En el tablero geopolítico actual, Indonesia se encuentra en una encrucijada de compromisos de defensa que abarcan desde submarinos Scorpene y aviones Rafale hasta helicópteros Black Hawk y corbetas PPA. Dentro de este complejo entramado, el acuerdo para la adquisición de cazas Su-35 rusos ha quedado relegado a un segundo plano, aunque sin ser desestimado oficialmente.
El contrato para la compra de los Su-35 permanece activo, confirmado por la ausencia de una notificación oficial de Indonesia hacia Rusia que indique lo contrario. Esto sugiere que Indonesia conserva la opción de proceder con la adquisición sin restricciones temporales.
Complicaciones geopolíticas y sanciones estadounidenses
El principal escollo para avanzar con el trato Su-35 radica en la potencial activación de sanciones bajo la Ley de Contrarrestar a los Adversarios de América a través de Sanciones (CAATSA), una perspectiva que Indonesia prefiere evitar. La aplicación de sanciones por parte de EE. UU. podría perjudicar gravemente las relaciones internacionales de Indonesia, además de obstruir el flujo de comercio y suministro de equipos de defensa estadounidenses esenciales para la modernización de sus fuerzas armadas.
La preferencia de Indonesia por la tecnología de defensa occidental es notable, valorando su comprobada eficacia en combate, tecnología avanzada y fiabilidad a largo plazo. A pesar del alto costo inicial de adquisición, el análisis coste-beneficio favorece a los equipos occidentales considerando gastos de mantenimiento, repuestos y operaciones.
En contraste, los equipos de defensa rusos, si bien tentadores inicialmente por su menor costo, conllevan un mantenimiento y operación económicamente onerosos a largo plazo. Un ejemplo es el caza Su-30 indonesio, cuyos costos de vuelo y mantenimiento intensivos subrayan la disyuntiva económica frente a alternativas occidentales como el F-16, cuya modernización y mantenimiento presentan una relación costo-efectividad más favorable.
Esta situación ilustra el desafío de Indonesia en equilibrar sus necesidades de modernización militar con las complejidades geopolíticas y financieras que conllevan sus elecciones de adquisiciones de defensa.
Costes operativos del Su-35 frente al F-15
El caza Su-35, apodado afectuosamente como “Super Flanker”, incurre en un coste operativo por hora de vuelo de 30.000 dólares, superando al F-15 Eagle II, cuyo coste se sitúa en 24.000 dólares por hora.
A pesar de la impresionante cifra de 101 millones de dólares por unidad para el F-15 Eagle II, frente a los 69,4 millones de dólares del Su-35, la percepción pública en Indonesia favorece al avión ruso como una opción más económica frente a sus contrapartes occidentales. Esta percepción se debe, en parte, a la limitada flota global del Su-35, lo que resulta en costos de producción elevados para Rusia, especialmente en lo referente a las piezas de repuesto.
Contrastando con el Su-35, el F-16 disfruta de una producción masiva a nivel mundial, gracias a su extenso uso, lo que resulta en costos reducidos de piezas de repuesto. Incluso la versión más avanzada del F-16, el Viper, se presenta como competitiva en precio frente al Su-35, si no es que más asequible.
No obstante, Indonesia explora activamente opciones para eludir las potenciales sanciones bajo el CAATSA, buscando asegurar la adquisición del Su-35 sin interrupciones. Según un informe de la revista MWM, existe un marcado interés por parte de Indonesia en identificar vías alternativas que permitan la compra del Su-35, así como de otros avanzados cazas rusos, una vez superadas las barreras de CAATSA y tras negociar satisfactoriamente con Rusia.
Desde febrero de 2018, el interés de Indonesia en fortalecer su arsenal con 11 cazas Su-35 ha sido claro, implicando un desembolso de 1.100 millones de dólares. Aunque las entregas estaban previstas para finales de 2019, y se contemplaba la posibilidad de futuras adquisiciones, los desafíos actuales subrayan la complejidad de realizar tales inversiones en el contexto de restricciones geopolíticas y económicas.
El impacto de CAATSA en el panorama de defensa de Indonesia
La resonancia del acuerdo Su-35 se vio abruptamente silenciada por la influencia de la legislación estadounidense, específicamente la Ley de Contrarrestar a los Adversarios de América a través de Sanciones (CAATSA). Esta ley, que se erige sobre la preeminencia de Estados Unidos en el sistema financiero global, ha logrado disuadir y desmantelar acuerdos de armamento significativos al amenazar con represalias económicas a los estados compradores de armamento ruso.
La eficacia de CAATSA se evidenció inicialmente en septiembre de 2018 cuando China, tras adquirir sistemas de defensa aérea rusos Su-35 y S-400 por un valor de 4.000 millones de dólares en 2015, se convirtió en objetivo de estas nuevas tácticas de guerra económica.
El giro de Indonesia hacia el Oeste
En un movimiento decisivo, el Ministerio de Defensa de Indonesia canalizó 22.000 millones de dólares hacia la adquisición de avanzados aviones de combate occidentales, concretando dos significativos acuerdos en apenas 24 horas.
Un primer contrato por 8.100 millones de dólares aseguró 42 cazas ligeros Rafale de Francia, mientras que el acuerdo principal consistió en la compra de 36 cazas pesados F-15 Eagle de Estados Unidos por 13.900 millones de dólares.
Renovación y expansión de la flota aérea
Con 49 aviones de combate distribuidos en cuatro escuadrones, la Fuerza Aérea de Indonesia se prepara para una transformación radical. Los nuevos 78 aviones no solo reemplazarán la flota existente, sino que también propiciarán la formación de nuevos escuadrones, marcando una expansión significativa.
Se anticipa que los actuales 33 cazas ligeros F-16 y F-5 cederán su lugar a los Rafales, mientras que los 16 avanzados cazas rusos Su-27/30 serán reemplazados por los F-15, marcando un cambio estratégico en la composición aérea del país.
Esta inversión de 22.000 millones de dólares no solo subraya la envergadura de las recientes adquisiciones de Indonesia, sino que también refleja un incremento notable en el gasto de defensa, comparable con los principales importadores de armas como Arabia Saudí y Japón.