En el contexto del reciente sismo en Taiwán, ocurrido el 3 de abril, se activó una señal de alarma por tsunami, catalizando un espectáculo poco común: la movilización de los cazas F-15J pertenecientes a la Base Aérea Naha de la Fuerza de Autodefensa Aérea de Japón (JASDF) hacia ubicaciones más seguras, empleando incluso vías de circulación civiles. Este desplazamiento táctico, más allá de su naturaleza extraordinaria, resaltó la intensidad del evento natural.
La operación de traslado fue documentada detalladamente a través de fotografías difundidas por la cuenta oficial de la base aérea de Naha de la JASDF, donde se observa a los F-15 ubicados estratégicamente en áreas no destinadas a fines militares. Frente a la amenaza del tsunami, consecuencia del terremoto, se adoptó esta medida preventiva con el objetivo de salvaguardar estas aeronaves de gran valor ante los posibles estragos del fenómeno sísmico.
A raíz de la alerta de tsunami del 3 de abril, los portavoces de la Base Aérea de Naha detallaron su plan de acción inmediato, declarando: “Realizamos una evaluación expedita de los daños en la región de Sakishima y, paralelamente, procedimos a reubicar nuestros cazas F-15 y vehículos a elevaciones superiores para asegurar nuestros activos esenciales”, según se recoge en el comunicado oficial de la instalación.
Operación de protección contra riesgos naturales aéreos en Naha
Al profundizar en el compromiso con la defensa del territorio suroeste, la base enfatizó: “Nuestras aeronaves y equipos se encuentran en un estado constante de vigilancia y mantenimiento, preparados para enfrentar cualquier contingencia”. Este nivel de preparación y la presencia de cazas de última generación destacan significativamente la relevancia estratégica de la Base Aérea de Naha en el esquema de seguridad nacional.
Situada a orillas del Mar de China Oriental, en el extremo meridional de la isla de Okinawa, la Base Aérea de Naha cumple una función vital en la estructura de defensa de Japón. A pesar de que solamente una porción de los F-15J es visible en las imágenes divulgadas, es crucial subrayar que la instalación acoge dos escuadrones de estos F-15J, sumando un total aproximado de 40 formidables guardianes del cielo.
La escena de cazas de combate apostados a lo largo de arterias urbanas, aunque insólita, resalta un punto crucial: los aviones permanecieron dentro del perímetro de la base aérea, siendo reasignados a distintas dependencias situadas a resguardo de las áreas comunes de operaciones.
El reciente sismo en Taiwán nos sirve de nuevo como severo recordatorio de la susceptibilidad del arsenal militar ante los embates naturales. En respuesta a este evento, la Fuerza Aérea de Taiwán reportó daños menores en seis de sus aviones F-16, estacionados en la Base Aérea de Hualien.
Resulta digno de mención el enfoque proactivo de las fuerzas armadas japonesas ante siniestros de tal magnitud. Historialmente, han implementado medidas precautorias, tales como el traslado de aeronaves a zonas elevadas y seguras, anticipándose a los potenciales estragos de tsunamis y similares, estableciendo así un precedente en la planificación defensiva ante desastres naturales.
Aplicación de medidas de prevención posteriores a catástrofes para aeronaves militares
En respuesta a catástrofes anteriores, se han adoptado tácticas preventivas para proteger el parque aéreo militar de daños irreparables, especialmente en la estela de desastres naturales de gran envergadura. Un caso emblemático fue el del Gran Terremoto y Tsunami del Este de Japón en 2011, evento tras el cual varios aviones militares, incluidos los Mitsubishi F-2, experimentaron daños considerables, con algunos quedando irremediablemente destruidos.
La gravedad de los perjuicios ocasionados obligó a someter a muchas de estas aeronaves a procesos de reparación exhaustivos y extensos, los cuales demandaron años hasta lograr su restauración completa a la condición de operatividad.
En el ámbito defensivo de Japón, los F-15 ocupan una posición clave en la custodia de las fronteras nacionales frente a amenazas extranjeras, destacando su rol en la interceptación de incursiones aéreas rusas y chinas. Estos aviones de combate de alta competencia se erigen como baluartes en la defensa de la integridad territorial japonesa, fungiendo como un poderoso disuasivo ante cualquier incursión aérea no autorizada o acciones hostiles.
La estación de fuerzas aéreas estadounidenses en la región añade un nivel suplementario de seguridad, particularmente con el destacamento rotatorio de cazas basados en la Base Aérea de Kadena, en Okinawa. La práctica estadounidense de desplegar un contingente de F-15C/D Eagles en Kadena ha sido una piedra angular en la estrategia de defensa de la zona.
Sin embargo, como resultado de una revisión estratégica divulgada a finales de 2022, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF) optó por finalizar su asignación fija de F-15C/D Eagles en dicha base. Posteriormente, la USAF ha priorizado una política de despliegues rotativos, recurriendo a una diversidad de cazas para sustentar la capacidad combativa y la vigilancia estratégica de la instalación.
Despliegue del F-22 Raptor en Kadena: Un salto cuántico en capacidad aérea
La Fuerza Aérea de los Estados Unidos [USAF] ha marcado un hito significativo al estacionar los avanzados cazas F-22 Raptor en su instalación de Kadena, en Okinawa, Japón. Con la llegada de estas aeronaves el 28 de marzo de 2024, operadas por los escuadrones de cazas 19º y 199º, se ha dado un paso crucial para amplificar la eficacia en combate aéreo de la región, estratégicamente descrita como la “piedra angular del Pacífico”.
Esta maniobra está meticulosamente alineada con las iniciativas de otros actores fundamentales, abarcando el despliegue de aeronaves de reconocimiento pesadas, así como cazas de cuarta y quinta generación. El objetivo es consolidar una presencia de cazas robusta y continua en este escenario crítico.
Además, se acumulan indicios sobre la potencial instauración de una base permanente de cazas de la USAF en Kadena, que podría incluir la incorporación de los modernos F-15EX. Estas acciones reflejan una recalibración estratégica y la optimización de los activos militares ante un panorama de seguridad en evolución, subrayando, a su vez, el firme compromiso entre Estados Unidos y Japón por preservar la estabilidad regional.