El F-20 Tigershark, una promesa no cumplida en el arsenal aéreo estadounidense, se retiró de la escena antes de materializar su potencial en producción masiva.
A pesar de su relegación al olvido, aquellos apasionados por la aeronáutica encontrarán una familiaridad innegable en su diseño, una evolución del conocido caza F-5 y el entrenador T-38. Este linaje de aeronaves de Northrop Grumman comparte una estética y funcionalidad distintivas, situando al F-20 como el epítome no realizado de la serie.
El F-20 Tigershark, en la teoría, habría sido el pináculo de su familia aérea, superando al F-5 con innovaciones notables en su diseño y capacidades. Sin embargo, es su conexión con las dinámicas políticas de exportación militar durante el declive de la Guerra Fría lo que más resuena en su historia.
Estrategias y desafíos en las exportaciones aéreas militares de la Guerra Fría
El nacimiento del F-20 se gestó en un contexto de ambición y restricción, marcado por la iniciativa “FX” del Departamento de Defensa, cuyo fin era el desarrollo y la exportación de cazas que rivalizaran con los de la Unión Soviética.
Este proyecto, sin embargo, estaba condicionado a no emplear tecnologías ya en uso en la flota aérea estadounidense, una medida preventiva contra el riesgo de transferencias tecnológicas a adversarios.
Esta era de restricciones en la exportación de armamento se intensificó bajo la administración de Jimmy Carter. En 1977, Carter impuso límites a la venta de equipamiento militar avanzado exclusivamente a aliados clave como los miembros de la OTAN, Australia y Japón, bajo el principio de que Estados Unidos no podía liderar la promoción de la paz global mientras dominaba el comercio armamentístico internacional.
La brecha dejada por Estados Unidos en el mercado de exportaciones rápidamente fue capitalizada por la Unión Soviética, que comenzó a ofertar aeronaves avanzadas a estados no alineados, poniendo en desventaja estratégica a los aliados de Occidente. Esta situación forzó a naciones amigas a buscar alternativas, entre ellas el Dassault Mirage 2000 francés.
Ante la presión por equilibrar la balanza de poder aéreo, el Departamento de Estado impulsó la búsqueda de una solución moderna que replicara el éxito exportador del F-5 de décadas anteriores.
La respuesta a este desafío llegó con el aval a la iniciativa FX, recibiendo propuestas como el F-16/79 de General Dynamics y el F-5G, posteriormente renombrado como F-20 Tigershark, marcando un nuevo capítulo en la estrategia de exportación militar estadounidense.
El declive del F-20 en la nueva era de las exportaciones militares
La llegada de Ronald Reagan a la presidencia en 1981 marcó un punto de inflexión para la política de exportación de armas de Estados Unidos, con un giro gradual pero decisivo respecto a las restricciones previas establecidas por Jimmy Carter.
Este cambio en la dinámica geopolítica reavivó la exportación de cazas estadounidenses de alta capacidad como el F-16, eclipsando así las oportunidades del F-20 Tigershark en el mercado internacional. Consecuentemente, el proyecto del F-20 fue descontinuado tras la construcción de tan solo tres prototipos, cerrando un capítulo en la historia de la aviación militar estadounidense.
Una de las distinciones más significativas entre el F-5E y el F-20 radicaba en la motorización; el F-20 fue equipado con un motor General Electric F404, originalmente desarrollado para el F/A-18 Hornet.
Este motor no solo proporcionaba un incremento del 60% en el empuje en comparación con los dos motores General Electric J85 del F-5E, sino que también elevaba la relación empuje-peso de 1,0 a 1,13.
Esta mejora sustancial permitió al F-20 alcanzar velocidades supersónicas de Mach 2 y una impresionante velocidad de ascenso de 52,800 pies por minuto, marcando un adelanto tecnológico significativo aunque finalmente no aprovechado en combate.