El sábado por la noche, vehículos aéreos no tripulados operados por Ucrania asaltaron una instalación de refinado de petróleo en la provincia de Samara, desencadenando conflagraciones que persistieron hasta el amanecer del día siguiente.
Este suceso constituye el episodio más reciente y de mayor envergadura de una creciente serie de operaciones ucranianas con aviones no tripulados dirigidas contra complejos petrolíferos en territorio ruso.
A una distancia de más de 800 kilómetros del frente de batalla en el este de Ucrania, Samara se convierte en el escenario de este ataque estratégico.
En el transcurso de un año marcado por las incursiones contra más de una docena de refinerías e instalaciones de almacenamiento de combustible en el oeste de Rusia, la inteligencia ucraniana ha conseguido mermar temporalmente la capacidad de procesamiento de petróleo de Rusia en un 12%, lo que repercute directamente en el coste del combustible para los consumidores rusos.
El aumento del precio del combustible agita el mercado ruso
La escalada de precios de este mes ha registrado máximos sin precedentes en los últimos seis meses. Ante la proximidad de la temporada alta de viajes de verano, el Gobierno de Moscú ha restablecido la prohibición de exportar gasolina que había suspendido en septiembre, en un esfuerzo por salvaguardar el suministro interno.
La estrategia de Kiev con estas operaciones busca estrangular las finanzas de Moscú, complicar su logística militar y fomentar el descontento popular en Rusia. Sin embargo, las expectativas hacia una resolución decisiva a través de estos ataques son moderadas. Según declaraciones de Hennadii Riabtsev, experto en energía, a Ukrainian Pravda, “aunque estas operaciones crean problemas logísticos y son perturbadoras, su efecto sobre el total anual de refinado es limitado”.
Para las fuerzas armadas ucranianas, un aspecto crucial de estas incursiones son los 15 modelos de drones de largo alcance de fabricación local identificados por el analista naval H.I. Sutton. Estas operaciones podrían obligar a Moscú a reasignar valiosos sistemas de defensa aérea del frente a la protección de infraestructuras críticas.
En un movimiento que delata cierta desesperación por reforzar su escudo antiaéreo, Moscú ha pospuesto hasta 2026 la entrega de dos baterías de misiles S-400 a Nueva Delhi, prevista anteriormente para 2024. El Ministerio de Defensa británico ya ha indicado sus planes de desplegar sistemas antiaéreos Pantsir en defensa de instalaciones energéticas.
Este reajuste defensivo podría significar una disminución de la protección de bases aéreas, instalaciones portuarias, cuarteles y otros puntos militares estratégicos, aumentando su vulnerabilidad a los ataques.
“Es probable que los asaltos de drones ucranianos en territorio ruso intensifiquen la presión sobre los medios de defensa aérea rusos”, analiza el Instituto para el Estudio de la Guerra de Washington.
Desafiando las defensas aéreas rusas: Elegir entre refinerías y fuerza naval.
Una operación coordinada de misiles por parte de Ucrania ejecutada el domingo contra el principal puerto ruso de la Flota del Mar Negro, Sebastopol, situado en la Crimea ocupada, ha puesto de relieve las difíciles opciones a las que se enfrenta Rusia a medida que dispersa y estira sus capacidades de defensa aérea más avanzadas.
El ataque, caracterizado por el uso de misiles de crucero Storm Shadow de origen británico y sus análogos franceses SCALP-EG lanzados desde aviones de ataque Sukhoi Su-24 de la fuerza aérea ucraniana, supuestamente alcanzó a dos lanchas de desembarco de la clase Ropucha pertenecientes a la Flota del Mar Negro, marcando un golpe significativo contra las capacidades anfibias rusas.
Este escenario plantea un dilema crítico al Kremlin, obligándole a decidir entre destinar defensas a salvaguardar sus infraestructuras críticas de refino o mantener protegidas sus unidades de combate prioritarias. La posibilidad de cubrir ambos frentes parece cada vez más inviable.
El general retirado del ejército estadounidense Mark Hertling resumió la situación con claridad: “No se puede defender en todas partes”. Este reto subraya una tensión inherente a la estrategia defensiva rusa, poniendo de relieve las crecientes vulnerabilidades frente a una ofensiva ucraniana cada vez más audaz y coordinada con precisión.