En meses recientes, la guerra entre Rusia y Ucrania ha entrado en una fase intensa, caracterizada por el uso creciente de drones. Esta nueva etapa se define por un ataque aéreo constante, donde los drones iraníes Shahed se han convertido en una herramienta clave para las fuerzas de Moscú.
Durante octubre, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, reportó más de 2.000 ataques aéreos con drones, lo que representa una media de aproximadamente 65 drones Shahed al día. La frecuencia de estos ataques se ha vuelto habitual, afectando severamente las ciudades e infraestructuras de Ucrania.
Las instalaciones energéticas, áreas urbanas y estructuras críticas están siendo atacadas con precisión, lo que evidencia la intención calculada de Rusia de desmantelar tanto la resiliencia como la moral del país invadido. El modelo principal en esta ofensiva es el dron Shahed-136, un dispositivo “kamikaze” de bajo costo.
Con un alcance de hasta 2.400 kilómetros y una carga explosiva de hasta 50 kg, el Shahed-136 ha modificado el panorama de la guerra, permitiendo a Rusia realizar ataques profundos dentro de Ucrania. Estos drones son capaces de volar a baja altura, lo que dificulta su detección y genera una amenaza constante a las defensas ucranianas.
Debido a su bajo costo y gran volumen, los drones se despliegan en enjambres que superan las capacidades de defensa aérea. Este método de guerra es perjudicial tanto psicológica como estratégicamente para Ucrania. La accesibilidad de Rusia a los componentes necesarios para construir estos drones plantea inquietudes significativas.
Gran parte de las piezas provienen de empresas occidentales que son adquiridas a través de complejos canales de proveedores, eludiendo las sanciones impuestas. Zelensky ha resaltado la importancia de implementar controles de exportación más rigurosos, instando a los aliados de Ucrania a cerrar las brechas que facilitan que estos componentes lleguen a manos rusas.
Alianza entre Rusia e Irán: producción de drones en territorio ruso
Cada Shahed-136 lanzado sobre Ucrania representa un problema mayor: el flujo continuo de piezas fabricadas en Occidente hacia la maquinaria bélica rusa, a pesar de las sanciones. Esta oleada de ataques con drones también refleja una colaboración más estrecha entre Rusia e Irán.
Recientemente, ambos países firmaron un acuerdo para producir drones Shahed en Rusia, renombrándolos localmente como Geran-2. Esta estrategia permitirá a Moscú ampliar su inventario de drones, con la intención de sortear futuras limitaciones de suministro por parte de Irán.
Esta adaptación pone de manifiesto la decisión de Rusia de buscar autonomía en su programa de drones y resalta la importancia táctica que atribuyen a estos dispositivos en sus operaciones militares. Los efectos devastadores de estos drones se evidenciaron en un ataque dirigido contra la red eléctrica de Ucrania en el invierno de 2022.
Durante ese periodo, al descender las temperaturas, Rusia llevó a cabo una serie de ataques con drones contra la infraestructura eléctrica, causando cortes de energía y dejando a millones de personas sin acceso a la electricidad. Los drones Shahed-136, junto con ataques con misiles, abrumaron las defensas de Ucrania.
Este enfoque se saldó con prolongados apagones en grandes ciudades como Kiev, exacerbando la crisis humanitaria y reflejando la amenaza que representan los drones en el contexto de la guerra. La combinación de tácticas aéreas con ataques directos resalta el desafío que enfrenta Ucrania ante una ofensiva que parece lejos de amainar.
Estrategias híbridas en la guerra ruso-ucraniana: drones y misiles
La combinación de drones y misiles en tácticas híbridas ha resultado efectiva, causando daños tanto físicos como psicológicos. Para Ucrania, mejorar sus defensas contra drones se ha vuelto una prioridad urgente, solicitando sistemas avanzados de defensa aérea occidentales para hacer frente a esta amenaza constante.
Los crecientes vínculos militares entre Rusia e Irán revelan una estrategia conjunta para eludir sanciones occidentales y fortalecer sus posiciones geopolíticas. Irán obtiene experiencia técnica valiosa, mientras Rusia asegura un suministro continuo de drones necesarios para sus operaciones.
Este entendimiento resalta la necesidad de que Occidente responda de manera coordinada para interrumpir las cadenas de suministro que alimentan la maquinaria militar rusa. La alianza entre estos países complica aún más la situación, generando nuevos desafíos diplomáticos para el occidente en un conflicto con repercusiones globales.
En medio de esta ofensiva incesante, los civiles ucranianos enfrentan dificultades crecientes debido a que los constantes ataques dañan la infraestructura, poniendo en riesgo servicios esenciales como calefacción y electricidad. A pesar de los esfuerzos internacionales para frenar el flujo de piezas, la complejidad de las cadenas de suministro globales dificulta su aplicación efectiva.
Con la llegada del invierno, Ucrania se prepara para una escalada continua, lo que resalta la naturaleza prolongada y destructiva de la estrategia rusa. También han surgido dudas sobre la transparencia del gobierno ucraniano en relación con sus capacidades defensivas, lo que añade más complicaciones a la narrativa de la guerra.
Recientemente, el teniente coronel retirado Oleg Starikov, experto militar del Servicio de Seguridad de Ucrania [SBU], cuestionó la afirmación de Zelensky sobre la producción de obuses autopropulsados. Según Zelensky, Ucrania fabricaría actualmente 30 obuses Bogdan al mes, superando significativamente la producción anual francesa de 25 obuses CAESAR.
Cuestionamientos sobre la producción militar ucraniana
Starikov desmintió públicamente esta afirmación, considerándola poco realista y potencialmente engañosa. Señaló que es poco probable alcanzar ese ritmo de producción dadas las limitaciones industriales y logísticas actuales de Ucrania, reflejando las realidades de su industria de defensa, que ha sufrido múltiples bombardeos.
A diferencia del complejo militar-industrial de Francia, Ucrania enfrenta recursos limitados y cadenas de suministro fragmentadas. Carece de la capacidad para producir componentes críticos, como cañones de armas, que son fabricados por muy pocos países en el mundo.
Incluso las piezas de artillería suministradas por Occidente a menudo requieren reparaciones o partes que no están fácilmente disponibles, lo que ejerce presión adicional sobre los recursos militares de Ucrania. Starikov subrayó la discrepancia entre las afirmaciones de Zelensky y la situación real en el terreno.
Argumentó que si Ucrania pudiera producir incluso la mitad de la cantidad anunciada de obuses, las fuerzas ucranianas no tendrían una escasez tan marcada de artillería. Esta diferencia ha generado preocupaciones sobre la transparencia del gobierno ucraniano respecto a sus capacidades militares.
Críticos sugieren que las cifras infladas podrían distorsionar las expectativas públicas y afectar el apoyo internacional. Para Ucrania, mantener la credibilidad de los informes militares es crucial tanto para la moral interna como para asegurar el respaldo internacional.
A medida que la guerra se intensifica, la habilidad para comunicar evaluaciones realistas de las fortalezas y desafíos de Ucrania se vuelve tan vital como el propio suministro de armamento. El costo humano de los ataques continuos de drones rusos, junto a las duras realidades de la guerra, revela la profunda resiliencia que Ucrania requiere para soportar esta lucha prolongada.
Preparación para un invierno desafiante en Ucrania
Con el invierno a la vuelta de la esquina, lo que está en juego sigue siendo considerable, y Ucrania junto a sus aliados están dispuestos a enfrentar otra temporada de resistencia feroz y supervivencia frente a desafíos cada vez más severos.