El B-1 Lancer, bombardero estratégico, protagoniza debates sobre su rol armamentístico y adaptaciones en un contexto de tratados y tensiones globales.
Evolución del B-1 Lancer y su rol estratégico
El B-1 Lancer, conocido como “The Bone” por su designación B-1, irrumpió en la escena militar en 1985 como un bombardero estratégico de largo alcance, diseñado para penetrar defensas enemigas a baja altitud y alta velocidad. Construido por Rockwell International, ahora parte de Boeing, este avión de alas de geometría variable se desarrolló durante la Guerra Fría con un propósito claro: servir como plataforma nuclear para contrarrestar la amenaza soviética. Su capacidad para volar a Mach 1.2 y llevar una carga útil de hasta 75,000 libras lo convirtió en un activo clave para el Comando Aéreo Estratégico (SAC). En 1986, el B-1B alcanzó su capacidad operativa inicial y fue puesto en alerta nuclear, listo para desplegar bombas nucleares como las B61 y B83, así como misiles de crucero lanzados desde el aire.
El diseño del B-1B incluía características avanzadas para su época, como un radar de baja sección transversal y sistemas de contramedidas electrónicas AN/ALQ-161A, que le permitían evadir radares enemigos. Sus tres bahías internas de armas y seis puntos duros externos bajo el fuselaje podían albergar una amplia gama de armamento, desde misiles nucleares AGM-69 SRAM hasta bombas convencionales. Sin embargo, el fin de la Guerra Fría y los tratados de reducción de armas estratégicas transformaron radicalmente su misión. En 1991, el B-1B comenzó a reorientarse hacia roles convencionales, un cambio que culminó con la eliminación formal de su capacidad nuclear en 1994, bajo el marco del Tratado START I.
La transición no fue solo administrativa. Entre 2007 y 2011, la Fuerza Aérea de EE. UU. implementó modificaciones físicas para garantizar que el B-1B no pudiera volver a portar armas nucleares sin una reconfiguración significativa. Estas incluyeron la soldadura de manguitos cilíndricos en los puntos de anclaje de las alas para evitar la instalación de pilones nucleares y la remoción de conectores de cableado en las bahías de armas que permitían la activación de ojivas nucleares. Estas medidas se alinearon con el Tratado New START, firmado en 2010, que exigía inspecciones anuales por parte de funcionarios rusos para verificar el cumplimiento. Desde entonces, el B-1B ha sido descrito oficialmente como un bombardero “convencional únicamente”.
A pesar de esta transformación, persisten preguntas sobre si el B-1B podría recuperar su rol nuclear. Algunos analistas señalan que el Pentágono mantiene un plan de “reversión nuclear” bajo el cual se conservan bombas nucleares en la Reserva Activa Estratégica del Comando Estratégico de EE. UU. (STRATCOM), lo que teóricamente permitiría reequipar los B-1B en caso de una crisis global. Este plan, formalizado en 1992 y reafirmado en la Revisión de la Postura Nuclear de 1994, sugiere que la reconfiguración, aunque costosa y compleja, no es imposible. Sin embargo, expertos como Hans Kristensen de la Federación de Científicos Americanos argumentan que la retórica sobre la “disuasión estratégica” del B-1B a menudo genera confusión, ya que el término suele asociarse con capacidades nucleares, aunque en este caso se refiere principalmente a su rol convencional.

Datos clave sobre el B-1 Lancer y su capacidad armamentística
- Carga útil máxima: 75,000 libras en bahías internas y 59,000 libras en puntos externos, la mayor de la Fuerza Aérea para armas convencionales.
- Modificaciones New START: Soldadura de manguitos en pilones y remoción de cableado nuclear completada en 2011, verificada anualmente por Rusia.
- Plan de reversión: El Pentágono mantiene bombas nucleares en reserva para posible reequipamiento, aunque no hay evidencia de implementación.
- Armamento actual: Incluye JDAM GBU-31, JASSM-ER, y potencialmente misiles hipersónicos AGM-183 ARRW.
- Alcance: Aproximadamente 7,455 millas sin reabastecimiento, ideal para misiones de largo alcance.
El B-1 Lancer en operaciones convencionales
Desde su redesignación como bombardero convencional, el B-1B Lancer ha demostrado ser una plataforma versátil en múltiples conflictos. Durante la Operación Zorro del Desierto en Irak en 1998, debutó en combate desplegando armas convencionales no guiadas. En la Operación Libertad Duradera en Afganistán, ocho B-1B lanzaron casi el 40% del tonelaje total de bombas de la coalición, incluyendo 3,900 JDAM, que representaron el 67% del total de estas armas guiadas por precisión. En la Operación Libertad Iraquí, los B-1B volaron menos del 1% de las misiones de combate, pero entregaron el 43% de las JDAM utilizadas, destacando su capacidad para transportar grandes cantidades de armamento guiado.
Las actualizaciones tecnológicas han reforzado su relevancia. En 2009, Boeing implementó el Enlace de Datos Totalmente Integrado (FIDL), que mejoró la conciencia situacional de la tripulación mediante pantallas a color y procesadores avanzados. En 2011, el programa Sustainment Block (SB) actualizó los sistemas de navegación y entrega de armas, permitiendo el uso de armas de precisión como el AGM-158 JASSM. Más recientemente, la Fuerza Aérea ha reconfigurado las bahías internas para aumentar la capacidad de carga de 24 a 40 armas, utilizando el Lanzador Rotativo Común Estratégico (CSRL), y ha reactivado seis de los ocho puntos duros externos, previamente desactivados bajo el Tratado New START, para portar misiles hipersónicos como el AGM-183 ARRW y posiblemente el HAWC, con un total potencial de 31 armas hipersónicas.
Estas mejoras han permitido al B-1B adaptarse a entornos de amenaza media, como los enfrentados en Irak y Siria durante la Operación Resolución Inherente. Sin embargo, su falta de características furtivas lo hace menos adecuado para penetrar defensas aéreas modernas, como las de Rusia o China, donde bombarderos como el B-2 Spirit o el futuro B-21 Raider toman la delantera. A pesar de esto, el B-1B sigue siendo un pilar de la fuerza de bombarderos de largo alcance de EE. UU., operando desde bases como Dyess en Texas y Ellsworth en Dakota del Sur, con un inventario activo de 45 aviones tras el retiro de 17 unidades en 2021.
La Fuerza Aérea planea mantener el B-1B operativo hasta 2032, cuando será reemplazado gradualmente por el B-21 Raider, un bombardero furtivo de sexta generación. Hasta entonces