Dos meses después de su liberación, Liri Albag contó cómo resistió el cautiverio, enfrentó a terroristas y mantuvo la esperanza junto a otras secuestradas.
Liri Albag fue capturada tras el ataque terrorista a Nahal Oz
El 7 de octubre, desde el puesto de mando en Nahal Oz, Liri Albag alertó a sus padres sobre un posible ataque. “Les dije que se hablaba de intrusiones terroristas, de una redada”, recordó. Minutos después de cortar la llamada, un terrorista armado irrumpió en el refugio blindado, pero se retiró al ver que eran mujeres. Poco después, estalló el combate que culminó con su captura.
Una vez detenida, los terroristas la esposaron junto a otras cuatro compañeras. Las trasladaron en un jeep militar rumbo a Gaza, donde fueron recibidas con celebraciones por civiles locales. Al llegar al primer apartamento, comenzaron sus días como rehenes.
En ese lugar, compartió cautiverio con Aviva, Keith y Agam, además de convivir con una familia palestina y cuatro terroristas. El espacio reducido y la constante vigilancia marcaron el inicio de una experiencia que duraría varias semanas.
Después de 34 días, los terroristas redistribuyeron a las cautivas. En un túnel subterráneo se reencontró con Romi Gonen y, más tarde, se unieron Dafna, Ella y Emily. Las seis jóvenes pasaron a ocupar una celda de apenas metro y medio de altura, donde apenas podían moverse.
Datos clave sobre el cautiverio de Liri Albag y otras rehenes
- Fue capturada el 7 de octubre en Nahal Oz, durante el ataque de Hamás.
- Pasó más de 50 días en Gaza, retenida por terroristas en distintas ubicaciones.
- Compartió celdas con otras seis rehenes, en condiciones precarias y bajo vigilancia constante.
- Durante Janucá, usaron una vela eléctrica para celebrar en secreto su fe judía.
- Escuchó la radio israelí como forma de resistencia emocional y conexión con su hogar.
Las condiciones empeoraron con el paso de los días en cautiverio
El ánimo de las cautivas decayó con el tiempo. Según Albag, se enfrentaron a pensamientos de desesperación al considerar que eran mujeres jóvenes, solteras, y no sabían si serían rescatadas. Algunos terroristas les dijeron que Israel solo aceptaría a personas vivas en intercambios, lo que intensificó su temor.
Cuando se aproximaba Janucá, pidieron velas para celebrar. No se las proporcionaron, pero recibieron una vela eléctrica. La encendieron, recitaron oraciones y cantaron canciones tradicionales. Albag señaló que la religión fue el único elemento que las mantuvo conectadas a su identidad en medio del encierro.
Durante los días festivos de Israel, como el Día del Holocausto y el Día de los Caídos, pidieron a sus captores encender velas. Se mantuvieron en silencio durante las sirenas. Los terroristas se mostraron confundidos al verlas conmemorando y abandonaron la habitación.
Para Albag, esos momentos ofrecieron una conexión espiritual. “Nos quitaron todo lo que sabíamos. El judaísmo era lo único que nos quedaba”, afirmó. A pesar de la presión constante, resistieron con prácticas religiosas y gestos de solidaridad.
La música israelí fue un recurso para resistir psicológicamente
Durante una fase más avanzada del cautiverio, Liri Albag pidió a los terroristas un teléfono y una radio. Estos accedieron a darle una radio. Desde entonces, escuchó transmisiones israelíes que incluyeron canciones y entrevistas.
Según relató, tomar control de la radio fue un acto de resistencia. Les pedía que no la interrumpieran mientras escuchaba. “Fue muy alentador. Incluso escuché a mi familia”, recordó. Para ella, ese momento fue clave para mantenerse emocionalmente firme.
Al llegar el Día del Holocausto, se alinearon con las conmemoraciones nacionales. Permanecieron de pie al oír la sirena, lo que desconcertó a los captores. Salieron de la habitación sin entender el motivo del homenaje silencioso.
Los pequeños actos de conexión con su identidad y con el exterior fueron fundamentales para conservar la esperanza y resistir el aislamiento impuesto por los terroristas.
El retorno a Israel fue sorpresivo y lleno de incertidumbre
En la última etapa del cautiverio, uno de los terroristas le dijo a Albag que se preparara para grabar un video. Poco después, subió a un vehículo donde vio a Karina, Daniela y Naama. Al mirarse, comprendieron que iban rumbo a la libertad.
El grupo ya sabía que Romi, Emily y Doron habían sido liberadas una semana antes. Le informaron que al día siguiente regresarían a casa. Aunque todavía dudaba de que fuera cierto, Albag comenzó a creer al ver a sus compañeras.
La confirmación llegó al reencontrarse con las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Solo entonces comprendió que su cautiverio había terminado. “No podía creerlo hasta que llegué a las FDI”, declaró.
La historia de Liri Albag refleja la experiencia de muchas rehenes israelíes retenidas en Gaza, que enfrentaron condiciones extremas bajo custodia de Hamás y sobrevivieron gracias a la fe, la solidaridad y la esperanza de regresar.