Ahora que Estados Unidos y las potencias europeas se han comprometido a suministrar blindados pesados a Ucrania, algunos confían en que los aviones de alto rendimiento sean el siguiente paso lógico. Yuriy Sak, asesor del ministro de Defensa ucraniano, Oleksiy Reznikov, declaró recientemente a la CNBC: “Conseguiremos F-16”. Sin embargo, si los consiguen, ¿entonces qué?
Por qué el F-16 es importante para Ucrania
Hasta ahora, al menos, la guerra aérea en Ucrania ha sido anticlimática. Al estallar el conflicto, era razonable suponer que las Fuerzas Aeroespaciales Rusas (VKS) destruirían rápidamente las fuerzas aéreas ucranianas, obtendrían el dominio aéreo y que el aire desempeñaría un papel importante en las operaciones de armas combinadas contra las tropas terrestres ucranianas. Se habrían llevado a cabo operaciones aéreas estratégicas de amplio alcance dirigidas contra los nodos de transporte, suministro, comunicaciones y mando ucranianos. Es decir, se podría haber supuesto que Rusia sería dueña de los cielos como lo serían Estados Unidos, la OTAN, Israel u otras fuerzas avanzadas al enfrentarse a un enemigo más débil.
Pero no ha sido así. Un estudio de RUSI publicado el pasado noviembre concluía que, aunque el VKS fue capaz de llevar a cabo algunas misiones de ataque significativas con aviones en las primeras semanas de la guerra, en marzo “el VKS perdió la capacidad de operar en el espacio aéreo controlado por Ucrania, excepto a altitudes muy bajas, debido a su incapacidad para suprimir o destruir de forma fiable los sistemas ucranianos de misiles tierra-aire (SAM), cada vez más eficaces, bien dispersos y móviles”. En consecuencia, las misiones de ataque en profundidad de ambos bandos se han llevado a cabo mediante ataques aéreos a distancia o lanzamientos de cohetes y misiles desde tierra, mientras que los drones han desempeñado un nuevo y fascinante papel a nivel táctico.
En consecuencia, Ucrania podría utilizar aviones de alto rendimiento como el F-16 para conseguir cierta superioridad local en apoyo de las operaciones ofensivas destinadas a restablecer el movimiento en el campo de batalla. La guerra de desgaste de los últimos meses favorece a Moscú, ya que tiene los números de su lado y los dirigentes rusos están más que dispuestos a cambiar vidas rusas por ucranianas. En este contexto, los tanques occidentales prometidos proporcionarán el tipo de componente terrestre necesario para que Ucrania iguale las fuerzas. Y añadir capacidades aéreas avanzadas representaría un importante multiplicador de fuerzas. Transformaría el status quo actual -que los pilotos ucranianos han comparado con “misiones suicidas” contra aviones rusos- e igualaría las condiciones, haciendo el cielo ucraniano más seguro para los cazas y otras aeronaves ucranianas al suprimir las defensas aéreas rusas.
Sin embargo, el envío de aviones a Ucrania no supondría un cambio de juego inmediato. El suministro de este tipo de ayuda supondría una gran huella y un elevado coste. Habría que organizar la formación de pilotos y tripulaciones, el mantenimiento, el reabastecimiento, el reabastecimiento de combustible y el sostenimiento.
Luego estarían las cuestiones de cómo emplear los aviones, controlarlos durante las operaciones y, en general, integrarlos en la estructura de las fuerzas aéreas de Ucrania. Todas estas cuestiones son manejables, por supuesto, pero llevarán su tiempo.
F-16: ¿Cómo respondería Rusia?
Luego está la cuestión de la respuesta de Rusia. El VKS se ha mostrado cauteloso a la hora de volar en misiones, dada la eficacia de las defensas aéreas ucranianas. Además, el poder aéreo ruso adolece de otros problemas sistémicos, como la falta de pilotos entrenados y la escasez de personal de tierra. Pero, en conjunto, los rusos han tenido éxito contra los ucranianos que se lanzan al aire. Los Su-35 rusos, adecuadamente equipados y pilotados, serían al menos competitivos frente a los F-16, aunque el mayor alcance de estos últimos, tanto en términos de capacidad de detección como de alcance de las armas, bien podría ser decisivo.
La diferencia estaría en el número. Occidente no dispondría de un gran número de aviones de reemplazo para enviar a Ucrania, mientras que Rusia, si la guerra terrestre sirve de indicación, aportará todo lo que tenga para reducir gradualmente los escuadrones ucranianos. También repondrán las defensas aéreas destruidas cuando sea necesario. La proporción de pérdidas puede ser alta, pero a Putin no parece importarle. Así que sería vital que Ucrania dirigiera sus nuevos recursos aéreos para preservarlos para la gran ofensiva, donde sea y cuando sea.
Un último reto potencial se encuentra en el ámbito diplomático. Rusia alegará, con razón, que proporcionar aviones avanzados a Ucrania equivale a una escalada del conflicto. Evitar la escalada fue la razón por la que la administración Biden impidió a Polonia la transferencia de aviones al estallar el conflicto, al parecer como parte de un acuerdo con Pekín para desactivar las amenazas nucleares de Rusia.
El Secretario de Estado Anthony Blinken declaró recientemente que el Presidente Biden “siempre ha sido enfático en que uno de sus requisitos en Ucrania es que no haya una Tercera Guerra Mundial”. Se trata de un requisito cuando menos útil, pero no depende sólo de Biden. Putin también tiene voto en la escalada.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, tanto Kiev como sus socios occidentales deberían pensar en cómo aprovechar la creciente ayuda letal a disposición de Ucrania con fines políticos, y buscar el final del conflicto desde una posición de fuerza futura. El poder aéreo avanzado en forma de F-16 podría formar pronto parte de esta ecuación.