A China no le gustaría quedarse a la zaga del orden de seguridad liderado por Occidente en el continente asiático. Tiene previsto crear más plataformas de intercambio y cooperación para abordar los retos de seguridad en ámbitos no convencionales y digitales.
La lucha antiterrorista, la ciberseguridad, la bioseguridad y las tecnologías emergentes son algunas de ellas, todas diseñadas para mejorar la capacidad de gobernanza en seguridad no tradicional.
Un documento sobre la Iniciativa de Seguridad Global (GSI) de Pekín publicado recientemente anunciaba que China tiene previsto formar a 5.000 miembros del personal de seguridad de países en desarrollo en los próximos cinco años. Esta medida reforzará su influencia en la seguridad mundial.
La expansión de su iniciativa de seguridad en el extranjero parece ser la alternativa de Pekín al sistema de seguridad propuesto por los países occidentales en todo el mundo. En retrospectiva, el presidente Xi Jinping propuso una nueva iniciativa de seguridad en abril del año pasado, durante la conferencia anual de Boao para Asia.
El esfuerzo por impulsar programas de formación multilaterales y bilaterales está destinado a Oriente Próximo, las islas del Pacífico y las repúblicas de Asia Central. Occidente lleva mucho tiempo ampliando su influencia en materia de seguridad en estas regiones, excepto en la de Asia Central, donde Occidente sólo pudo gestionar sus huellas tras la implosión de la Unión Soviética en 1991.
China cree que, como superpotencia líder en el continente asiático, es responsable de abordar los retos de la seguridad mundial.
Li Wei, experto en lucha antiterrorista del Instituto Chino de Relaciones Internacionales Contemporáneas (CICIR), declaró: “El plan de formación e intercambio en campos de seguridad no tradicionales, especialmente la lucha antiterrorista, demuestra que Pekín siente la responsabilidad de abordar los retos globales”.
Creciente influencia de China en los países en desarrollo
El periódico informó de que China fomentaría más el intercambio y la cooperación entre las academias militares y policiales de nivel universitario. Esto significa que, también a través de los canales académicos, Pekín desea ampliar su influencia entre las grandes comunidades de estudiantes y oficiales de los países en desarrollo de la región.
Su objetivo es hacer comprender a la inmensa generación de jóvenes militares y policías de los países en desarrollo del continente asiático las formas y métodos chinos de imponer eficazmente la seguridad frente a una plétora de delitos muy diferentes de la criminología tradicional que conocemos.
China está dando la misma importancia a la difusión de su influencia a escala mundial mediante una metodología transparente que pretende repercutir en diversos segmentos de la sociedad de los países en desarrollo. Esto contrarrestaría la impresión que suelen crear los elementos anti chinos de que China hace muchas cosas que permanecen ocultas a la mirada pública.
En una cumbre del grupo de seguridad liderado por China y Rusia el pasado mes de septiembre, el presidente Xi anunció que China formaría a 2.000 miembros de las fuerzas de seguridad de los países miembros de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en los próximos cinco años y crearía una base de formación centrada en la lucha antiterrorista.
El tratamiento que China da al terrorismo y a la lucha antiterrorista tiene normas que no se ajustan necesariamente a las establecidas por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Podemos llamarlo como queramos, pero eso influye poco en la percepción que China tiene del tema.
Por ejemplo, China ha hecho uso de su derecho de veto al rechazar la propuesta conjunta de Estados Unidos e India de designar a los terroristas radicados en Pakistán, que además son nacionales de ese país. Sin embargo, el resto de los miembros del CS aceptaron por unanimidad el proyecto de resolución. China no lo ha hecho una, sino muchas veces.
La razón aducida por China fue que la resolución tenía un fallo técnico que no fue explicado ni aceptado por ningún miembro del CS.
Formación de agentes de seguridad
La formación de dos mil agentes de seguridad es una estrategia para conseguir que los países miembros de la OCS acepten la interpretación china del terrorismo o la metodología antiterrorista y afines.
No se menciona el plan de estudios de dicha formación académica, lo que significa que China da la impresión de estar interesada en promover la definición y la metodología establecidas por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Por lo tanto, no habría dudas ni reservas por parte de los regímenes de los países miembros interesados. Pero la cuestión crucial es cómo se comportará el personal policial formado cuando se despliegue sobre el terreno.
Estos nuevos planes se basan en la experiencia adquirida por China en ejemplos idénticos en otros lugares. En diciembre pasado, China se ofreció a formar a 1.500 policías y funcionarios de ciberseguridad de algunos Estados árabes.
Pekín también ha ayudado a formar a la policía de las Islas Salomón para mejorar su “capacidad antidisturbios”. Anteriormente, la policía de las Islas Salomón había enviado a 32 agentes a China para un curso de formación de un mes de duración.
China sabe que su estrategia de acumular influencia en el extranjero mediante programas anunciados y dar así una apariencia de transparencia no es más que una tapadera para la recopilación legalizada de información de inteligencia.
Y suponiendo que ese no sea el propósito, aun así, formar a profesionales según la ideología de Mao amenaza seriamente un régimen democrático. En pocas palabras, China quiere ganar influencia en los países en desarrollo del continente asiático.
Li, el experto en antiterrorismo, sostiene sistemáticamente que las actividades de adiestramiento eran “normales” y estaban destinadas a contrarrestar amenazas comunes a las que se enfrentaban múltiples países y que un solo país no podía resolver por sí solo. La ironía es que China está creando la “amenaza común” y afirma trabajar contra el mismo poli, y la iniciativa ayudó a impulsar los lazos”.
Se puede entender que quiera racionalizar y legalizar el espionaje transparente desplegando el talento como recurso crítico”. Sin embargo, admitió que estos programas podrían ayudar a promover una relación más estrecha entre China y los países en desarrollo.
El número, el tamaño y la población de los países en desarrollo en los que China quiere experimentar con el espionaje transparente no son pequeños. Abarcan una porción significativa del globo.
Así pues, China está experimentando con una nueva estrategia de recopilación de inteligencia presentándola como transparente e inofensiva para el emergente mundo libre y democrático.