Este nuevo estudio, financiado por una subvención de más de 13 millones de dólares de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, se enfocará en explorar las posibles razones genéticas detrás del diagnóstico temprano de la enfermedad de Alzheimer entre los judíos sefardíes en comparación con otras poblaciones.
El proyecto se lanzó oficialmente el 5 de mayo en una reunión de representantes de las instituciones asociadas en el Hospital Beilinson en Petah Tikva. Además de Beilinson, el consorcio de investigación incluye al Centro Médico Rambam en Haifa, el Centro Médico Barzilai en Ashkelon, el Hospital Laniado en Netanya y la profesora Lindsay A. Farrer de la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston.
Este esfuerzo de investigación se basa en un estudio anterior, revisado por pares, realizado en Beilinson y publicado en 2018 en el Journal of Alzheimer’s Disease. Este estudio mostró que los judíos sefardíes son diagnosticados con la enfermedad de Alzheimer de inicio temprano (EOAD) a edades más jóvenes en comparación con los judíos asquenazíes. Los judíos sefardíes tienen raíces en las diásporas de la Península Ibérica, Oriente Medio y el norte de África, mientras que los judíos asquenazíes provienen de diásporas de Europa Central y Oriental.
El Dr. Amir Glik, director del departamento de neurología cognitiva de Beilinson, observó que los pacientes sefardíes típicamente presentaban síntomas de Alzheimer a edades más jóvenes que los asquenazíes, normalmente alrededor de los 62 o 63 años, en comparación con los 70 a 75 años comunes en otros grupos. Esta observación llevó a un estudio más detallado que confirmó la tendencia.
La revisión de registros de pacientes diagnosticados con Alzheimer mostró que el 64% de los diagnósticos de EOAD correspondían a individuos de origen sefardí, mientras que solo el 36% eran de origen asquenazí.
El análisis estadístico demostró que la incidencia de EOAD entre los sefardíes era desproporcionadamente alta en comparación con su representación en la población general del área de influencia del hospital. Por ejemplo, si los sefardíes representaban el 40% de la población general, sería esperable que también representaran el 40% de los casos de EOAD, pero en realidad representaban entre el 57 y el 60%. Esta diferencia significativa se notó especialmente entre los judíos de origen yemení.
A diferencia de los sefardíes, la proporción de diagnósticos de EOAD entre los judíos asquenazíes reflejaba fielmente su porcentaje en la población general del área. Esta disparidad significativa ha llevado a la iniciativa actual para investigar más a fondo las causas genéticas subyacentes que podrían explicar esta diferencia en la prevalencia de la enfermedad.
Los investigadores avanzaron en su investigación al descartar la posibilidad de que los judíos sefardíes que llegaban con EOAD estuvieran afectados por la enfermedad de Alzheimer familiar (FAD), caracterizada por una mutación genética autosómica hereditaria y diagnosticada comúnmente entre los 30 y los 50 años.
“No estábamos lidiando con esto”, explicó el Dr. Amir Glik, dado que las características no coincidían con las observadas en su clínica, donde los pacientes sefardíes diagnosticados eran solo varios años más jóvenes que el promedio típico de diagnóstico de Alzheimer.
Glik y su equipo propusieron tres posibles explicaciones para el fenómeno. La primera es una causa ambiental, la segunda sugiere patologías vasculares relacionadas con hipertensión, hiperlipidemia y diabetes, que son factores de riesgo conocidos para el Alzheimer. La tercera hipótesis se centra en factores de riesgo genéticos específicos a los judíos sefardíes, que podrían incluir mutaciones genéticas predisponentes. “Podría haber una sinergia entre los tres factores, pero nuestra sensación es que los factores de riesgo genéticos son mucho más significativos en este caso”, añadió Glik.
El equipo se acercó a los Institutos Nacionales de Salud (NIH) para financiar una investigación más profunda en esta dirección. El estudio involucrará el reclutamiento de 4.000 participantes, incluyendo 2.000 israelíes con LOAD y 2.000 controles sanos, sumando una cohorte de árabes israelíes además de judíos sefardíes. Glik destacó la importancia de estudiar genéticas en poblaciones homogéneas, donde las mutaciones y factores de riesgo son más pronunciados y fáciles de identificar que en grupos heterogéneos.
“Si se estudia una población heterogénea, se necesitarían decenas de miles de sujetos para descubrir factores de riesgo genéticos. Sin embargo, en una población homogénea de la misma ascendencia, los factores genéticos pueden identificarse con una muestra más pequeña”, explicó Glik. Este enfoque permite después probar las mismas mutaciones genéticas en poblaciones más diversas.
En un contexto más amplio, actualmente solo existen dos medicamentos aprobados por la FDA para tratar la enfermedad de Alzheimer, ambos lanzados recientemente. Se espera que un nuevo tratamiento, donanemab de Eli Lilly, esté disponible próximamente.
Glik expresó su esperanza de que la investigación financiada por los NIH revele hallazgos genéticos cruciales que permitan a los científicos entender mejor los mecanismos deteriorados que causan el Alzheimer y, potencialmente, conducir al desarrollo de nuevos tratamientos.
“Soy neurólogo. Lo que me interesa es si puedo ayudar a mis pacientes. No estoy haciendo estos estudios solo con fines académicos”, concluyó Glik.