El Boeing X-32 y el Lockheed Martin X-35 fueron protagonistas de una reñida competencia para adjudicarse el contrato del Joint Strike Fighter, que eventualmente favoreció al F-35 de Lockheed Martin.
Aunque el Boeing presentó innovaciones, modificaciones en el diseño de sus alas y otros contratiempos técnicos contribuyeron a su derrota. El prototipo de Lockheed, el X-35, destacó por su capacidad para realizar despegues y aterrizajes tanto convencionales como verticales, una ventaja decisiva en la competencia.
Después de su derrota, Boeing no cuestionó el resultado; en cambio, canalizó sus hallazgos y desarrollos hacia la mejora de otros proyectos, incluyendo el F/A-18 E/F Super Hornet y el vehículo aéreo de combate no tripulado X-45A.
Desarrollos subsecuentes y lecciones aprendidas
Durante el auge de la competencia, tanto el Boeing X-32 como el Lockheed Martin X-35 se disputaban intensamente la oportunidad de ser nombrados el próximo Joint Strike Fighter. Aunque el F-35 de Lockheed Martin resultó ser el ganador, es innegable que la competencia entre estos dos modelos propulsó mejoras en el diseño y desempeño del F-35 Lightning II.
Boeing desplegó dos demostradores, el X-32A y el X-32B, que participaron en más de 140 vuelos de prueba entre 2000 y 2001. Estos aviones demostraron capacidades notables como alcanzar velocidades de MACH 1.6, realizar reabastecimiento en vuelo y manejar operaciones en la bahía de armas con capacidad para seis misiles aire-aire.
Inicialmente, el X-32 fue diseñado con alas en delta, pero este concepto fue reemplazado por un diseño de ala convencional que se planificó para el F-32 final, aunque este último nunca se materializó más allá de modelos de papel y maquetas. La necesidad de modificar el diseño de las alas resultó ser un lastre para Boeing en la competencia.
Innovaciones técnicas y rendimiento operativo
Las mejoras no se limitaron a las alas; también se realizaron ajustes en el diseño de la nariz y la cubierta de la cabina. El X-32B sobresalió en los despegues cortos y aterrizajes verticales, mientras que el X-32A demostró capacidades para despegues y aterrizajes convencionales, además de ejecutar maniobras de aproximación típicas de las operaciones en portaaviones de la Marina.
Los prototipos estaban equipados con una novedosa “entrada de barbilla”, que no solo mejoraba la velocidad, sino que también aumentaba el flujo de aire hacia la turbina, facilitando una maniobrabilidad superior en ángulos de ataque elevados.
Desde los primeros vuelos, los prototipos del X-32 convencieron al Departamento de Defensa de que el diseño de Boeing estaba preparado para entrar en producción, destacando por su simplicidad y menor complejidad en comparación con otras propuestas.
Capacidades duales en despegue y aterrizaje: un factor decisivo
El único demostrador de Lockheed Martin, el X-35, exhibió la capacidad para realizar tanto despegue y aterrizaje convencional como vertical, cumpliendo así con un requisito crucial en la competición contra Boeing.
Aunque Boeing aseguraba que el eventual F-32 tendría habilidades similares, el X-35 ya había demostrado efectivamente esta doble funcionalidad, dándole una ventaja significativa sobre su competidor.
Los prototipos X-32A y X-32B, con un peso de 50,000 libras cada uno, levantaron preocupaciones dentro del Departamento de Defensa sobre si podrían alcanzar el empuje necesario en comparación con el X-35.
Adicionalmente, Boeing enfrentó críticas por la tardanza en el desarrollo de un diseño de alas eficaz. La estrategia de Boeing de utilizar dos prototipos también fue vista como menos eficiente en comparación con el enfoque de un solo demostrador adoptado por el X-35.
Desarrollo continuado más allá de la competencia
Pese a la derrota, Boeing no impugnó la decisión ni acusó al Departamento de Defensa de prácticas desleales. La firma aprovechó la experiencia y los hallazgos del desarrollo del X-32A y X-32B para impulsar otros proyectos significativos.
En particular, el conocimiento adquirido fue crucial para el desarrollo del F/A-18 E/F Super Hornet. Además, los avances en tecnología de sigilo obtenidos durante la competición contribuyeron al diseño del vehículo aéreo de combate no tripulado X-45A, marcando un avance importante en la integración de nuevas capacidades de combate aéreo no tripulado.