Un reciente sondeo, realizado antes de la firma de un acuerdo de liberación de rehenes y cese del fuego con Hamás, muestra que muchos israelíes respaldan liberar a cautivos atrapados en Gaza durante más de 15 meses. No obstante, existen discrepancias respecto a los términos de la tregua y las concesiones necesarias.
Estudios previos, llevados a cabo durante la guerra, reflejaron un menor apoyo, evidenciando creciente impaciencia por el destino de los cautivos y cansancio por la guerra. El alza en bajas entre soldados israelíes incrementó este descontento.
La liberación de rehenes suele generar euforia colectiva, impulsada por emotivos reencuentros familiares. Sin embargo, esa alegría puede desvanecerse al conocerse el costo del acuerdo: cerca de 2.000 terroristas palestinos presos serán liberados a cambio de los primeros 33 rehenes, previéndose más liberaciones en etapas posteriores.

En la fase inicial, algunos palestinos condenados por asesinatos quedarán en libertad, mientras que los considerados más peligrosos serán liberados al final. Para recuperar a 97 cautivos, incluidos 35 cuerpos, Israel aceptó condiciones que incluyeron limitar intentos militares, considerados riesgosos y con pocas probabilidades de éxito.
La seguridad israelí enfrenta el desafío de impedir que los liberados reincidan en actividades terroristas. Las opciones incluyen su reubicación en Gaza o Judea y Samaria, o su exilio fuera de la región. Dentro del Shin Bet, persisten debates sobre cuál enfoque es más eficaz.

Israel insiste en deportar a los responsables más peligrosos para evitar su reingreso en actividades hostiles. Algunos sugieren, sin embargo, que sería más manejable permitirles residir en Judea y Samaria, donde Israel mantiene control operativo.
El pasado brinda lecciones claras. En 2011, la liberación de 1.027 prisioneros tras el secuestro del soldado Gilad Shalit permitió que varios retornaran al terrorismo. Durante la ofensiva israelí de 2014, muchos fueron recapturados.

Uno de ellos, Saleh al-Arouri, tras ser liberado en 2010, exiliado y operar desde Turquía y Líbano, organizó ataques como el secuestro de tres adolescentes israelíes, lo que desencadenó la guerra en Gaza de ese año. Desde el Líbano, Arouri fortaleció a Hamás con apoyo de Irán y Hezbolá.
Aunque Arouri fue abatido en Beirut en enero de 2024, Israel enfrentó dilemas sobre atacar a líderes de Hamás por temor a represalias de Hezbolá. Estos desafíos ilustran las complejidades del exilio de figuras clave del terrorismo.

Ni Israel ni la Autoridad Palestina han detallado qué países aceptarían a los prisioneros destacados. Turquía y Qatar resultan inalcanzables para operaciones israelíes, mientras que otras acciones dependerían del contexto político.
En Gaza, el objetivo inmediato de Israel es prevenir la reconstrucción militar de Hamás. Esto exige cerrar rutas de contrabando desde Egipto, tema central de las negociaciones actuales en El Cairo.
No se sabe si sigue vigente la propuesta de un nuevo cruce fronterizo en el triángulo entre Gaza, Egipto e Israel, iniciativa promovida por el exministro de Defensa, Yoav Gallant. Este proyecto implicaría supervisión conjunta de Israel, Egipto y actores internacionales.
Pese a los esfuerzos por desmantelar a Hamás, no está claro quién asumiría el control gubernamental en Gaza. Paralelamente, Judea y Samaria enfrenta la llegada de cientos de liberados, lo que pone a prueba a la debilitada Autoridad Palestina.

Israel ha logrado estabilidad relativa en Judea y Samaria, cooperando en seguridad con las fuerzas palestinas. Sin embargo, Hamás sigue viendo la región como un terreno fértil para operar.
Aunque tanto Israel como la Autoridad Palestina buscan frenar a Hamás, esta última carece de recursos suficientes, generando dudas sobre su capacidad de gobernar Gaza. Ante la falta de alternativas, Hamás podría reforzar su control.
El reciente retorno de rehenes liberados a través de la Cruz Roja refuerza la imagen de Hamás como un actor con influencia en Gaza, una percepción que podría consolidarse si persiste la calma en la región.