BAGDAD (AP) – Las elecciones iraquíes del domingo se presentan con enormes desafíos: La economía de Irak ha sido golpeada por años de conflicto, la corrupción endémica y, más recientemente, la pandemia de coronavirus. Las instituciones estatales están fallando, la infraestructura del país se está desmoronando. Poderosos grupos paramilitares amenazan cada vez más la autoridad del Estado, y cientos de miles de personas siguen desplazadas por los años de guerra contra el grupo Estado Islámico.
Aunque pocos iraquíes esperan un cambio significativo en su vida cotidiana, las elecciones al parlamento marcarán la dirección de la política exterior de Irak en un momento clave en Oriente Medio, incluso cuando Irak está mediando entre sus rivales regionales Irán y Arabia Saudita.
“Las elecciones iraquíes serán observadas por toda la región para determinar cómo el futuro liderazgo del país influirá en el equilibrio de poder regional”, dijo Marsin Alshamary, investigador iraquí-estadounidense del Centro Belfer de la Harvard Kennedy School.
¿Cuáles son los principales aspectos a tener en cuenta?
Tabla de contenidos
Muchas primicias
Las elecciones se celebran de forma anticipada, en respuesta a las protestas masivas que estallaron en 2019. Es la primera vez que una votación tiene lugar por las demandas de los manifestantes iraquíes en las calles. La votación también tiene lugar bajo una nueva ley electoral que divide a Irak en circunscripciones más pequeñas -otra demanda de los jóvenes activistas- y permite más candidatos independientes.
Una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU adoptada a principios de este año autorizó un equipo ampliado para supervisar las elecciones. Habrá hasta 600 observadores internacionales, incluidos 150 de las Naciones Unidas.
Irak también está introduciendo por primera vez tarjetas biométricas para los votantes. Para evitar el abuso de las tarjetas electrónicas de los votantes, éstas se desactivarán durante 72 horas después de que cada persona vote, para evitar el doble voto.
Pero a pesar de todas estas medidas, persisten las denuncias de compra de votos, intimidación y manipulación.
Divisiones chiítas
Los grupos procedentes de las facciones chiítas de Irak dominan el panorama electoral, como ha sucedido desde el derrocamiento de Saddam, cuando la base de poder del país pasó de la minoría sunita a la mayoría chiíta.
Sin embargo, los grupos chiítas están divididos, especialmente por la influencia del vecino Irán, una potencia chiíta. Se espera una reñida carrera entre el bloque político del influyente clérigo chií Moqtada al-Sadr, el mayor ganador de las elecciones de 2018, y la Alianza Fatah, liderada por el líder paramilitar Hadi al-Ameri, que quedó en segundo lugar.
La Alianza Al Fatah está formada por partidos afiliados a las Fuerzas de Movilización Popular, un grupo paraguas de milicias chiíes, en su mayoría proiraníes, que cobró importancia durante la guerra contra el grupo extremista suní Estado Islámico. Incluye algunas de las facciones proiraníes más duras, como la milicia Asaib Ahl al-Haq. Al-Sadr, líder nacionalista y populista, también es cercano a Irán, pero rechaza públicamente su influencia política.
Kataib Hezbolá, una poderosa milicia chiíta con estrechos vínculos con Irán, presenta por primera vez candidatos.
Llamadas al boicot
Los activistas y los jóvenes iraquíes que participaron en las protestas que pedían un cambio se han dividido sobre la conveniencia de participar en la votación.
Las manifestaciones de 2019 fueron respondidas con fuerza mortal, con al menos 600 personas muertas en un periodo de pocos meses. Aunque las autoridades cedieron y convocaron las elecciones anticipadas, el número de muertos y la dura represión hicieron que muchos jóvenes activistas y manifestantes que participaron en las protestas llamaran posteriormente al boicot.
Una serie de secuestros y asesinatos selectivos, en los que murieron más de 35 personas, desanimó aún más a muchos a participar.
El gran ayatolá Ali al-Sistani, máximo clérigo chiíta de Irak y autoridad ampliamente respetada, ha pedido una gran participación, afirmando que el voto sigue siendo la mejor manera de que los iraquíes participen en la configuración del futuro de su país.
En las elecciones de 2018 se registró una baja participación sin precedentes, ya que solo el 44% de los votantes con derecho a voto acudieron a las urnas. Los resultados fueron ampliamente impugnados.
Se teme que esta vez la participación sea similar o incluso menor.
Mustafa al-Jabouri, un empleado del sector privado de 27 años, dice que no votará después de ver a sus amigos asesinados en las manifestaciones, “delante de mis ojos”.
“He participado en todas las elecciones desde que cumplí 18 años. Siempre decimos que el cambio llegará y que las cosas mejorarán. Lo que he visto es que las cosas siempre van de mal en peor”, dijo mientras se sentaba a fumar un narguile en una cafetería de Bagdad. “Ahora son las mismas caras de los mismos partidos las que pegan los carteles de la campaña”.
Implicaciones regionales
La votación de Irak se produce en medio de una oleada de actividad diplomática en la región, estimulada en parte por la retirada gradual de la administración Biden de Oriente Medio y las frías relaciones con su tradicional aliado, Arabia Saudita. El actual primer ministro, Mustafa al-Kadhimi, ha tratado de presentar a Irak como un mediador neutral en las crisis de la región. En los últimos meses, Bagdad ha acogido varias rondas de conversaciones directas entre sus rivales regionales, Arabia Saudita e Irán, en un intento de aliviar las tensiones.
Alshamary, el investigador, dijo que los Estados árabes estarán atentos para ver qué ganan las facciones pro-iraníes en la votación y, a la inversa, Irán mirará cómo les va a los políticos de tendencia occidental. “El resultado de estas elecciones repercutirá en las relaciones exteriores de la región durante los próximos años”, afirmó.
Según las leyes iraquíes, el ganador de la votación del domingo podrá elegir al próximo primer ministro del país, pero es poco probable que ninguna de las coaliciones que compiten entre sí pueda obtener una mayoría clara. Eso requerirá un largo proceso de negociaciones en la trastienda para elegir un primer ministro de consenso y acordar un nuevo gobierno de coalición.
Randa Slim, del Instituto de Oriente Medio, con sede en Washington, dijo que el papel de mediación regional de Irak es un logro de al-Kadhimi, resultado de su éxito en el equilibrio entre los intereses estadounidenses e iraníes en Irak.
“Si no es el próximo primer ministro, todas estas iniciativas podrían no mantenerse”, dijo Slim.