La solicitud de EE. UU. de compensación por el mantenimiento de F-35 no entregados a Turquía pone de relieve tensiones bilaterales.
Gestiones financieras y técnicas detrás del mantenimiento de los F-35
El diario turco Aydınlık reveló que Estados Unidos ha solicitado a Turquía una compensación de aproximadamente 30 millones de dólares por el mantenimiento de los cazas F-35, aeronaves que, pese a haber sido pagadas por Ankara, permanecen almacenadas en suelo estadounidense desde hace seis años. Esta demanda financiera, presentada por primera vez en 2022, subraya la complejidad de las relaciones de defensa y las obligaciones contractuales entre ambas naciones.
La controversia se intensificó cuando Turquía propuso utilizar fondos previamente asignados para los F-35 para financiar una parte de un nuevo pedido de material militar estadounidense valorado en 23.000 millones de dólares. Este pedido incluiría 40 cazas F-16 Block 70, 79 kits de mejora, 48 motores F110, y un arsenal de municiones. La exclusión de Turquía del programa del F-35, debido a la adquisición del sistema de defensa antiaérea ruso S-400, ha llevado a Ankara a buscar alternativas para reintegrarse en iniciativas de defensa lideradas por EE. UU., incluso contemplando el arbitraje como posible solución.
El acuerdo original del F-35, firmado en 2007, establece que cualquier disputa debe resolverse mediante diálogo directo, excluyendo la posibilidad de recurrir a tribunales nacionales o internacionales. Este detalle contractual complica el proceso de arbitraje, empujando a Turquía a optar por una estrategia de compensación vinculada al pedido de F-16, permitiendo así que los fondos destinados inicialmente a los F-35 se redirijan hacia esta nueva adquisición. A pesar de los esfuerzos de Turquía, Estados Unidos mantiene su posición de no adeudar compensación alguna.
Implicaciones del embargo estadounidense en la flota F-35 turca
La aspiración inicial de las Fuerzas Aéreas Turcas era incorporar un total de 100 unidades del caza F-35 Lightning II, con un pedido inicial de 30 unidades. La programación de entregas incluía 2 aviones en 2018, incrementando a 4 en 2019, y 8 anuales hasta 2022. Además, estaba previsto el desplazamiento de 34 pilotos turcos a Estados Unidos para recibir formación especializada en el manejo de estos avanzados cazas de quinta generación.
La situación dio un vuelco con la imposición de sanciones CAATSA por parte de EE. UU. contra Turquía, motivadas por la adquisición del sistema S-400. Estas sanciones llevaron a la expulsión formal de Turquía del programa F-35 en septiembre de 2021, truncando los planes de modernización de su flota aérea y resultando en una inversión no recuperada de 1.400 millones de dólares en el proyecto. La adquisición del S-400 fue el detonante de esta decisión, ante el temor de que pudiera comprometer la seguridad de la tecnología del F-35.
La exclusión de Turquía del programa F-35 no solo representa un revés significativo en sus ambiciones de defensa aérea sino que también subraya las tensiones en las relaciones turco-estadounidenses. La decisión de Estados Unidos de cancelar la participación de Turquía en uno de los programas de defensa más avanzados del mundo, refleja las complejas dinámicas geopolíticas que influyen en las alianzas militares contemporáneas.
Factores diplomáticos y geopolíticos que condujeron a la exclusión de Turquía del F-35
La decisión de excluir a Turquía del programa F-35 no fue repentina, sino el resultado de prolongadas negociaciones diplomáticas y desacuerdos entre Estados Unidos y Turquía. Las advertencias de EE. UU. sobre las consecuencias de adquirir el sistema de defensa S-400 ruso resaltan las preocupaciones sobre la seguridad de la información clasificada del F-35. El sistema S-400, al ser uno de los más avanzados globalmente, podría, teóricamente, comprometer la invisibilidad y las capacidades operativas del F-35 mediante su sofisticado radar.
La compra del S-400 por parte de Turquía también fue interpretada como un giro hacia una alianza más estrecha con Rusia, lo que suscitó temores de una alteración en el equilibrio de poder regional. Este movimiento exacerbó la inestabilidad geopolítica, llevando a EE. UU. a tomar medidas definitivas para preservar los intereses de la OTAN y la seguridad de sus tecnologías militares de vanguardia.
En el ámbito político interno de Estados Unidos, un consenso bipartidista en el Congreso respaldó la exclusión de Turquía del programa F-35, subrayando la necesidad de que Turquía enfrentara las repercusiones de su decisión de adquirir el S-400. La participación del senador Chris Van Hollen en las discusiones sobre la venta de F-16 a Turquía enfatiza la importancia de que Ankara cumpla con las condiciones impuestas por EE. UU. para evitar futuras sanciones.
Desafíos y expectativas en la adquisición de F-16 por Turquía
El anuncio del Departamento de Estado de EE. UU. sobre la venta de 40 cazas F-16 Block 70 a Turquía ha generado un intenso debate en el Senado estadounidense, con el senador Chris Van Hollen abordando temas delicados como las operaciones militares turcas y las relaciones geopolíticas en la región. Estas discusiones ponen de manifiesto la complejidad de la relación entre EE. UU. y Turquía, así como las implicaciones estratégicas de tales ventas de armamento.
Un informe del Servicio de Investigación del Congreso indica que Turquía podría esperar hasta tres años para recibir los nuevos F-16, debido a la capacidad de producción de Lockheed Martin y a la extensa lista de pedidos existentes. Este lapso de tiempo subraya los retos logísticos y estratégicos asociados a la modernización de la flota aérea turca y destaca la competitividad en el mercado internacional de cazas.
El informe también advierte sobre la posibilidad de que la venta se vea afectada si Turquía actúa contra los intereses de Estados Unidos durante el periodo de espera. Se insta a Turquía a evitar acciones que puedan socavar la cooperación militar con EE. UU., como operaciones terrestres en Siria, vuelos militares sobre el mar Egeo, lazos militares con Rusia, o acciones contra el partido político HDP. Esta condicionalidad resalta la importancia de alinear las políticas de defensa de Turquía con los intereses estratégicos de EE. UU. y sus aliados.