La Fuerza Aérea busca reemplazar bombarderos antiguos con el B-21, un avión furtivo de largo alcance con capacidad nuclear y convencional.
El B-21 reemplazará a los bombarderos más antiguos de EE. UU.
Northrop Grumman diseñó el B-21 Raider como respuesta a la necesidad de sustituir modelos en declive como el B-1 Lancer y el B-2 Spirit, y posiblemente al B-52 Stratofortress. Este nuevo bombardero forma parte del programa Long Range Strike Bomber (LRS-B), que busca fortalecer la capacidad de disuasión de Estados Unidos frente a amenazas avanzadas.
El contrato de desarrollo se adjudicó en 2015, cuando Northrop Grumman venció a un consorcio conformado por Boeing y Lockheed Martin. No obstante, la Fuerza Aérea inició el planteamiento del programa en 2011, al detectar la urgencia de un bombardero apto para escenarios con defensas aéreas avanzadas.
La configuración stealth del B-21 permite evadir radares y defensas antiaéreas, incluso de países con sistemas modernos como China y Rusia. Esta característica le otorga la capacidad de penetrar espacios aéreos altamente protegidos, algo que los modelos anteriores ya no pueden garantizar con eficacia.
Además, su diseño responde a la necesidad de mantener una flota estratégica moderna y viable, capaz de operar en entornos altamente disputados, con un alcance global y un perfil furtivo adaptado al siglo XXI.
El B-21 integra capacidades nucleares y convencionales
Una de sus principales funciones es servir como elemento del triángulo nuclear de EE. UU., junto a los misiles balísticos intercontinentales y los submarinos estratégicos. Puede portar armas nucleares como la B61, la B83 y el misil de crucero LRSO.
En el ámbito convencional, el B-21 está capacitado para transportar municiones guiadas de precisión como el JDAM, el JASSM y el MOP, con una carga útil estimada entre 12 y 13 toneladas. Esta variedad le permite adaptarse a múltiples tipos de misiones.
Características técnicas destacadas del B-21 Raider
- Alcance estimado de 12,000 km, con opción de reabastecimiento en vuelo
- Capacidad de carga de hasta 13 toneladas de armamento
- Velocidad máxima cercana a los 1,050 km/h
- Diseño stealth de ala volante para baja observabilidad
- Capacidad para operaciones nucleares y convencionales
- Equipado con sistemas de guerra electrónica y aviónica avanzada
El avión emplea una configuración de ala volante, similar al B-2, pero con mejoras clave en maniobrabilidad y costos operativos. Su peso vacío ronda los 48,000 kg y es más compacto que su antecesor.
Está propulsado por dos motores Pratt & Whitney, posiblemente modelos derivados del PW9000 o F135, con un empuje estimado superior a los 11,400 kg cada uno. Esta motorización reduce tanto la firma térmica como la radar, optimizando la furtividad.
La combinación de velocidad de crucero y largo alcance permite al B-21 ejecutar misiones intercontinentales sin apoyo adicional, aunque también dispone de capacidades de reabastecimiento aéreo si es necesario.
La arquitectura abierta permite actualizaciones continuas
Un elemento central del Raider es su arquitectura abierta, que facilita la incorporación de nuevas tecnologías y sistemas sin rediseñar la estructura del avión. Este enfoque busca extender su vida útil frente a amenazas futuras.
Dispone de una aviónica de última generación, con fusión de sensores que integran datos de radar, infrarrojos y otras fuentes, otorgando a los pilotos un panorama táctico completo del entorno operativo.
Además de evadir sistemas enemigos, el B-21 puede interferir radares y defensas adversarias, gracias a sus capacidades de guerra electrónica, lo que lo convierte en una plataforma ofensiva y defensiva integral.
El desarrollo incluyó modelos digitales de alta fidelidad, lo que permitió resolver problemas técnicos desde la fase de diseño. Este método redujo costos y riesgos durante la construcción de los primeros prototipos.
Producción y despliegue inicial del bombardero furtivo
La Fuerza Aérea planea adquirir al menos 100 unidades, aunque algunos análisis sugieren un posible aumento a 175 o incluso 200 aviones, según las necesidades estratégicas futuras.
El costo por unidad se fijó en 550 millones de dólares de 2010, lo que equivale a aproximadamente 793 millones en 2024. Este presupuesto busca evitar los sobrecostos que afectaron al programa del B-2.
Para lograrlo, el B-21 emplea tecnologías maduras y componentes derivados de otros programas, como el F-35. Esta estrategia permite mantener un equilibrio entre innovación y viabilidad económica.
La Oficina de Capacidades Rápidas de la Fuerza Aérea gestiona el programa, lo que ha acelerado su desarrollo. En 2023 se autorizó la producción inicial de baja tasa, tras validar los resultados de las pruebas de vuelo y tierra.
Conectividad, mantenimiento y proyección internacional
El Raider se concibió como parte de una red integrada que combina funciones de inteligencia, mando, control y guerra electrónica, operando dentro de plataformas como el Joint All-Domain Command and Control (JADC2).
Su diseño prioriza la eficiencia en mantenimiento, con procesos que minimizan el tiempo de inactividad. A diferencia del B-2, que requiere 51 horas de mantenimiento por cada hora de vuelo, el B-21 reduce significativamente este índice.
Algunos informes indican que Australia podría estar interesada en adquirir el B-21 para reforzar su capacidad estratégica de largo alcance. No obstante, muchos detalles del programa siguen siendo clasificados por razones de seguridad.
Entre los hitos principales figuran la revisión crítica de diseño en 2018, el inicio de pruebas de motores en 2023 y los primeros vuelos de prueba en noviembre de 2023 en la Base Aérea de Edwards, California.
El objetivo final es incorporar el B-21 al servicio activo antes de 2030, con bases iniciales en Ellsworth (Dakota del Sur), Whiteman (Misuri) y Dyess (Texas), asegurando así una cobertura estratégica amplia.