Las limitaciones que la pandemia de coronavirus impidió en nuestras vidas parecen estar disminuyendo hoy en día, pero la juventud israelí sigue recuperándose de los cierres, las sesiones de Zoom y las máscaras, y en muchos sentidos las medidas de distanciamiento social están teniendo mayores efectos a largo plazo de lo que pensábamos.
Los datos publicados recientemente muestran un mayor nivel de angustia, un agravamiento de las situaciones de riesgo y estados mentales extremos entre los adolescentes israelíes.
ELEM- Youth in Distress, un grupo de defensa social de los adolescentes israelíes en situación de riesgo, publicó recientemente su informe anual, revelando algunas cifras impactantes: 1.432 adolescentes y jóvenes han intentado autolesionarse en el año natural 2020, una vez y media más que en 2019.
El consumo de drogas también aumentó: una vez y media, el consumo de alcohol 1,3 veces, y hubo el doble de adolescentes con trastornos alimentarios, según el informe.
¿Qué podemos hacer?
En nuestro papel de padres, educadores y cuidadores, es especialmente importante estar atentos a nuestros adolescentes. Es fundamental advertir y atender las señales de alarma en el comportamiento.
Autolesiones, autoviolencia y tatuajes caseros
La autolesión se presenta a los adolescentes como una “herramienta” que les sirve de respuesta ante situaciones vitales difíciles. Entre otras cosas, puede funcionar como
- Una forma de transferir el dolor emocional al dolor real
- Hacerse daño a sí mismos como parte del auto-odio, la culpa y/o la auto-flagelación
- Experimentar una sensación de “subidón”, de catarsis
Si miramos de cerca, podemos encontrar una causa, una historia, una fuente para la angustia o el trauma que fue tan grande que llevó a esto.
Es importante saber mirar
Consumo de drogas y alcohol
Muchos adolescentes se han encontrado durante muchos meses en un estado de apatía y falta de motivación para el aprendizaje y el desarrollo, lo que les ha llevado fácilmente al consumo de drogas y alcohol.
Los diversos cierres por mandato del Estado, las ansiedades, la presión económica en casa y las condiciones de incertidumbre intensificaron los comportamientos de riesgo y la huida hacia sustancias que ocultan todas esas presiones. Los adolescentes comenzaron a reunirse en jardines y parques, sin supervisión, sin límites y sin la orientación de los adultos.
El resultado fue un aumento espectacular de las situaciones de riesgo y del consumo de sustancias adictivas, principalmente el alcohol. Las consecuencias llegan hasta hoy y el discurso de los últimos meses sobre los temas de la depresión y el suicidio ha crecido.
Algo importante a tener en cuenta es que los adolescentes que empezaron a beber durante la pandemia se encuentran hoy en un ciclo de dependencia y siguen consumiendo alcohol, a veces a un nivel que perjudica significativamente su funcionamiento.
Trastornos de la alimentación
Los trastornos alimentarios dañan el cuerpo, un cuerpo que carga con nuestros traumas emocionales, físicos o sexuales. Sirven como alternativa al daño activo, ya que es una forma más pasiva: lo único que hay que hacer es no comer. Como ocurre con muchas otras dificultades emocionales, los dos últimos años han supuesto un empeoramiento de los síntomas.
Al mismo tiempo, tanto antes como después de la pandemia, los adolescentes han caído en el pozo de los problemas de imagen corporal y los trastornos alimentarios, con resultados peligrosos. La prolongada permanencia de los adolescentes en los últimos dos años en los zooms y las redes sociales no ha hecho más que aumentar estas comparaciones corporales tóxicas y una preocupación masiva por el aspecto de nuestros cuerpos.
Esto ha llevado a la interiorización de mensajes sociales distorsionados que fomentan resultados corporales inalcanzables y peligrosamente insanos como la extrema delgadez. Esto ha dañado la autoestima de muchas personas y ha provocado un aumento de los trastornos alimentarios.
La rutina diaria completamente diferente y los sentimientos de incertidumbre provocados por los dos últimos años han convertido la comida en un medio para afrontar emocionalmente la incertidumbre y la inestabilidad, un método de control.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros adolescentes?
Las dificultades a las que se enfrentan los adolescentes requieren una respuesta emocional profunda. Es importante recordar que los adolescentes expresan la angustia de forma diferente a los adultos, y que a menudo prefieren recurrir a sus amigos o guardarse sus sentimientos en lugar de hablar de ellos con los adultos.
Entonces, ¿cómo puedes preguntarles? Con delicadeza, estableciendo una conexión cuando hay confianza. Cuando lo comparten, esperan que no nos asustemos ni huyamos, sino que sobre todo les escuchemos.
- En primer lugar, hay que expresar preocupación y empatía. No tratar de resolver o educar, sino estar ahí para ellos, atentos y abrazando.
- Pensar en formas iniciales de regular y dar una respuesta emocional inicial informal, como dibujar, escribir o correr.
- Derivarles a profesionales terapéuticos cualificados, cada caso de forma individual (médico de familia, psicólogo, psiquiatra, centro de rehabilitación, centro de trastornos alimentarios, etc.)
Es muy importante prestar atención a los cambios anormales en las conductas de los adolescentes, como los trastornos del sueño y de la alimentación, el encerramiento, la manifestación de dentaduras depresivas, las afirmaciones que indican desesperanza y sensación de estar atrapado, afirmaciones como “no tiene sentido la vida”, o afirmaciones más sutiles que indican depresión, soledad y la sensación de que “nadie sabe por lo que estoy pasando”.
Esto puede expresarse a través de una disminución general del funcionamiento, como ausencias de las actividades habituales, fatiga severa, disminución de la comunicación y cambios en la frecuencia con que ven a los amigos. También puede ser a través de la externalización, como la ira demostrada, los comportamientos de riesgo, el comportamiento sexual extrovertido, la pérdida o el aumento de peso y más. La angustia puede manifestarse de forma abierta y demostrable, o estar completamente oculta a los adultos.