El tiempo es algo voluble. Muchos de nosotros hemos tenido la sensación de que los mismos tres meses como adultos nos parecen considerablemente más largos que cuando éramos niños durante aquellos largos veranos. Muchos de nosotros hemos tenido la sensación de que los mismos tres meses que pasamos de adultos nos parecen mucho más largos que cuando éramos niños, durante esos largos veranos.
Aunque se puede debatir por qué un verano puede parecer más largo que otro y cómo la impresión que uno tiene del tiempo puede comprimir o alargar duraciones dependiendo de una serie de cosas, se puede hacer fácilmente un experimento para saber más.
Los investigadores de la Universidad Eötvös Loránd de Hungría, fundada en 1635 y que presume de ser la más antigua del mundo, basaron su investigación en la idea de la heurística, introducida por primera vez en la ciencia cognitiva por los psicólogos israelí-estadounidenses Amos Tversky y Daniel Kahneman. Por el trabajo que realizó con Twersky, seis años después del fallecimiento de Tversky en 1996, Kahneman recibió en 2002 el Premio Nobel de Economía (el premio no se concede a título póstumo).
Niños y adultos se basan en heurísticas distintas para evaluar las duraciones es el titular del reciente artículo de los investigadores húngaros en la revista Scientific Reports.
¿Cómo funcionan los heurísticos?
Los heurísticos son escalas mentales que ayudan a la gente a hacer juicios rápidos. Para entender por qué es necesaria la heurística para comparar duraciones, hay que tener en cuenta en qué más podemos basarnos. Debemos emplear un sustituto porque, a diferencia de las distancias o el tono, el cerebro no dispone de un reloj central fiable ni de una cartografía sensorial directa de las duraciones. Algo específico pero conectado con el contenido temporal, como “¿De cuál puedo hablar más?” sirve de sustituto de la “duración”.
Los científicos acaban de completarlo. Al explorar varios puntos de inflexión en nuestro crecimiento cognitivo, se preguntaron cómo afectaban los acontecimientos a nuestras predicciones de duración. Se separaron tres grupos de edad -de cuatro a cinco años, de nueve a diez y de 18 en adelante- y se les obligó a ver dos vídeos de un minuto.
Uno de ellos presentaba una rápida sucesión de acciones (un policía que detiene a un ladrón y salva a unos animales), mientras que el otro mostraba una secuencia tediosa y repetitiva (seis presos sospechosos que escapan en un bote de remos). Los dos vídeos, extraídos de una conocida serie de dibujos animados, estaban igualados en cuanto a elementos visuales y auditivos, con la excepción de la peripecia. El niño de cinco años cree que si el primer vídeo contenía mucho movimiento, podía transmitir mucha información, mientras que la segunda película podía resumirse con un solo verbo, como “remar”.
Los investigadores reprodujeron primero el vídeo emocionante, en un orden equilibrado del 50%. Sólo preguntaron cuál de los dos vídeos era más largo después de ver los dos: “¿Cuál era más largo?” y “¿Puedes utilizar los brazos para demostrar las duraciones?”. Incluso un niño de cuatro años podía entender estas preguntas con facilidad.
¿Tienen los niños y los adultos conceptos distintos del tiempo?
Los resultados de cada grupo de edad revelaron un prejuicio significativo, aunque los alumnos de preescolar demostraron inesperadamente la tendencia contraria. Más de dos tercios de los preescolares pensaban que el vídeo dramático era más largo que el que no lo era, mientras que sólo tres cuartas partes del grupo de adultos estaban de acuerdo. El grupo intermedio mostró un sesgo comparable pero menos extremo que el adulto. El punto de inflexión podría situarse entre los nueve y los diez años teniendo en cuenta al grupo intermedio. Con la edad, aumentaba la tendencia a utilizar la extensión horizontal de los brazos, tanto en dirección como en distancia. Cuando los niños alcanzaron la edad escolar, su preferencia por la expresión horizontal de los brazos aumentó del 50% en la edad preescolar al 80%-90% en la edad escolar.
Ninguno de los modelos biológicos de percepción del tiempo podría haber predicho este resultado, por lo que resulta sorprendente. Las neuronas que se disparan con menos frecuencia a lo largo del tiempo y las células cerebrales parecidas a marcapasos constituyen los dos tipos principales de modelos biológicos de percepción del tiempo. Entretanto, descifrar esos impulsos cerebrales sigue siendo un misterio. Los investigadores descubrieron que la mejora constante con la edad que presuponen ambas clases de modelos no existe. En su lugar, descubrieron un cambio en las proporciones de las duraciones percibidas entre los dos grupos de más edad y el grupo más joven, con un punto de inflexión a los siete años.
La película emocionante estaba dividida en tres partes, lo que la convertía en la ilustración ideal de una historia. En comparación, el vídeo poco interesante no tenía episodios ni argumento. La heurística de la representatividad puede utilizarse para captar la diferencia en términos de heurística. Comparado con el vídeo poco interesante, el emocionante presentaba ejemplos narrativos más representativos. Por lo tanto, los niños de preescolar creerían que el vídeo sin incidentes era más largo utilizando un heurístico de representatividad.
Los niños comprenden por primera vez la idea de “tiempo absoluto” entre los seis y los diez años. Cuando fijamos citas, planificamos nuestras tareas y cumplimos plazos, todos nos basamos en la idea del tiempo absoluto y universal. Todas estas acciones refuerzan la idea de un tiempo universal independiente del observador. Tomamos conciencia de la posibilidad de que nuestra percepción subjetiva del tiempo como observadores pueda verse alterada o engañada. Comprobar el paso del tiempo es lo mejor que podemos hacer para librarnos de la subjetividad.
Tomando muestras frecuentes del tiempo, podemos controlar su progresión. Observando la hora o simplemente mirando por la ventana mientras observamos el flujo del tráfico. La estimación se vuelve más precisa cuanto más frecuentemente lo comprobamos, aunque nuestro cerebro no está constantemente accesible para llevar la cuenta del tiempo. Este muestreo del tiempo absoluto puede saltarse ciclos si estamos concentrados en otra cosa. Como el cerebro cuenta los segundos mientras aumentan el enfado y la irritación, el tiempo avanza más despacio cuando se está esperando a alguien que llega tarde a una cita.
La mente se absorbe por completo en la historia cuando se ve una película absorbente, ya que los acontecimientos suceden tan deprisa que uno no tiene tiempo de reflexionar sobre la vida, el trabajo o la lista de tareas pendientes. En su lugar, la realidad alternativa ficticia se apodera de la mente. En cambio, cuando uno ve una película aburrida, lo más probable es que mire el reloj o piense dónde podría estar en ese momento. Todas estas distracciones nos permiten probar el flujo del tiempo absoluto. Los dos tipos diferentes de heurística explican la peculiar transición que se produce en torno a los siete años, así como el sesgo de por vida que hace que las sesiones aburridas parezcan más largas de lo que son en realidad.