La Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) de Estados Unidos tiene previsto lanzar astronautas a Marte a finales de la década de 2030 o principios de la de 2040. No será fácil, aunque la financiación y la tecnología estén disponibles a tiempo. El tiempo de viaje de ida y vuelta seguiría siendo de unos 500 días, dada la distancia entre la Tierra y el Planeta Rojo.
¿Pero qué hay del riesgo de que los humanos se infecten con algunos microbios extraños o familiares que podrían haber estado sobreviviendo sin ser molestados desde la época en que los dinosaurios caminaban por la Tierra? Es una posibilidad, según investigadores estadounidenses dirigidos por el profesor de patología Michael Daly, de la Universidad de Servicios Uniformados (USU) de Ciencias de la Salud de Maryland, que acaban de publicar un fascinante estudio bajo el título “Efectos de la desecación y la congelación en la capacidad de supervivencia de los microbios a la radiación ionizante: Consideraciones para el retorno de muestras a Marte” en la revista revisada por pares Astrobiology y descrito en el sitio web Ancient Origins.
Existe un tipo de bacteria llamada Deinococcus radiodurans, apodada “Conan el barbaro” por su dureza y resistencia. Este microbio es resistente tanto al frío como al calor extremos, así como al ácido, la deshidratación, las condiciones de vacío y las dosis masivas de radiación.
¿Pero moriría en Marte?
Los autores del estudio han descubierto pruebas de que esta forma de vida microbiana, la más resistente, podría haber sobrevivido en Marte si hubiera evolucionado allí en lugar de aquí, a pesar de que nuestro planeta vecino es continuamente bombardeado con radiación cósmica tóxica y mortal.
Los biólogos que han estudiado la cuestión sugieren que los microbios que evolucionaron en Marte hace miles de millones de años podrían tener un sorprendente parecido con los que se encuentran hoy en la Tierra. Así, el descubrimiento de que la bacteria Conan pudo sobrevivir a condiciones similares a las de Marte sugiere que las bacterias nativas del Planeta Rojo podrían haber desarrollado la capacidad de hacer lo mismo.
Si la vida evolucionó en Marte, habría ocurrido hace más de dos mil millones de años, cuando el planeta tenía una atmósfera, temperaturas más suaves y agua líquida fluyendo por el paisaje. Para sobrevivir hasta nuestros días, las bacterias marcianas habrían tenido que adaptarse a un planeta totalmente helado donde las temperaturas son de media de menos 63 grados centígrados en las latitudes medias.
Aún más destructivos son la mortífera luz ultravioleta, los rayos gamma y los protones de alta energía generados por el sol que inundan la superficie marciana constantemente. Cualquier flora o fauna que existiera allí en un pasado lejano estaría extinguida desde hace mucho tiempo.
Pero las formas de vida microbiana son extraordinariamente resistentes y flexibles. En la Tierra, hay bacterias que pueden sobrevivir a algunas de las condiciones más duras imaginables, y si los microbios evolucionaron en Marte, podrían haber compartido esa capacidad también. Pero, ¿podrían haber sobrevivido al descenso de Marte a su actual estado radiactivo? Esta es la pregunta que los científicos que participan en el nuevo estudio querían abordar.
El equipo de científicos biológicos seleccionó varios de los microbios y hongos más resistentes y adaptables del mundo para someterlos a condiciones que imitan las que encontrarían esas formas de vida si fueran transportadas a Marte. Estos “extremófilos” son capaces de vivir en entornos terrestres completamente inhóspitos para el resto de los organismos, sobreviviendo a la exposición a calor o frío extremos, a productos químicos y gases tóxicos y a otras sustancias o condiciones que se sabe que destruyen las células vivas.
En condiciones de laboratorio cuidadosamente controladas, todos estos organismos fueron sometidos a fuertes dosis continuas de luz ultravioleta, rayos gamma y protones de alta energía para ver cómo podían soportar dicha exposición.
A continuación, los científicos tomaron muestras de los organismos para comprobar la presencia de antioxidantes de manganeso, una sustancia bioquímica que se forma en los microbios después de haber sido expuestos a la radiación. La formación de antioxidantes de manganeso es una defensa para las células, y cuantas más de estas moléculas protectoras pueda producir un microbio, más resistente será a los efectos nocivos de la radiación intensa.
A pesar de su durabilidad y resistencia, la mayoría de los extremófilos utilizados en el experimento no produjeron suficientes antioxidantes de manganeso para sobrevivir a un ataque radiactivo al estilo marciano. Pero hubo una que sí lo hizo: la bacteria Conan. Esta molécula era capaz de absorber 28.000 veces la cantidad de radiación que mataría a un humano, y esa capacidad protectora sería suficiente para permitirle sobrevivir en Marte, incluso tal y como está ahora. También se congelaron y secaron las bacterias, poniéndolas en el estado de suspensión en el que tendrían que entrar si quisieran seguir vivas en Marte.
Sorprendentemente, los experimentos con las bacterias demostraron que podrían haber sobrevivido en Marte hasta 280 millones de años si se enterraran a 10 metros bajo la superficie para limitar su exposición a la radiación a una dosis manejable. Si se enterraran a solo 10 centímetros de la superficie, podrían sobrevivir durante 1,5 millones de años, a pesar de recibir regularmente cantidades masivas de radiación cósmica.
Enterrada de esta forma bajo la superficie, la D. radiodurans podría soportar esos altos niveles de radiación en un estado de animación suspendida y, por tanto, tener la posibilidad de ser reanimada si las condiciones fueran las adecuadas, dijeron los investigadores.
Evidentemente, los científicos no proponen que la bacteria Conan viva de algún modo en Marte, ya que vive en la Tierra. Pero si la vida evolucionara alguna vez en Marte, creen que las formas de vida microbiana más simples compartirían casi con toda seguridad la mayoría de las características mostradas por las formas de vida microbiana aquí, incluida la capacidad de sobrevivir en condiciones excepcionalmente duras, suponiendo que las presiones evolutivas lo requirieran, como lo harían en Marte.