El B-2 Spirit, aclamado por cambiar las reglas del juego estratégico, marcó un antes y un después en la aviación militar al introducir la capacidad de evadir radares y transportar armamento nuclear.
Este hito tecnológico ha desencadenado, durante décadas, una especie de competición internacional por igualar o superar las capacidades estadounidenses en tecnología furtiva. Rusia, con su proyecto Tupolev PAK-DA, intenta infructuosamente mitigar la ventaja estadounidense, participando en una carrera en la que, desde el principio, se encuentra en clara desventaja.
La ambición rusa de construir un prototipo PAK-DA, junto con los planes para otros seis bombarderos, evidencia un esfuerzo por posicionarse como potencia en el campo de la aviación furtiva.
Sin embargo, este esfuerzo se parece más a un anhelo quimérico que a una amenaza palpable para la supremacía aérea estadounidense. La realidad es que, en materia de sigilo, Moscú se encuentra en un estado de notable inferioridad técnica respecto a su principal rival.
Tecnología furtiva: Una generación de retraso ruso
Estados Unidos, con una flota de cazas de quinta generación y el desarrollo del B-21 Raider, manifiesta una ventaja generacional sobre Rusia y China en bombarderos furtivos. La larga experiencia aeroespacial de Rusia palidece ante su evidente retraso en tecnología furtiva.
El anuncio de los vuelos de prueba del B-21 Raider, destinado a sustituir al ya obsoleto B-2 Spirit, subraya aún más la brecha tecnológica que separa a Estados Unidos de sus competidores.
Mientras tanto, el PAK-DA ruso, envuelto en el secreto, sigue siendo un enigma con más preguntas que respuestas. La escasa información disponible solo alimenta la especulación sobre su verdadera capacidad para competir en el tablero estratégico mundial.
La adopción de un diseño de ala volante, similar al del B-2 y el B-21, no garantiza por sí misma una capacidad furtiva eficaz, sobre todo si se tiene en cuenta el historial ruso con el Su-57, cuyo rendimiento furtivo ha sido cuestionable en el mejor de los casos.
La falacia de la competencia furtiva
El empeño de Rusia por desarrollar el PAK-DA y alcanzar a Estados Unidos en la carrera del sigilo es una falacia estratégica, no solo por la desventaja tecnológica preexistente, sino también por centrarse en una tecnología que los norteamericanos ya dominan y en la que están avanzando.
La estrategia rusa, basada en el anhelo de igualar la capacidad furtiva estadounidense, ignora la realidad de una competición en la que el liderazgo se define no solo por la capacidad de evasión del radar, sino por la continua innovación y desarrollo de nuevas tecnologías.
Un análisis crítico del panorama sugiere que, lejos de suponer una amenaza inminente para la supremacía aérea estadounidense, el PAK-DA podría resultar un esfuerzo tardío y posiblemente ineficaz.
La capacidad de Estados Unidos para innovar y adaptarse rápidamente a los cambios tecnológicos y estratégicos pone en entredicho la eficacia de un programa que, aunque ambicioso, está destinado a seguir los pasos de una potencia que ya va varios pasos por delante.
Optimismo infundado: El calendario poco realista del Tupolev PAK-DA
La esperanza de Rusia de poner el Tupolev PAK-DA en producción en serie para 2027 es un ejemplo palpable de optimismo infundado, especialmente si se examina el ritmo históricamente lento de desarrollo de sus programas de armamento. La proclamación de tales plazos, además de ser irrealmente ambiciosa, ignora las circunstancias actuales que condicionan gravemente la capacidad industrial y económica de Rusia.
El conflicto en Ucrania, lejos de ser un mero trasfondo geopolítico, actúa como un voraz consumidor de recursos y capacidades que podrían haberse destinado al desarrollo de proyectos futuristas como el PAK-DA. La cruda realidad pragmática muestra a Rusia inmersa en un esfuerzo bélico que exige no solo su atención, sino también su sustento industrial y financiero. En este contexto, las aspiraciones aeroespaciales pasan a un segundo plano, relegadas por la urgencia de mantener las operaciones militares en el presente.
La proyección hacia proyectos de alta tecnología como el PAK-DA, en este escenario, no solo es inoportuna, sino potencialmente ilusoria. La necesidad de reabastecer y mantener operativas las fuerzas terrestres en Ucrania subraya una priorización forzada hacia objetivos más inmediatos y terrenales, como la producción de vehículos blindados y carros de combate.
Este desvío de recursos, lejos de ser una opción estratégica, es una imposición de las circunstancias, que deja al descubierto la brecha entre las ambiciones de Rusia y sus capacidades reales.