El presidente turco Recep Tayyip Erdogan convierte las crisis en oportunidades: es su modus operandi. La crisis en torno a Ucrania es sólo el último ejemplo. Tras el shock inicial de la invasión rusa, que puso a Turquía en una posición incómoda, Erdogan parece disfrutar ahora de la nueva realidad geopolítica. Occidente y Rusia están donde él quiere que estén: el primero en deuda con él, el segundo demasiado débil para ir contra él. O eso cree él.
Tras la invasión rusa de Ucrania, el papel clave de Turquía en la seguridad del Mar Negro y el gimnástico acto de equilibrio de Erdogan entre Moscú y Kiev impulsaron sustancialmente la posición de Ankara en Occidente. Tras años de relaciones frías por una serie de cuestiones, como la incursión de Turquía en el norte de Siria y la compra del sistema ruso de defensa antimisiles S-400, que provocó sanciones occidentales, las relaciones entre Turquía y sus aliados occidentales vuelven a ser cordiales. La venta de drones de Turquía a Ucrania y su decisión de cerrar el Bósforo y los Dardanelos a los buques de guerra rusos, ejerciendo el derecho de Ankara en virtud del artículo 19 de la Convención de Montreux de 1936, y su espacio aéreo a los aviones rusos que se dirigen a Siria han hecho que Turquía reciba elogios en las capitales occidentales. El reciente ofrecimiento de Ankara de ayudar a retirar las minas de la costa del puerto ucraniano de Odesa y de escoltar a los barcos que transportan productos agrícolas ucranianos para evitar una grave crisis alimentaria mundial ha contribuido a mejorar la posición de Turquía. Erdogan confía en que Occidente haya comprendido por fin el papel indispensable de Turquía en la seguridad occidental. Su confianza se ve reforzada por la carta de veto que Turquía tiene contra el intento de Suecia y Finlandia de ingresar en la OTAN, una medida que transformará el panorama de la seguridad en Europa.
La mayor importancia estratégica que Turquía ha asumido para los esfuerzos occidentales por contrarrestar a Rusia tras su invasión de Ucrania proporciona a Erdogan la oportunidad perfecta para extraer concesiones de Occidente. Un área clave para Erdogan en este sentido es la contratación de defensa. Varios países de la UE, entre ellos Suecia y Finlandia, detuvieron las exportaciones de armas a Turquía por la incursión militar del país a finales de 2019 en el norte de Siria. Sin embargo, el revés realmente perturbador llegó a principios de 2019 con la decisión de Estados Unidos de bloquear la venta de aviones de guerra F-35 a Turquía después de que Ankara comprara el sistema de defensa antimisiles S-400 de fabricación rusa. Desde entonces, Turquía ha solicitado la compra de cuarenta nuevos aviones de combate F-16 y ochenta kits de modernización para su flota actual. Sin embargo, los miembros del Congreso han estado presionando a la administración Biden para impedir la venta. Las sanciones occidentales han alterado los planes de modernización de Turquía y han asestado un importante golpe a su industria de defensa.
Un área clave en la que las sanciones han creado un cuello de botella es la tecnología de motores. Turquía no puede producir sus propios motores, lo que dificulta el floreciente sector de la defensa del país. Antes de la invasión rusa de Ucrania, Turquía barajó varias opciones para superar estos retos. Una de ellas era comprar aviones de combate rusos. Otra era cooperar con Ucrania, que ha mantenido con éxito su legado de la era soviética de diseñar y fabricar motores capaces de propulsar muchos tipos diferentes de aviones. Sin embargo, la crisis ucraniana hizo inviables esos planes, al menos por ahora. Los pésimos resultados militares de Rusia en Ucrania y el estigma asociado a las marcas rusas han eliminado prácticamente la opción de comprar aviones de combate a Moscú. La incertidumbre de la guerra también ha dado al traste con los planes de Turquía de cooperar con Ucrania para hacer frente a sus necesidades de defensa, obligando a Ankara a volver a los mercados occidentales. Erdogan espera utilizar el renovado estatus de Turquía como miembro clave de la OTAN y su poder de veto sobre la adhesión de Suecia y Finlandia para forzar a los países occidentales a levantar las restricciones a las exportaciones de defensa a Turquía.
Erdogan también quiere aprovecharse de una Rusia debilitada. Hace tiempo que quiere lanzar otra operación militar en el norte de Siria para establecer una zona segura que pueda acoger a algunos de los 3,6 millones de refugiados sirios que viven en Turquía. Sin embargo, las objeciones de Rusia y Estados Unidos han hecho que sus planes queden relegados a un segundo plano. Erdogan parece estar calculando que este es el momento perfecto para lanzar una nueva incursión, dada la distracción de Rusia en Ucrania y la creciente reacción nacionalista contra los refugiados sirios en casa antes de las elecciones de 2023. Quiere utilizar el poder de veto de Turquía sobre el ingreso de Suecia y Finlandia en la OTAN para asegurarse la aquiescencia de Occidente.
Erdogan podría conseguir algunas de las cosas que quiere si Suecia y Finlandia levantan sus restricciones a las exportaciones de equipos de defensa a Turquía o Rusia da luz verde a otra incursión turca en el norte de Siria. Pero los esfuerzos de Erdogan por presionar a Washington también podrían ser contraproducentes, ya que otra operación turca en Siria probablemente fortalecería el frente anti-Erdogan en las capitales occidentales.
La administración Biden parece dispuesta a vender los F-16 a Turquía. En una carta al Congreso, el Departamento de Estado dijo que una posible venta de aviones de combate F-16 a Turquía estaría en consonancia con los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos y también serviría a la unidad de la OTAN a largo plazo. La postura de Erdogan sobre Ucrania había convencido a algunos miembros críticos del Congreso para respaldar la venta, pero la reciente amenaza de Erdogan de bloquear la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN parece haber cambiado el estado de ánimo en el Capitolio, con una mayoría bipartidista que plantea su preocupación por lo que consideran un chantaje de Erdogan. La creciente tensión entre Grecia y Turquía tampoco ayuda a Erdogan.
La invasión rusa de Ucrania ha abierto nuevas oportunidades para Turquía, pero Erdogan no debe exagerar. La postura oportunista de Turquía y la obstrucción de la candidatura de Suecia y Finlandia a la OTAN podrían convertirse en otro hito en su decreciente posición como aliado de la OTAN.