Después de haber fracasado estrepitosamente en sus esfuerzos por evitar la invasión rusa de Ucrania, la administración Biden parece dispuesta a aumentar su reputación mundial de debilidad al acordar otro acuerdo nuclear defectuoso con Irán.
Se dice que las negociaciones en Viena para revivir el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), el acuerdo de 2015 para limitar los intentos de Irán de adquirir armas nucleares, están llegando a su fin, con la posibilidad de que se anuncie un nuevo acuerdo en las próximas semanas.
De hecho, tanto los funcionarios iraníes como los occidentales indican que el acuerdo está cerca de alcanzarse, y el único obstáculo que queda es la demanda de última hora de Rusia para que se conceda a Moscú una exención de las sanciones en sus futuros tratos comerciales con Teherán.
Como uno de los signatarios del acuerdo original del JCPOA negociado por la administración Obama, Rusia ha participado plenamente en las últimas conversaciones para reactivar el acuerdo, como negociador de Estados Unidos. Los negociadores occidentales han afirmado que Moscú estaba apoyando de hecho a Irán para resistir la presión de Estados Unidos para que hiciera concesiones.
La decisión de Rusia de invadir Ucrania, sin embargo, ha complicado las cosas: Occidente ha respondido imponiendo duras sanciones contra Moscú, sanciones que, además, se aplicarían a cualquier acuerdo comercial futuro que Rusia pudiera tener con Teherán en caso de que se acordara un nuevo acuerdo nuclear y se levantaran las sanciones contra Irán.
Inicialmente, Washington dijo que no tenía intención de ofrecer a Rusia un alivio de las sanciones. Pero el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, durante una visita a Teherán esta semana, insistió en que Moscú había recibido garantías por escrito de Washington de que las sanciones occidentales a Rusia por Ucrania. Este comentario sugiere que Rusia puede seguir comerciando con Irán a pesar de las sanciones estadounidenses.
“Hemos recibido garantías por escrito”, dijo Lavrov. “Están incluidas en el texto del propio acuerdo sobre la reanudación del JCPOA sobre el programa nuclear iraní”.
De ser cierto, el hecho de que Rusia tenga garantías por parte de Washington de que las sanciones no afectarán a sus tratos con Irán es una prueba más de la desesperación de la administración Biden por alcanzar un nuevo acuerdo con Teherán, incluso si eso significa hacer concesiones desagradables sobre las actividades nucleares de Irán.
Las últimas evaluaciones sobre los avances de Irán en su programa de enriquecimiento de uranio -un proceso vital para el desarrollo de armas nucleares- son ciertamente una lectura sombría. Después de que Irán abandonara sus compromisos del JCPOA para limitar el enriquecimiento de uranio a finales de 2020, se estima que el régimen tiene ahora cantidades suficientes de uranio enriquecido para cuatro cabezas nucleares.
Además, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán demostró la creciente sofisticación de sus capacidades de misiles balísticos al lanzar su segundo satélite al espacio a principios de este mes. Estados Unidos insiste en que los lanzamientos de satélites infringen una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, mientras que los expertos en inteligencia creen que el programa espacial iraní se utiliza para desarrollar misiles balísticos intercontinentales capaces de transportar cabezas nucleares.
Las crecientes reservas de uranio enriquecido de Irán, junto con la mayor sofisticación de su desarrollo de misiles, se están convirtiendo, sin duda, en motivos de profunda preocupación para los funcionarios occidentales que participan en las conversaciones de Viena; sólo que no parecen saber qué hacer al respecto.
Como señaló a principios de este mes Corinne Kitsell, representante permanente del Reino Unido ante el Organismo Internacional de la Energía Atómica.
“Irán ha seguido avanzando en su programa nuclear desarrollando sus reservas de uranio enriquecido y llevando a cabo actividades que proporcionan ganancias de conocimiento permanentes e irreversibles. El programa nuclear de Irán nunca había estado tan avanzado y está exponiendo a la comunidad internacional a niveles de riesgo sin precedentes”.
Aun así, todos los indicios sugieren que es poco probable que el gobierno de Biden pida cuentas a Teherán por su flagrante desprecio del JCPOA y que, en cambio, seguirá adelante con la consecución de un nuevo acuerdo a pesar de todo.
Esto se debe a que, con los precios mundiales de la energía disparados como resultado de la crisis de Ucrania, la principal prioridad de Washington ahora es levantar las sanciones contra Irán para que el régimen pueda comenzar a producir petróleo, para aumentar la producción mundial y bajar el precio de la gasolina y el aceite de calefacción en los Estados Unidos antes de las próximas elecciones de mitad de período del 8 de noviembre.
El problema para Biden es que, al no abordar la amenaza real que suponen las ambiciones nucleares de Irán, simplemente estará presidiendo una mayor erosión de la posición de Estados Unidos como potencia mundial.
La falta de voluntad de Biden para afrontar la realidad de las ambiciones nucleares de Irán ya ha creado tensiones con Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, dos Estados del Golfo productores de petróleo que anteriormente mantenían estrechos vínculos con Washington. Su descontento por la conducta de la administración Biden se reflejó en la reciente negativa de los líderes de ambos países a aceptar las llamadas de Biden para discutir la crisis energética mundial.