La brutalidad sistemática de la agresión rusa en Ucrania ha provocado una conmoción en la comunidad transatlántica. Las atrocidades de Rusia -calificadas de genocidio por el presidente Joe Biden y otros- han desencadenado una nueva era de inversión en seguridad en Europa, lo que ha llevado al aparente compromiso de Alemania de aumentar el gasto en defensa, a los esfuerzos nacionales por eliminar gradualmente el uso de energía rusa y a la solicitud de Finlandia y Suecia de ingresar en la OTAN.
Aunque estos tres cambios mejoran la seguridad transatlántica, ninguno habría sido posible a corto plazo sin la decisión del presidente ruso Vladimir Putin de invadir Ucrania. Predecirlos habría sido tachado de ejercicio de ilusiones.
Tal vez, entonces, no deba sorprender que la guerra de Rusia contra Ucrania resuene en Suiza, un país que ha sido neutral durante más de 200 años, y cuya neutralidad está consagrada constitucionalmente. Incluso durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, Suiza mantuvo su neutralidad. Durante la Guerra Fría, el estatus de neutralidad de Ginebra la llevó a acoger cumbres entre Occidente y la Unión Soviética tanto en 1955 como en 1985.
Sin embargo, desde el 24 de febrero, la barbarie de Putin en Ucrania ha llevado a Suiza a estirar su neutralidad para buscar un mayor alineamiento con la comunidad transatlántica en la respuesta a Rusia.
El 28 de febrero, Suiza anunció que adoptaba todas las sanciones y congelaciones de activos de la Unión Europea contra entidades e individuos rusos en respuesta a la invasión. En el pasado, Suiza ha sancionado a naciones como Irán y Corea del Norte, pero, como señaló Reuters, se había “mantenido al margen de la imposición de sanciones en una serie de crisis, incluyendo cuando Rusia se anexionó Crimea en 2014”. Hasta ahora, la excepción han sido las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU, que tiene que aplicar en virtud del derecho internacional”.
Al describir la decisión de sancionar a Rusia, Ignazio Cassis, presidente de la Confederación Suiza, dijo: “Estamos en una situación extraordinaria en la que se pueden decidir medidas extraordinarias”. Posteriormente, Suiza ha ampliado sus sanciones para incluir la prohibición de las importaciones de carbón ruso, las exportaciones de combustible de aviación a Rusia y la entrada de aviones rusos en el espacio aéreo suizo.
También pueden producirse cambios en el ámbito de la defensa. A principios de marzo, la ministra de Defensa, Viola Amherd, abogó por unas fuerzas armadas mejor preparadas y financiadas, afirmando que es “necesario hablar de cómo proteger a la población suiza del peligro”.
A lo largo del verano, el Ministerio de Defensa suizo elaborará un informe que presentará al gabinete en septiembre, en el que se debatirán las posibles nuevas opciones de seguridad para Suiza. Entre las opciones que se barajan figuran la participación en ejercicios conjuntos con la OTAN y el reabastecimiento de municiones de los países que han enviado ayuda militar a Ucrania.
Aunque el apoyo a la adhesión a la OTAN ha aumentado entre la población suiza, sigue siendo una opinión minoritaria. No se espera que el informe abogue por la adhesión de Suiza, y Amherd ha declarado que unirse a la alianza “no es una opción”.
Aun así, parece probable que el informe recomiende algunas medidas para acercar a Suiza a la OTAN, como la mejora de la interoperatividad mediante ejercicios o la participación en otros Centros de Excelencia acreditados por la OTAN.
Incluso antes de la invasión de Ucrania de este año, Suiza anunció importantes adquisiciones en materia de defensa, incluyendo treinta y seis aviones de combate F-35 y cinco baterías de misiles Patriot, capacidades que ya se encuentran en los arsenales de muchos Estados miembros de la OTAN.
Tal vez haya una oportunidad más adelante para que Suiza se convierta en un “socio de oportunidades mejoradas” de la OTAN. La alianza introdujo esta categoría tras la Cumbre de Gales de 2014, profundizando en la cooperación con países socios no pertenecientes a la OTAN. Es probable que dos de los cinco socios de oportunidades mejoradas actuales, Finlandia y Suecia, se unan a la OTAN a finales de este año, dejando a Australia, Georgia y Jordania como los tres restantes.
Aunque el informe de defensa de Suiza puede recomendar algunos cambios históricos en las políticas de cooperación en defensa de la nación neutral, es importante moderar las expectativas. Las viejas costumbres no mueren, y la neutralidad suiza sigue viva. Por ejemplo, Ginebra sigue bloqueando la reexportación de municiones y vehículos blindados de fabricación suiza a Ucrania.
Suiza se encuentra atrapada entre su histórica neutralidad y la realidad del nuevo orden de seguridad introducido por la guerra de Rusia contra Ucrania. Los suizos saben que no se puede volver al statu quo anterior al 24 de febrero. Mientras que la invasión y la brutalidad de Rusia han provocado algunos cambios en la política, así como la consideración en curso de la ampliación de la cooperación en materia de defensa, otros, como los controles sobre las reexportaciones de defensa, permanecen firmemente en su lugar.
La guerra de Rusia ha reverberado en toda Europa, resonando incluso en los cantones de Suiza. A dónde conducen esas repercusiones sigue siendo una cuestión en desarrollo que Estados Unidos y sus aliados -así como Rusia- seguramente vigilarán de cerca.