El complejo militar-industrial ruso ha tenido una gran influencia en China a lo largo de los años, particularmente en los momentos en que este último país estaba en pleno desarrollo de su tecnología aeronáutica. Sin embargo, cabe destacar que Ucrania, actual enemigo de Rusia, también ha jugado un papel significativo en este proceso. El J-15 Flying Shark, que es parte de la fuerza aérea con mayor crecimiento en el mundo, existe en parte gracias a la asistencia ucraniana.
El prototipo ucraniano T-10K-3, inicialmente vinculado al proyecto de desarrollo del caza naval Su-33 durante la era soviética, fue clave en la creación del avión de combate chino J-15. Tras la desintegración de la Unión Soviética, Ucrania heredó varios recursos militares, entre ellos el mencionado prototipo T-10K-3.
A finales de los años noventa, China comenzó a trabajar en la mejora de sus capacidades en aviación naval. La adquisición del prototipo T-10K-3 por parte de Ucrania ofreció a China una ventaja significativa en el diseño de un caza para su flota naval, específicamente para la Armada del Ejército Popular de Liberación (PLAN).
Este prototipo fue esencial en el desarrollo del Shenyang J-15, un avión de combate chino cuyo diseño sigue muy de cerca al del Su-33 ruso. A través de la ingeniería inversa del modelo ucraniano, los ingenieros chinos lograron superar los retos que presentaba la creación de un avión apto para operaciones en portaaviones. Aunque el J-15 tiene adaptaciones personalizadas para ajustarse a las demandas de China, como la modernización de la aviónica y los sistemas de armas, su estructura original proviene del T-10K-3.
La compra de este prototipo marcó un hito clave en la modernización de la fuerza naval china, permitiendo que el país tuviera su primer caza embarcado de fabricación nacional. Desde entonces, el J-15 ha pasado a ser una pieza fundamental en los portaaviones chinos, ampliando la capacidad de la PLAN para operar en aguas lejanas y mejorando la capacidad de China para proyectar su poder en mares tanto regionales como globales. El legado del T-10K-3 sigue vivo en la flota de J-15, subrayando la importancia del rol de Ucrania en el avance militar aeronáutico de China.
Venta del T-10K-3: cómo Ucrania fortaleció su relación militar con China
A finales de los años 90, Ucrania vendió el prototipo T-10K-3 a China, en un contexto de transformaciones económicas y políticas tras la caída de la Unión Soviética. Ucrania, que atravesaba una complicada situación financiera, buscaba aprovechar su vasto inventario de equipo militar de origen soviético para obtener ingresos.
La transacción del T-10K-3 proporcionó a Ucrania un alivio financiero clave en un momento crítico. A cambio del prototipo, el país recibió una inyección económica que impulsó su sector de defensa y ayudó a estabilizar su economía en esos tiempos turbulentos.
Más allá de las ganancias inmediatas, este acuerdo fortaleció los lazos entre Ucrania y China en el ámbito de la cooperación técnico-militar. Esta colaboración permitió a Ucrania suministrar a China conocimientos especializados, componentes y tecnología en áreas estratégicas, como el equipamiento aeroespacial y militar.
La reconocida industria aeronáutica ucraniana, que había desempeñado un papel fundamental durante la era soviética en el diseño y desarrollo de aeronaves, se convirtió en un recurso valioso para China en su proceso de modernización militar. La asociación llevó a una cooperación continua, donde Ucrania también brindó asistencia técnica en áreas como motores y tecnología relacionada con portaaviones.
Para Ucrania, los beneficios estratégicos de la venta fueron más allá de lo económico. Al intensificar su cooperación militar con China, el país pudo diversificar sus alianzas internacionales, lo que le permitió reducir su dependencia tanto de Rusia como de Occidente.
Este enfoque ayudó a Ucrania a mantener cierta autonomía en su política exterior mientras lidiaba con los retos de la geopolítica postsoviética. Aunque los efectos a largo plazo de la venta del T-10K-3 no transformaron por completo la industria militar ucraniana, le permitió al país seguir siendo un actor relevante en el mercado global de armas y abrir el camino para futuras colaboraciones en defensa con China.
El Shenyang J-15, también conocido como el “tiburón volador”, es un avión de combate embarcado diseñado para operar en los portaaviones de China. Este caza, que es una evolución del prototipo ucraniano T-10K-3 y está inspirado en el Su-33 ruso, ha sido ampliamente adaptado para cumplir con las necesidades específicas del ejército chino.
El J-15: un caza esencial para la proyección de poder de la Armada china
Con su diseño bimotor y su capacidad para realizar diversas misiones, el J-15 es fundamental para la Armada del Ejército Popular de Liberación (PLAN). Este caza es capaz de llevar a cabo tareas de superioridad aérea, ataques a objetivos en tierra y misiones antibuque, lo que lo convierte en un recurso indispensable para las operaciones navales de China.
El J-15 utiliza dos motores WS-10 fabricados en China, aunque las primeras versiones del avión estaban equipadas con motores rusos AL-31. Estos motores proporcionan un empuje máximo de 123 kN cada uno, lo que le permite al avión alcanzar una velocidad máxima de Mach 2,4, equivalente a unos 2.400 kilómetros por hora.
Con un radio de combate de aproximadamente 1.000 kilómetros y un peso máximo al despegar de 33.000 kilogramos, el J-15 puede transportar una amplia gama de armamento, que incluye misiles aire-aire, misiles antibuque y bombas guiadas. Equipado con avanzados sistemas de radar y guía, es capaz de atacar con precisión tanto objetivos aéreos como en superficie.
A pesar de sus destacadas prestaciones, el J-15 enfrenta ciertas limitaciones. Su tamaño y peso relativamente grandes complican su operación en los portaaviones chinos que utilizan rampas de despegue, como el Liaoning y el Shandong, los cuales carecen de sistemas de catapultas para lanzar aviones.
Debido a esta limitación, el J-15 tiene restricciones en cuanto a la cantidad de carga y combustible que puede transportar cuando se lanza desde estos portaaviones, lo que impacta en su autonomía y capacidad operativa. Sin embargo, el J-15 sigue siendo una pieza esencial en la aviación naval china, permitiendo a la PLAN extender su poder aéreo desde su creciente flota de portaaviones y aumentar sus capacidades en mares regionales.