El Messerschmitt Me 163 Komet fue el avión más peligroso de la Luftwaffe nazi, causando la muerte de varios de sus propios pilotos.
Aviones de guerra con peligros mortales para sus tripulaciones
A lo largo de la historia, la aviación militar ha desarrollado aeronaves que resultaron tan riesgosas para sus propios pilotos como para los enemigos. Entre estos, el Sopwith Camel, conocido por su efectividad en la Primera Guerra Mundial, también ganó fama por su dificultad para ser pilotado.
En el caso de la Segunda Guerra Mundial, el bombardero estadounidense Martin B-26 Marauder fue apodado “Widowmaker”, al igual que el caza Lockheed F-104 Starfighter, conocido como “Flying Coffin”. Durante la Guerra de Vietnam, el Republic F-105 Thunderchief se ganó el sobrenombre de “Thud” debido a sus frecuentes explosiones en pleno vuelo.
A pesar de estos riesgos, el Messerschmitt Me 163 Komet de la Luftwaffe nazi llevó el peligro a un nuevo nivel. Su capacidad de derretir literalmente la carne y huesos de sus pilotos lo convirtió en el avión más peligroso para sus propias tripulaciones.
El Me 163 Komet: un diseño innovador con consecuencias fatales
El Messerschmitt Me 163 Komet realizó su primer vuelo el 1 de septiembre de 1941, aunque no entró en servicio operativo hasta 1944. Este avión, diseñado como parte de las “Wunderwaffen” de Hitler, fue el primer avión de combate propulsado por cohetes en la historia.
Con una velocidad máxima oficial de Mach 0,81 (1.000 km/h), el Komet marcó un hito en la aviación. En julio de 1944, el piloto de pruebas alemán Heini Dittmar logró un récord extraoficial de Mach 0,91 (1.130 km/h), superado años después por Chuck Yeager con el Bell X-1.
Además de su velocidad, el Komet estaba equipado con dos cañones Rheinmetall-Borsig MK 108 de 30 mm, capaces de disparar 650 proyectiles por minuto. Algunos modelos incluyeron un arma experimental llamada Sondergerät 500 Jägerfaust, diseñada para atacar bombarderos enemigos con un sistema sin retroceso.
Especificaciones técnicas del Me 163 Komet
- Longitud: 5,7 metros.
- Envergadura: 9,3 metros.
- Altura: 2,5 metros.
- Peso vacío: 1.905 kg.
- Peso máximo al despegue: 4.309 kg.
- Autonomía: 7,5 minutos con motor en funcionamiento.
- Velocidad de ascenso: 81 m/s.
El combustible: la causa de su letalidad interna
El mayor riesgo asociado al Me 163 residía en su combustible, una combinación altamente volátil de T-Stoff y C-Stoff. Este compuesto no solo era extremadamente explosivo, sino también corrosivo y letal. Según el ingeniero Dr. Alexander Lippisch, “si metes el dedo en ella, solo te sale el hueso”.
Un incidente trágico fue el ocurrido al piloto Josef Pöhs en 1943, cuando el dolly de despegue se desprendió y golpeó el avión, rompiendo una línea de combustible. Esto obligó a Pöhs a realizar un aterrizaje de emergencia que resultó fatal. Su cuerpo quedó severamente desfigurado, con un brazo completamente disuelto por el T-Stoff.
Los testimonios de sus compañeros, como el comandante Wolfgang Späte, describieron la gravedad de las lesiones y el peligro inminente que representaba el derrame del combustible. Este caso ilustra claramente los riesgos inherentes al diseño del Komet.
Impacto y legado del Me 163 Komet en la historia
A pesar de sus innovaciones, los resultados operativos del Me 163 fueron limitados. Por cada 16 derribos aire-aire registrados, los aliados lograron derribar entre seis y nueve Komets. Además, la Luftwaffe enfrentó la pérdida de al menos nueve pilotos en accidentes relacionados con este avión.
En total, se fabricaron 370 unidades del Me 163 Komet. Hoy, solo diez ejemplares sobreviven en museos de países como Alemania, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia. Uno de ellos, el modelo Me 163 B-1a Werk-Nummer 191301, se encuentra exhibido en el Centro Steven F. Udvar-Hazy del Smithsonian en Virginia.
El legado del Me 163 permanece como un recordatorio de los peligros que los avances tecnológicos pueden traer tanto a los enemigos como a quienes los operan.