Militantes islamistas detonaron una explosión el martes en la entrada de uno de los hospitales más concurridos de Kabul antes de entrar en un edificio que incluye una sala de maternidad, matando a 13 personas, incluyendo dos recién nacidos.
Los militantes islámicos lucharon durante horas contra las fuerzas de seguridad afganas. El resto de las víctimas eran enfermeras y madres, dijo el ministro del interior. Unas 15 personas resultaron heridas. El hospital es uno de los más concurridos de la región occidental de Kabul y cuenta con una sala de maternidad dirigida por Médicos sin Fronteras.
Aunque ningún grupo ha reivindicado la responsabilidad del ataque, éste tiene un eco similar a los anteriores ataques contra objetivos civiles perpetrados por el grupo terrorista del Estado Islámico (ISIS). En marzo, hombres armados asaltaron un templo sij, matando a 25 personas, y a principios de ese mes, en una reunión entre los grupos étnicos hazara y chiíta, 32 personas fueron asesinadas por hombres armados.
Las fotografías y el vídeo de la escena que circulaban en los medios de comunicación social mostraban cómo la policía transportaba a los recién nacidos a los equipos de ambulancias cercanos. Una de las fotos muestra a una mujer acostada de espaldas, presionada contra la pared de una habitación de hospital, con un niño pequeño en sus brazos.
Las autoridades sanitarias dijeron que el programa de salud materna del hospital es uno de los más respetados en Kabul, que presta servicios a miles de mujeres cada mes.
El portavoz del Ministerio del Interior, Tariq Arian, calificó el ataque como “un crimen contra todos los valores”. Añadió: “Cualquier grupo involucrado en tales ataques va en contra de todos los valores humanos e islámicos”.
Shaharzad Akbar, jefe de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán, condenó el brutal ataque contra los recién nacidos. Escribió: “Una de sus primeras experiencias fue que fueron blanco de una guerra en la que ellos y sus madres no estaban involucrados”.
También el martes, un terrorista suicida atacó el funeral de un oficial de policía en el este de Afganistán. La explosión mató a 15 personas e hirió a 56, según la oficina del gobernador provincial.
Los talibanes negaron la responsabilidad de dos ataques del martes.