, el A-12 desafió los límites de la velocidad aérea durante la Guerra de Vietnam.
Sin embargo, los misiles S-75 Dvina, dirigidos hacia Sullivan, ostentaban una velocidad aún mayor, de Mach 3.5, presentando un desafío formidable. La agilidad de estos misiles en altitudes elevadas sorprendió a Sullivan, quien observó cómo se aproximaban con una precisión mortífera, detonando en gigantescas esferas de fuego y humo a escasos metros de su aeronave.
Los misiles estaban equipados con ojivas de 440 libras, capaces de destruir aviones en un radio de 65 metros. No obstante, en las capas más tenues de la atmósfera, los escombros podían dispersarse hasta cuatro veces esa distancia, ampliando significativamente el área de riesgo.
A pesar de las adversidades, Sullivan logró esquivar la amenaza y regresó triunfante a la Base Aérea de Kadena. El intenso calor y la fricción del vuelo a Mach 3 no solo calentaron el fuselaje hasta el punto de ser intocable durante varios minutos después del aterrizaje, sino que también sometieron a Sullivan a extremas condiciones físicas, causándole una pérdida promedio de cinco libras de peso corporal por misión.
El debriefing post-misión tomó un giro inesperado cuando los mecánicos presentaron a Sullivan fragmentos de metal del cono de un misil S-75, hallados incrustados en la estructura de su avión, un mudo testigo de la cercanía mortal del encuentro.
Además, el análisis posterior de las imágenes tomadas por Sullivan reveló la presencia de seis misiles S-75 ascendiendo hacia él, un dato que subrayó aún más la peligrosidad y la importancia crítica de estas misiones de reconocimiento.
El crepúsculo del A-12: su breve pero crucial papel en la inteligencia aérea
La flota de A-12, compuesta por doce aviones de reconocimiento ultrarrápidos, enfrentó una corta vida operativa tras su debut en 1962.
Los incidentes sufridos por los U-2 sobre territorio enemigo hicieron que Washington reconsiderara los riesgos asociados con los sobrevuelos de áreas altamente vigiladas, especialmente sobre la Unión Soviética, limitando así el ámbito de acción para el cual el A-12 había sido originalmente concebido.
Paralelamente, la Fuerza Aérea de Estados Unidos impulsaba el desarrollo del SR-71 Blackbird, una versión ampliada y técnicamente avanzada del A-12, que, tras una evaluación en noviembre de 1967, fue considerada más apta para cumplir con las demandas operativas futuras.
Este giro en la preferencia por el SR-71 marcó el inicio del proceso de desactivación de la flota A-12, ante la imposibilidad presupuestaria de mantener en paralelo dos programas de aeronaves tan similares.
A pesar de su marcado destino hacia la obsolescencia, el A-12 desempeñó un papel fundamental durante un breve periodo, llenando un vacío crítico en la recolección de inteligencia fotográfica en Asia.
Entre el 31 de mayo de 1967 y el 8 de marzo de 1968, en el marco de la operación Black Shield, pilotos al servicio de la CIA ejecutaron veintinueve misiones de espionaje sobre territorios clave como Camboya, Corea del Norte y Vietnam.
Estas operaciones, lanzadas desde la Base Aérea de Kadena en Okinawa, contaron con el apoyo de un despliegue de más de 250 especialistas en logística y mantenimiento, demostrando la capacidad del A-12 para proporcionar información valiosa en momentos críticos, aun cuando su tiempo en el teatro operativo mundial fue limitado.
El fin de una era: La odisea de la guerra del A-12
La preocupación del presidente Lyndon B. Johnson por el potencial armamentístico de Vietnam del Norte, especialmente por la adquisición de misiles tierra-tierra (SSM) dirigidos hacia el sur, marcó el inicio de una serie de misiones críticas llevadas a cabo por los A-12.
El 31 de mayo de 1967, bajo condiciones adversas, Mele Vojvodich despegó hacia el norte de Vietnam, logrando capturar con su cámara imágenes reveladoras que, tras ser analizadas meticulosamente tras su desarrollo en Kodak, Rochester, Nueva York, descartaron la presencia de SSM en Hanoi.
Este hallazgo, ratificado por misiones subsecuentes, desempeñó un papel crucial en la estrategia de intervención de EE. UU. en la guerra vietnamita, influyendo directamente en las decisiones de LBJ sobre la conducción de ataques aéreos.
A pesar de sus capacidades avanzadas, los A-12 nunca lograron eludir completamente los radares soviéticos, lo que evidenció las limitaciones de su tecnología de sigilo. Incidentes como el ataque con misiles S-75 a un A-12 pilotado por Miller el 28 de octubre y otro ataque similar días después, subrayaron la vulnerabilidad de estas aeronaves ante la defensa antiaérea enemiga, lo que llevó a una suspensión temporal de las misiones Black Shield.
El incidente del USS Pueblo el 23 de enero de 1968, capturado por fuerzas norcoreanas, amplió el escenario operativo de los A-12 hacia Corea del Norte, en un esfuerzo por evaluar la situación y anticipar posibles escaladas militares.
Las imágenes recabadas por Jack Weeks el 26 de enero fueron determinantes para descartar una movilización bélica por parte de Pyongyang, orientando a Johnson hacia soluciones diplomáticas. Los A-12 realizaron misiones adicionales sobre Corea del Norte, vigilando los desarrollos en torno al USS Pueblo, hasta que un trágico accidente el 5 de junio, que se saldó con la pérdida del piloto Jack Weeks, y la posterior última misión de un A-12 marcaron el cierre operativo de esta flota.
La tensión vivida por Sullivan en Vietnam resalta la fortuna de que los sobrevuelos de A-12 no se extendieran sobre la Unión Soviética, evitando así riesgos mayores asociados a la avanzada defensa aérea soviética.
La transición hacia la adquisición de inteligencia a través de satélites y UAV marca una evolución en las técnicas de espionaje, relegando las audaces misiones de los A-12 a la historia.