El 12 de marzo, en virtud de la Autoridad Presidencial de Reducción, Estados Unidos anunció una asignación de ayuda a Ucrania de $300 millones.
Esta ayuda se centra principalmente en el suministro de munición esencial a Ucrania, destacando entre el arsenal enviado los misiles antiaéreos Stinger, críticos para las operaciones de defensa tierra-aire.
El momento elegido para esta ayuda es crucial, dada la reciente escalada de actividades aéreas por parte de Rusia. Las fuerzas aéreas rusas han desempeñado un papel clave en la renovada ofensiva, proporcionando cobertura aérea a sus tropas terrestres y perforando las defensas de Ucrania. Para contrarrestar esto y preservar su soberanía, Ucrania considera imperativo interceptar estas aeronaves, siendo los misiles Stinger un elemento vital en esta estrategia.
Desarrollados por General Dynamics y en servicio desde 1981, los misiles FIM-92 Stinger son un componente esencial de las capacidades defensivas no solo de Estados Unidos, sino también de las fuerzas armadas mundiales.
Estos misiles emplean tecnología de guiado por infrarrojos para detectar y seguir el calor emitido por los motores de las aeronaves, lo que les confiere una gran precisión a la hora de fijar sus objetivos. Aunque los aviones actuales pueden aplicar contramedidas, la intensa firma térmica de sus motores las hace solo parcialmente eficaces.
Una clara ventaja del Stinger es su portabilidad. Alojado en un tubo lanzador de 1,5 metros, el sistema completo pesa aproximadamente 15 kg, lo que permite a un solo marine transportarlo y manejarlo de forma autónoma en el teatro de operaciones.
El arsenal ucraniano de misiles Stinger ha ido disminuyendo, a pesar de las entregas anteriores por parte de Estados Unidos y aliados como Holanda, Italia, Letonia, Lituania y Alemania, que sumaban más de 2.000 unidades antes de la guerra. El uso intensivo de estos sistemas en la guerra actual ha sido ampliamente documentado, incluyendo registros visuales de aviones rusos derribados.
Refuerzo de la defensa antiaérea ucraniana con misiles Stinger
Aunque Ucrania dispone de sistemas antiaéreos de mayor complejidad, los Stinger ofrecen una ventaja diferencial: su movilidad y el mínimo entrenamiento requerido para su manejo. Esta característica los hace ideales para la dispersión estratégica a lo largo del extenso frente de batalla.
Con la línea del frente extendida por las provincias de Donetsk y Luhansk, un operador de Stinger resulta ser un objetivo menos perceptible en comparación con instalaciones de defensa antiaérea más voluminosas.
El arsenal disponible de Stinger se agota ante el aumento de las actividades aéreas rusas, lo que se refleja en un creciente número de aviones rusos interceptados.
A pesar de que los informes de Oryxspioenkop indican la destrucción de un número moderado de aviones rusos desde principios de año, las autoridades ucranianas informan de cifras más elevadas, lo que demuestra una notable eficacia en el uso de estos misiles.
Esto demuestra que, a pesar de las bajas sufridas, el ejército ruso mantiene una flota aérea considerable, que hasta el reciente aumento de la ofensiva había sido infrautilizada.
Clave para avanzar a través de los campos de minas
El aumento de la actividad aérea rusa podría estar directamente relacionado con los complejos sistemas de defensa terrestre implantados por Ucrania, que incluyen campos de minas diseñados para frenar el avance de las tropas rusas. Ucrania ha desplegado una red de vigilancia con drones sobre estos campos, identificando y marcando a las unidades rusas que tratan de superar estos obstáculos. Estas unidades son posteriormente objetivo de la artillería ucraniana, posicionada fuera del alcance efectivo de la artillería rusa para esquivar los contraataques.
En este contexto, las fuerzas rusas se ven obligadas a neutralizar tanto los drones de vigilancia ucranianos como su artillería para asegurar el paso a través de los campos minados. La superioridad en tecnología de drones del lado ucraniano ha llevado a Rusia a optar por la estrategia de utilizar su fuerza aérea para atacar directamente a la artillería ucraniana.
A medida que las unidades rusas se acercan a las barreras de minas ucranianas, se despliegan aviones de combate rusos para localizar y neutralizar las baterías de artillería ucranianas. Esta táctica sigue una estrategia similar planeada por Ucrania, que se vio limitada por la falta de aviones para ponerla en práctica ante los obstáculos rusos.
El suministro de misiles Stinger a Ucrania se convierte en un factor decisivo en este contexto. Los aviones rusos, en estrecho apoyo de sus fuerzas terrestres, son un objetivo prioritario para estos misiles antiaéreos. Aunque los aviones rusos más avanzados disponen de contramedidas que pueden disminuir la eficacia de los Stinger, el simple hecho de tener que realizar maniobras evasivas para evitar ser derribados les impide poder efectuar ataques precisos contra la artillería ucraniana, neutralizándolos temporalmente.
En esta guerra, que se ha convertido en una guerra de desgaste, la capacidad de superar las barreras defensivas es fundamental. La necesidad rusa de apoyo aéreo cercano para atravesar las defensas ucranianas contrasta con la capacidad de Ucrania para recuperar el dominio del espacio aéreo con la integración de más misiles Stinger, que podrían ser decisivos para frenar el ímpetu ofensivo ruso.