Con 16 incidentes desde 2005, cada accidente del F-22 resalta el alto costo operativo y los retos técnicos del caza más avanzado de EE. UU.
Impacto estratégico de los accidentes en una flota reducida
Desde que el F-22 Raptor entró en servicio en diciembre de 2005, ha registrado 16 accidentes operativos, cifra que, aunque baja en términos absolutos, genera un impacto considerable por el elevado costo y la cantidad limitada de unidades. De las 187 aeronaves construidas, cada pérdida representa un golpe relevante para la capacidad estratégica de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
La primera señal de los riesgos asociados con el Raptor surgió en abril de 1992, cuando un prototipo YF-22 se estrelló en la Base Edwards durante una prueba. El piloto de Lockheed Martin sobrevivió al eyectarse, pero el accidente evidenció problemas en el sistema de control de vuelo en maniobras de alta velocidad.
Una vez en operación, los accidentes aumentaron de forma progresiva. Cinco de los dieciséis incidentes causaron la pérdida total del avión, mientras que el resto se saldó con daños parciales o retiros por criterios económicos. La escasez de unidades hace que estos eventos no puedan ser absorbidos con la misma facilidad que en modelos como el F-16.
En comparación con otros cazas, la tasa de pérdida del F-22 se mantiene baja. Sin embargo, debido a su papel exclusivo en misiones de alta prioridad, cada aeronave fuera de servicio representa una disminución significativa en el poder aéreo disponible.

Incidentes mortales revelaron fallos en sistemas vitales
Dos accidentes fatales marcaron de forma crítica el historial del F-22. El 25 de marzo de 2009, el capitán David Cooley murió al estrellarse su avión cerca de la Base Edwards. La investigación concluyó que un fallo en el sistema de oxígeno provocó hipoxia.
Otro siniestro letal ocurrió el 16 de noviembre de 2010, cuando el capitán Jeffrey Haney murió en Alaska al perder el control de su Raptor durante un ejercicio nocturno. Nuevamente, se identificaron problemas en el suministro de oxígeno como causa principal del accidente.
Tras estos incidentes, la Fuerza Aérea suspendió temporalmente los vuelos del modelo en 2011, hasta implementar mejoras técnicas. Estas tragedias revelaron deficiencias críticas en un avión diseñado para dominar el combate aéreo.
Las consecuencias de ambos sucesos incluyeron cambios en protocolos de mantenimiento, modificaciones en sistemas vitales y una mayor atención al entrenamiento de los pilotos ante emergencias médicas en vuelo.
Datos clave sobre pérdidas del F-22 en operación militar
- El primer accidente de un prototipo ocurrió en 1992, antes de su entrada en servicio.
- De los 16 accidentes, cinco resultaron en la destrucción total del F-22.
- El costo por unidad supera los $150 millones, sin contar desarrollo.
- Dos pilotos murieron por fallos relacionados con el sistema de oxígeno.
- El 17% de la flota restante no es apta para combate activo.
- La línea de producción se cerró en 2011, haciendo la flota irremplazable.
Otros incidentes complejos resaltan limitaciones técnicas
Además de los accidentes fatales, otros eventos subrayan lo complejo que resulta mantener el F-22 operativo. El 15 de mayo de 2018, un avión del 43rd Fighter Squadron sufrió un fallo en el tren de aterrizaje al intentar una maniobra de emergencia en la Base Tyndall.
Ese Raptor permaneció fuera de servicio durante casi cinco años, hasta octubre de 2022, debido a la complejidad y alto costo de los componentes furtivos necesarios para su reparación.
En mayo de 2020, otro F-22 cayó cerca de la Base Eglin durante un ejercicio de entrenamiento. El piloto salió ileso tras eyectarse, y la causa del accidente fue una combinación de error humano y fallo del sistema de control de vuelo.
Estos casos demuestran que incluso fuera de escenarios de combate, la operación del F-22 implica riesgos técnicos importantes que afectan directamente la disponibilidad de la flota.

Reducción operativa limita la capacidad de respuesta
Actualmente, solo alrededor de 120 F-22 están disponibles para misiones activas. De los restantes, al menos 32 pertenecen al Bloque 20, una versión que no cumple con los requisitos de combate y se utiliza exclusivamente para entrenamiento.
El Congreso ha bloqueado intentos de retirar estas unidades, exigiendo su modernización. Sin embargo, su capacidad limitada sigue generando debate en el seno de la defensa nacional.
Aunque el F-22 presenta una tasa de pérdida del 2.5%, significativamente menor que otros modelos como el MiG-21 o el B-2 Spirit, la imposibilidad de reemplazar unidades perdidas amplifica el efecto estratégico de cada incidente.
La flota actual no solo es limitada en número, sino también en capacidad de despliegue rápido frente a amenazas emergentes como las de China y Rusia.
El F-22 se mantiene activo pese a desafíos y altos costos
A diferencia de otros cazas, el F-22 nunca ha sido derribado en combate. Su única acción aire-aire verificada ocurrió el 4 de febrero de 2023, cuando un Raptor del 1st Fighter Wing destruyó un globo espía chino con un misil AIM-9X.
Aunque simbólica, esta acción contrastó con su actividad constante en ejercicios internacionales, como los realizados desde la Base Kadena en Japón, donde ha enfrentado simulaciones contra cazas J-20 chinos.
La mayoría de los accidentes del F-22 se ha producido durante entrenamientos o vuelos de prueba, lo que sugiere que los riesgos más frecuentes se encuentran fuera de contextos de combate.
Con la producción finalizada desde 2011, las reparaciones son costosas. Solo los cinco Raptors perdidos representan más de $750 millones en pérdidas, sin ajustes por inflación. El costo operacional refuerza la necesidad de mantenimiento continuo para preservar una flota que no puede ampliarse.