Northrop Grumman creó el YF-23 para superar a cazas soviéticos, pero fue el YF-22 de Lockheed el elegido por la USAF en 1991.
El YF-23 fue concebido para enfrentar a los cazas soviéticos avanzados
El YF-23 Black Widow, desarrollado por Northrop Grumman junto a McDonnell Douglas, nació como respuesta al surgimiento de cazas soviéticos como el Su-27 y el MiG-29, que amenazaban con neutralizar la ventaja tecnológica de aeronaves estadounidenses como el F-15 y el F-16. Ante este escenario, la Fuerza Aérea de Estados Unidos lanzó en 1981 el programa Advanced Tactical Fighter (ATF), cuyo objetivo era desarrollar un caza de nueva generación con capacidades furtivas, supercrucero sostenido y superioridad aire-aire asegurada.
El proyecto derivó en una competencia entre dos propuestas finalistas: el YF-22 de Lockheed, Boeing y General Dynamics, y el YF-23 de Northrop y McDonnell Douglas. A diferencia de su competidor, Northrop priorizó la baja detectabilidad radar e infrarroja y una estructura optimizada para alta velocidad y sigilo antes que la maniobrabilidad extrema.
Ambos prototipos fueron seleccionados oficialmente el 31 de octubre de 1986, dando paso a una fase de desarrollo que culminaría cinco años después en una de las decisiones más debatidas en la historia de la aviación militar.
El YF-23, a pesar de su diseño avanzado, quedó relegado como un demostrador tecnológico, mientras que el YF-22 fue elegido para evolucionar en el actual F-22 Raptor.
Datos clave sobre los prototipos y su desempeño técnico
- Prototipos: 2 unidades: PAV-1 (“Black Widow II”) y PAV-2 (“Gray Ghost”)
- Primer vuelo: 27 de agosto de 1990 (PAV-1), 26 de octubre de 1990 (PAV-2)
- Supercrucero: Mach 1.43 (PAV-1), Mach 1.6 (PAV-2)
- Armamento previsto: AIM-9 Sidewinder y AIM-120 AMRAAM (no probado en vuelo)
- Motores: YF119 (PAV-1, Pratt & Whitney), YF120 (PAV-2, General Electric)
- Total de vuelos: 50, acumulando 65.2 horas de pruebas
- Sección transversal radar: inferior a la del YF-22
- Rasgos distintivos: alas en forma de diamante, escape refrigerado, diseño fuselado
Northrop priorizó la furtividad y velocidad sobre la agilidad en combate
El diseño del YF-23 incorporó una combinación de formas angulares y estructuras integradas que reducían tanto la firma radar como la infrarroja. La configuración en “diamante” de las alas y la integración del fuselaje y las superficies de control le conferían una aerodinámica avanzada, optimizada para velocidades transónicas y supersónicas.
Uno de sus elementos más innovadores fue el sistema de escapes aplanados y refrigerados, inspirado en el del B-2 Spirit, que dispersaba el calor para disminuir la vulnerabilidad ante misiles guiados por calor. Además, el uso de conductos en forma de “S” impedía la visibilidad directa de los motores desde el radar enemigo.
A diferencia del YF-22, el YF-23 no incorporó vectorización de empuje, una decisión que mejoraba la eficiencia y reducía el peso, pero sacrificaba la maniobrabilidad en combates cercanos. El avión, sin embargo, demostró una excelente capacidad de supercrucero, alcanzando velocidades supersónicas sin necesidad de postcombustión.
Durante las pruebas, Northrop eligió enfocarse en demostrar rendimiento de vuelo más que integración armamentística. A pesar de contar con bahías internas para misiles, no realizó lanzamientos reales, a diferencia del YF-22, que sí efectuó pruebas con misiles AIM-9 y AIM-120.
La derrota frente al YF-22 se debió a múltiples factores estratégicos

El 23 de abril de 1991, la Fuerza Aérea anunció que el YF-22 sería el modelo seleccionado para producción, lo que puso fin al desarrollo del YF-23. A pesar de que el modelo de Northrop superaba al de Lockheed en furtividad y velocidad, su falta de demostración de lanzamientos de armamento y su menor agilidad pesaron en la decisión final.
El YF-22 ofrecía mayor maniobrabilidad, considerada todavía relevante en entornos de combate visual cercano a principios de los años 90. También influyó el hecho de que Lockheed presentó un diseño más avanzado hacia la producción, mientras que Northrop aún requería tiempo para desarrollar un prototipo final (F-23) listo para fabricación en serie.
Factores logísticos, riesgos técnicos y la experiencia de Lockheed con programas anteriores también pudieron inclinar la balanza a favor del YF-22. La decisión ha sido debatida durante décadas, especialmente entre quienes consideran que el YF-23 era superior para el combate más allá del alcance visual (BVR).
Ambos prototipos fueron transferidos posteriormente al Centro de Investigación de Vuelo Dryden de la NASA para evaluaciones adicionales, aunque finalmente se almacenaron hasta ser donados a museos en los años siguientes.
El legado del YF-23 persiste como símbolo de innovación aeronáutica
El PAV-1, conocido como “Black Widow II”, se encuentra actualmente en el Museo Nacional de la Fuerza Aérea en Dayton, Ohio. El PAV-2, apodado “Gray Ghost”, está en exhibición en el Museo Occidental de Vuelo en Torrance, California, después de haber sido reutilizado brevemente por Northrop como maqueta para un proyecto de bombardero táctico interino, el FB-23.
Ese intento de revivir la plataforma no prosperó, ya que la Fuerza Aérea priorizó el desarrollo de un bombardero de mayor alcance, lo que derivó eventualmente en el B-21 Raider, también a cargo de Northrop Grumman. Algunos analistas sostienen que ciertos elementos técnicos del YF-23 podrían haber influido en el diseño del B-21.
En la década de 2010, se especuló con una posible adaptación del YF-23 para el mercado japonés como parte de su programa de renovación de flota, aunque finalmente Japón optó por desarrollar su propio prototipo, el Mitsubishi X-2 Shinshin.
Más allá de su fracaso comercial, el YF-23 ha sido reconocido como una hazaña técnica en diseño furtivo, velocidad sostenida y arquitectura aerodinámica avanzada. Sus características siguen siendo estudiadas y admiradas por expertos en aviación, ingenieros y aficionados.
Un símbolo de potencial no realizado que dejó huella en la historia
Aunque el YF-23 no superó la fase de demostración, se mantiene como una de las propuestas más sofisticadas jamás concebidas en aviación militar. Su diseño influenció el desarrollo de plataformas futuras, y su imagen, con líneas futuristas y silueta sigilosa, sigue capturando la imaginación de quienes se preguntan qué habría pasado si hubiese sido elegido.
Sus dos únicos prototipos, conservados en museos, son testimonio tangible de una visión avanzada para el combate aéreo del siglo XXI. Para muchos, el YF-23 no fue un fracaso, sino una muestra de que, incluso cuando una idea no alcanza producción, puede dejar una huella duradera en la innovación tecnológica.