El B-2 Spirit es una maravilla tecnológica con capacidad nuclear y sigilo avanzado, pero su precio exorbitante genera dudas sobre su rentabilidad en un arsenal con alternativas más económicas.
El B-2 Spirit: sigilo y poder nuclear a un costo elevado
El B-2 Spirit, desarrollado por Northrop Grumman y presentado en 1989, es el primer bombardero furtivo de Estados Unidos. Su diseño de ala volante sin estabilizadores visibles le permite evadir radares, proyectando poder nuclear con un nivel de sigilo sin precedentes. Esta capacidad lo convierte en una pieza clave de la tríada nuclear estadounidense, compuesta por bombarderos, misiles balísticos intercontinentales (ICBM) y submarinos lanzamisiles.
Con una envergadura de 52,4 metros y un recubrimiento que absorbe ondas de radar, el B-2 puede reducir su firma a la de un pájaro pequeño. Su autonomía alcanza las 6.000 millas náuticas sin reabastecimiento, extendiéndose aún más con combustible en vuelo. Estas características le permiten lanzar bombas nucleares como la B61 o la B83 desde altitudes de hasta 50.000 pies, con la posibilidad de alcanzar objetivos en cualquier parte del mundo.

A pesar de sus ventajas, su alto costo genera controversia. Cada unidad supera los 2.000 millones de dólares, convirtiéndolo en uno de los aviones más caros jamás construidos. La producción se limitó a 21 unidades, lejos del plan original de 132, lo que elevó aún más el costo unitario al distribuir los gastos fijos entre menos aviones.
El impacto financiero del B-2 Spirit en el presupuesto militar
El precio del B-2 contrasta con otras aeronaves militares. Un F-22 Raptor cuesta aproximadamente 350 millones, el F-35 Lightning II ronda los 115 millones y hasta el Air Force One, basado en un Boeing 747 modificado, tiene un costo estimado de 660 millones. Además de su precio de adquisición, el mantenimiento mensual del B-2 asciende a 3,4 millones de dólares por unidad, según informes del Pentágono.
Comparación de costos con otras opciones nucleares
- El mantenimiento de ICBM Minuteman III cuesta alrededor de 7.000 millones para 400 misiles.
- Los submarinos de la clase Ohio, con misiles Trident D5, tienen un costo operativo significativamente menor por unidad.
- El B-52 Stratofortress, aunque menos sigiloso, sigue siendo viable con misiles de crucero como el AGM-86 ALCM a un costo mucho menor.
Estos factores cuestionan si el B-2 es la mejor inversión para la disuasión nuclear, dado que existen opciones más económicas con capacidades similares.
Ventajas estratégicas y desafíos tecnológicos

Uno de los principales argumentos a favor del B-2 es su flexibilidad en el contexto de la disuasión nuclear. A diferencia de los ICBM, que pueden ser interceptados antes de su impacto, o de los submarinos, que requieren posicionamiento previo, el B-2 puede desplegarse rápidamente y atacar sin ser detectado.
El bombardero ha demostrado su eficacia en conflictos como la Guerra del Golfo (1991), Kosovo (1999) y Afganistán (2001), lanzando bombas de precisión a largas distancias. Su capacidad furtiva sigue siendo crucial frente a amenazas como los sistemas de defensa aérea S-400 de Rusia y HQ-9 de China, diseñados para interceptar aeronaves convencionales.
No obstante, el avance de nuevas tecnologías antiaéreas pone en duda su efectividad a largo plazo. Radares de baja frecuencia y sensores infrarrojos pueden reducir su ventaja furtiva, y con solo 19 unidades operativas, cada pérdida representa un golpe financiero significativo.
El B-21 Raider: el futuro de los bombarderos furtivos
El desarrollo del B-21 Raider intensifica el debate sobre la rentabilidad del B-2. Con un costo estimado de 750 millones por unidad y una producción prevista de al menos 100 aviones, el B-21 promete sigilo avanzado, integración con drones y mayor adaptabilidad tecnológica.

El B-21 busca aprovechar avances en ingeniería digital y economías de escala para ofrecer una solución más rentable. Su entrada en servicio está prevista para 2027, y el Pentágono ya ha anunciado planes para retirar gradualmente el B-2 en la próxima década.
A pesar de ello, el B-2 sigue siendo un activo estratégico hasta que el B-21 esté plenamente operativo. Actualmente, sus 19 aviones continúan en servicio en la Base Aérea de Whiteman, Missouri, realizando misiones de entrenamiento y despliegues estratégicos. En 2024, participó en vuelos sobre el Pacífico como medida de disuasión frente a China y Corea del Norte.
Conclusión: ¿sigue valiendo la pena el B-2 Spirit?
El B-2 Spirit representa la cúspide del sigilo y la disuasión nuclear, pero su costo exorbitante plantea dudas sobre su viabilidad a largo plazo. Mientras el B-21 Raider avanza hacia su despliegue, el B-2 sigue desempeñando un papel esencial, aunque su relevancia disminuirá con el tiempo.
Su capacidad para penetrar defensas avanzadas y lanzar ataques estratégicos sigue siendo valiosa, pero el alto precio de adquisición y mantenimiento hace que su permanencia en servicio sea cada vez menos justificable. En última instancia, el B-2 ha sido crucial para la estrategia de disuasión de EE. UU., pero su era parece estar llegando a su fin ante opciones más eficientes y escalables.