La irrupción de las armas de alta precisión en los teatros de operaciones contemporáneos se remonta a más de medio siglo, marcando su debut en Vietnam. Desde entonces, el empeño por alcanzar niveles superiores de exactitud y potencial destructivo ha llevado los costos de estas herramientas bélicas a cifras astronómicas.
Los proyectiles de artillería guiados por sistemas de posicionamiento global (GPS) en Estados Unidos alcanzan precios de hasta 100,000 dólares por unidad. Esta elevada inversión ha resultado en una disponibilidad limitada de armamento inteligente, situación que dejó a las naciones europeas en desventaja durante el conflicto en Libia en 2011.
Israel, priorizando la preservación de su arsenal sobre la minimización de daños colaterales, ha optado por emplear bombas convencionales en Gaza. No obstante, surge la interrogante: ¿Es posible unir la precisión con la masividad?
En un giro sin precedentes en la historia militar, la respuesta a esta pregunta se está delineando en los frentes ucranianos. Nuestra cobertura semanal destaca la emergencia de drones de visión en primera persona (FPV) que, al ser modificados a partir de modelos comerciales y equipados con cargas explosivas, están redefiniendo las dinámicas de combate.
Estos dispositivos, caracterizados por su accesibilidad económica y capacidad de infiltración, representan una amenaza creciente tanto para la infantería como para unidades blindadas, al ser capaces de penetrar defensas y ejecutar ataques con precisión devastadora.
La prevalencia de los drones FPV y sus equivalentes acuáticos está en ascenso, con más de 3,000 ataques registrados en enero. En un movimiento estratégico, Volodymyr Zelensky, mandatario ucraniano, ha instituido la Fuerza de Sistemas No Tripulados, enfocada exclusivamente en la guerra aérea no tripulada.
Proyectando hacia 2024, Ucrania se encamina a ensamblar entre uno y dos millones de drones, una cifra que sorprendentemente podría equilibrar la disminución en el consumo de munición del país, atribuida a la reticencia de ciertos sectores del Congreso estadounidense a suministrar los recursos bélicos necesarios.
Drones en el campo de batalla: Más allá de la innovación
El dron, lejos de ser considerado un artefacto prodigioso, se posiciona en el epicentro de tendencias significativas en el ámbito de la guerra moderna. Esta evolución señala un viraje hacia armamentos de menor tamaño, coste reducido y naturaleza prescindible; un incremento en la incorporación de tecnologías de consumo al servicio militar; y un avance hacia la autonomía en los escenarios de conflicto.
Este panorama sugiere que la adopción de tecnología de drones trascenderá rápidamente las filas militares, permeando grupos insurgentes, redes terroristas y facciones criminales, evolucionando no al paso de los ciclos financieros del sector defensa, sino con la velocidad característica de la industria tecnológica de consumo.
La simplicidad revolucionaria de los drones FPV, surgidos de la evolución de los cuadricópteros de competición y ensamblados a partir de componentes estándar, hace posible su adquisición por apenas unos cientos de dólares. A pesar de sus limitaciones en términos de alcance, capacidad de carga y vulnerabilidad a condiciones climáticas adversas, su capacidad de infligir daños es innegable.
Un informe reciente destaca cómo, en una sola semana de combate otoñal, los drones ucranianos contribuyeron a la neutralización de 75 tanques y 101 piezas de artillería pesada rusos, entre otros objetivos. Mientras que Rusia también dispone de drones FPV, su estrategia se enfoca principalmente en el ataque a posiciones defensivas y personal militar, evidenciando cómo estos dispositivos dificultan la ejecución de operaciones ofensivas por ambas partes.
El incremento en la proliferación de drones, tanto en el bando ucraniano como en el ruso, ilustra una segunda corriente: la inspiración y adaptación de la tecnología de consumo masivo. Esta tendencia no se limita al contexto ucraniano; en Myanmar, por ejemplo, grupos rebeldes han logrado superar a las fuerzas estatales gracias a la utilización de impresoras 3D para la fabricación de componentes esenciales y el montaje de estructuras en talleres de pequeña escala.
Este fenómeno anticipa que organizaciones delictivas y terroristas probablemente no tardarán en adoptar y adaptar estas tecnologías para sus fines, marcando una nueva era en la guerra asimétrica y en los desafíos de seguridad global.
Democratización de la tecnología militar: Un nuevo paradigma
La emergencia de una “democratización” en el arsenal de precisión refleja un cambio paradigmático en la guerra contemporánea. El uso por parte de los hutíes en Yemen de kits de guiado iraníes asequibles para ensamblar misiles antibuque demuestra cómo armamentos letales pueden ser fabricados y desplegados a una fracción del costo tradicional, representando una amenaza significativa para los buques en el mar Rojo.
Irán, por su parte, ha evidenciado que un arsenal diversificado de drones de ataque de largo alcance y misiles balísticos puede ejercer una influencia geopolítica desproporcionada respecto a su costo de producción. Aunque se anticipa que las tecnologías para contrarrestar interferencias puedan incrementar los costos operativos de los drones, su relación costo-eficacia en términos de impacto estratégico seguirá siendo ventajosa.
Esta revolución se sustenta en los avances de la tecnología de consumo, que acelera la innovación y amplía las capacidades con cada nuevo ciclo de producto. Este fenómeno introduce dilemas éticos y desafíos relacionados con la obsolescencia tecnológica, complicando la implementación de pruebas exhaustivas bajo los estándares exigidos por los países occidentales en tiempos de paz y por las Convenciones de Ginebra.
El avance hacia la autonomía marca la última frontera en esta evolución. La operación de drones FPV, actualmente limitada por la disponibilidad de pilotos expertos y vulnerabilidades ante interferencias, está en proceso de ser transformada por el desarrollo de sistemas de navegación autónoma y algoritmos de reconocimiento de objetivos. La inteligencia artificial, ya presente en drones comerciales, está avanzando a pasos agigantados, prometiendo un futuro donde la autonomía se extiende a un amplio espectro de armamentos.
La autonomía en el campo de batalla no es un concepto nuevo, habiendo estado presente en las municiones de alta gama y los misiles de crucero durante décadas. Sin embargo, la accesibilidad de microchips y software a bajo costo está abriendo la puerta a la integración de inteligencia avanzada en millones de municiones de menor coste, saturando los escenarios de conflicto con capacidades previamente inalcanzables.
El dominio de la autonomía a gran escala por parte de uno de los contendientes en Ucrania podría significar una ventaja temporal pero crítica en términos de potencia de fuego, estableciendo un precedente para el futuro de la guerra convencional y asimétrica.
Adaptación occidental a la nueva era de armamento
Las naciones occidentales se encuentran en un proceso de ajuste tardío frente a las enseñanzas que emergen de los campos de batalla modernos. La conclusión es clara: las soluciones armamentísticas económicas y simples no están destinadas a reemplazar las plataformas militares de élite, sino a servir de complemento a estas.
En una respuesta a esta realidad, el Pentágono ha iniciado la operación “Replicator”, un ambicioso proyecto que busca la producción en masa de drones y municiones de bajo costo, diseñados para ser desplegados contra la vasta maquinaria militar de China. Europa, por su parte, se encuentra aún más atrasada en este proceso adaptativo.
Con un creciente convencimiento entre sus líderes políticos y militares sobre la posibilidad de un nuevo gran conflicto europeo antes del fin de la década, se hace imperativo un incremento urgente en la inversión hacia drones de bajo coste. Además, la proliferación de drones implica la necesidad de sistemas de defensa igualmente omnipresentes, tanto en zonas de conflicto como en territorios en paz.
La evolución hacia drones inteligentes plantea interrogantes fundamentales sobre la naturaleza de la guerra moderna y la capacidad humana para mantener el control sobre el campo de batalla. Con el aumento en el número de drones, la posibilidad de formar enjambres que operen de manera autocoordinada se convierte en una realidad palpable. Esta autonomía presenta desafíos significativos para la supervisión humana, complicando la comprensión y autorización de sus acciones en tiempo real.
Estados Unidos y sus aliados enfrentan el desafío de adaptarse a un panorama donde la mejora y dispersión de las capacidades militares ocurre a un ritmo acelerado y de forma más extensa que nunca. El cielo sobre Ucrania, saturado de armas desechables que aúnan precisión y poder destructivo, sirve de premonición.
La masificación de aviones de combate no tripulados está redefiniendo la dinámica entre el ser humano y la tecnología en el contexto de la guerra, marcando el inicio de una era donde la superioridad tecnológica podría dictar los términos del conflicto bélico.