La doctrina defensiva, la falta de industria adecuada y problemas operativos impiden a Rusia competir con potencias como EE. UU. en portaaviones.
La estrategia naval rusa nunca priorizó portaaviones ofensivos
A diferencia de Estados Unidos, que estructuró su poder marítimo en torno a grupos de combate con portaaviones, Rusia adoptó una doctrina centrada en proteger sus submarinos nucleares. Esta diferencia estratégica explica el escaso interés soviético y ruso por crear portaaviones de ataque. La Armada rusa prefirió invertir en medios defensivos cercanos a sus costas, lo que marcó el rumbo de su desarrollo naval.
Durante las décadas de la Guerra Fría, Moscú impulsó programas navales que reflejaban esa postura. Los portahelicópteros clase Moskva, construidos en los años 60, eran buques antisubmarinos de 15,000 toneladas, capaces de transportar hasta 14 helicópteros Ka-25 para detectar y neutralizar submarinos enemigos. Estos barcos no buscaban proyectar fuerza a larga distancia, sino reforzar un perímetro defensivo conocido como el “cinturón azul”.
El único portaaviones operativo de Rusia, el Almirante Kuznetsov, es un ejemplo de sus limitaciones técnicas. Botado en 1985, fue diseñado para apoyar buques y submarinos, no para liderar ofensivas marítimas. Su plataforma ski-jump impide lanzar aviones pesados completamente armados, a diferencia de los portaaviones estadounidenses que usan catapultas. Además, su propulsión con calderas Mazut limita severamente su autonomía.
Las fallas del Kuznetsov son reiteradas. Desde la pérdida de dos aviones en Siria en 2016 hasta incendios e incidentes mecánicos, el portaaviones ha estado fuera de servicio desde 2018 y se espera que no regrese antes de 2027. Su historial refleja los problemas estructurales que enfrenta Rusia para mantener y operar este tipo de naves.
El proyecto Ulyanovsk reveló los límites tecnológicos soviéticos
En 1988, la Unión Soviética intentó competir con Estados Unidos al iniciar la construcción del Ulyanovsk, un portaaviones nuclear proyectado con 85,000 toneladas de desplazamiento. Su diseño incluía cuatro reactores KN-3, dos catapultas de vapor y capacidad para 70 aeronaves, pero la disolución de la URSS en 1991 detuvo el proyecto.
El Ulyanovsk nunca pasó del 40% de construcción en los astilleros de Nikolaiev. En 1992, el casco incompleto fue desmantelado. La falta de presupuesto y la pérdida de infraestructura clave en Ucrania impidieron su conclusión. Desde entonces, Rusia no ha logrado desarrollar un sustituto viable ni ha completado ningún proyecto similar.
Propuestas como el Shtorm 23000E, presentadas en 2015, no superaron el estadio conceptual. Aunque su diseño planteaba una nave de 100,000 toneladas, similar a la clase Gerald R. Ford de Estados Unidos, la falta de fondos y la incapacidad industrial frustraron su avance más allá de las maquetas.
Estos fracasos demuestran que, pese a los intentos de modernización, Rusia no posee los recursos técnicos ni financieros para construir portaaviones de gran envergadura. Las prioridades estratégicas siguen enfocadas en otras áreas más asequibles y efectivas dentro del entorno naval ruso.
La doctrina naval rusa sigue apostando por submarinos estratégicos
El enfoque militar ruso durante y después de la Guerra Fría ha privilegiado la inversión en submarinos nucleares y cruceros lanzamisiles. Buques como los de la clase Kirov y submarinos de la clase Oscar II, armados con misiles Granit, fueron concebidos para neutralizar portaaviones enemigos, en lugar de replicarlos.
Este modelo doctrinal sigue vigente con la modernización de plataformas como los submarinos clase Borei y Yasen, que integran misiles balísticos y de crucero de última generación. Estas embarcaciones conforman el núcleo de la disuasión rusa, operando con discreción desde el Ártico hasta el Pacífico.
Rusia considera que los portaaviones son objetivos vulnerables ante amenazas como misiles hipersónicos o torpedos. Su estrategia prioriza la disuasión basada en el sigilo submarino y la capacidad de atacar desde el mar sin necesidad de proyección aérea prolongada.
El resultado es una Armada orientada a la defensa de su perímetro marítimo y no a la presencia global. Este planteamiento reduce la necesidad operativa de portaaviones, a pesar de su valor simbólico como instrumentos de poder naval.
Factores que impiden el desarrollo de portaaviones rusos
- La pérdida de infraestructura clave en Ucrania, como los astilleros de Mykolaiv, paralizó proyectos como el Ulyanovsk.
- Los astilleros rusos actuales no están diseñados para construir buques de más de 60,000 toneladas.
- El presupuesto militar ruso en 2023 fue de 84,000 millones de dólares, frente a los 877,000 millones de EE. UU.
- Los portaaviones nucleares requieren sistemas complejos como catapultas electromagnéticas EMALS, inexistentes en Rusia.
- El entrenamiento insuficiente limita la capacidad rusa para operar grupos de combate navales eficaces.
La brecha con Estados Unidos se mantiene en expansión tecnológica
Estados Unidos ha consolidado su dominio naval sobre la base de portaaviones de gran capacidad como los de la clase Nimitz y Gerald R. Ford. Estas plataformas, con hasta 100,000 toneladas de desplazamiento y tecnología avanzada, permiten mantener operaciones sostenidas en cualquier océano.
Cada portaaviones estadounidense transporta cerca de 90 aeronaves, incluyendo cazas F/A-18, aviones de alerta E-2 Hawkeye y helicópteros. Su defensa está garantizada por destructores Arleigh Burke y cruceros Ticonderoga, que integran el sistema Aegis y misiles SM-6.
La combinación de aviación embarcada, escoltas y logística permite a EE. UU. ejercer presión militar en cualquier región del planeta. En contraste, Rusia no ha desarrollado la infraestructura ni el personal necesarios para desplegar capacidades similares.
Mientras EE. UU. opera 11 portaaviones nucleares, Rusia cuenta únicamente con el Kuznetsov, un buque envejecido con problemas técnicos recurrentes y sin una escuadra de apoyo comparable.
Rusia prioriza submarinos mientras descarta ambiciones mayores
Ante la imposibilidad de construir un portaaviones moderno, Rusia ha concentrado sus recursos en fortalecer su flota de submarinos. Las clases Borei y Yasen, equipadas con misiles Kalibr, Zircon y Bulava, aseguran una presencia estratégica eficaz en sus áreas de interés.
Estas plataformas permiten a la Marina rusa cumplir con sus objetivos sin necesidad de proyectar fuerza aérea embarcada. La elección responde tanto a criterios doctrinales como a limitaciones industriales y presupuestarias.
El proyecto Shtorm, que proponía un superportaaviones nuclear, nunca avanzó por sus costos elevados. Analistas coinciden en que las prioridades rusas actuales son la renovación de su flota de superficie y la modernización de sus astilleros.
En este contexto, la construcción de portaaviones se mantiene fuera del alcance ruso. Las condiciones tecnológicas, económicas y doctrinales hacen improbable un cambio en el corto o mediano plazo.