Lockheed Martin ha validado los combustibles sintéticos para turbinas de aviación (SATF) como aptos para operar en el caza F-35, lo que podría favorecer las metas energéticas y climáticas de la Fuerza Aérea.
El anuncio coincide con la demostración en Noruega del uso inicial de SATF en sus F-35. Según un portavoz de Lockheed, la aprobación se logró tras un análisis técnico y estratégico que confirmó que el SATF cumple con los estándares de rendimiento y confiabilidad exigidos para misiones complejas. Se aclaró que no hay riesgos técnicos si los SATF no superan el 50 % de la mezcla con combustible estándar, límite que varía según las materias primas y el método de producción.
Los SATF pueden originarse tanto de fuentes fósiles, como carbón y gas, como de recursos renovables y reciclables, como productos agrícolas y aceite usado. Lockheed destacó que estas fuentes alternativas de combustible podrían mejorar la preparación al disminuir la dependencia de cadenas de suministro extensas.
Con esta autorización, los F-35 de Estados Unidos podrían operar con SATF durante despliegues en Noruega, donde el combustible para ejercicios conjuntos lo proporciona el país anfitrión. Según Lockheed, integrar SATF en las operaciones apoya los objetivos del Departamento de Defensa en diversificación energética y refuerza la resiliencia y flexibilidad operativa.

El 14 de enero, Noruega realizó los primeros vuelos del F-35 utilizando SATF en una mezcla 60/40 con combustible estándar, lo que el Ministerio de Defensa noruego describió como “biocombustibles”. El ministro de Defensa, Bjorn Arild Gram, subrayó que la Fuerza Aérea noruega genera un tercio de las emisiones de carbono de su ministerio, y aseguró que el uso de mezclas más sostenibles reducirá emisiones y fortalecerá la seguridad del suministro. Además, Gram afirmó que el objetivo es alcanzar metas climáticas mientras se mejora la preparación operativa.
Noruega, que posee cerca de 40 de los 52 F-35 proyectados para 2030, cuenta con un nuevo plan de defensa que contempla un aumento significativo en la actividad militar. El SATF podría facilitar este objetivo reduciendo el impacto climático de las fuerzas armadas.
La Fuerza Aérea de Estados Unidos exploró la tecnología de combustibles sintéticos en la década de 2000, utilizando el método Fischer-Tropsch para convertir carbón y otros materiales en combustible de calidad aeronáutica. Pruebas realizadas en un C-17 y un B-52 confirmaron su viabilidad, con un B-52 operando en 2006 con una mezcla de combustible sintético en dos de sus motores y posteriormente en los ocho.
Aunque actualmente no se especifica la capacidad de producción de combustibles sintéticos de la Fuerza Aérea, en 2021 colaboró con empresas privadas para fabricarlos a partir de carbono mediante Fischer-Tropsch. En su Plan de Acción Climática de 2022, estableció como meta que, para 2026, el 10 % del combustible de aviación en dos de sus bases operativas sea sostenible y no supere el costo del combustible convencional.
Con un consumo anual de aproximadamente dos mil millones de galones de combustible, cualquier ahorro en el costo por galón tendría un impacto significativo en el presupuesto de la Fuerza Aérea.