Durante los dos últimos años, Israel ha soportado crisis tras crisis y ha dado muestras de una admirable capacidad de recuperación. Esto, a pesar de los intelectuales que han dado por perdido al país, negándose a mirar el panorama general y centrándose en el detalle menor que les molestaba en cada momento.
Desde 2019, Israel ha tenido que lidiar con crisis médicas, económicas, de seguridad, diplomáticas y políticas.
Hasta hace poco, los esfuerzos para frenar la pandemia de coronavirus se vieron gravemente perjudicados por la falta de cooperación de los ultraortodoxos y los árabes; al ser un país orientado a la exportación, su economía se vio perjudicada porque los mercados mundiales siguieron reduciéndose; el reciente conflicto en la Franja de Gaza obligó a la mayoría de los israelíes a refugiarse, mientras los militares se esforzaban por evitar que Irán se afianzara en Siria y el oeste de Irak y las ciudades mixtas de Israel fueron testigos de disturbios de semanas de duración perpetrados por árabes israelíes.
En cuanto a la diplomacia, Jerusalén ha tenido que aceptar el hecho de que la administración Biden está decidida a volver a un acuerdo nuclear con Irán. Y por último, pero no menos importante, el sistema político lleva varios años en el limbo.
A cualquier democracia le costaría ver un futuro brillante en estas circunstancias, y mucho menos encontrar una solución a esta racha de crisis.
Para colmo, no parece que la situación vaya a mejorar pronto: La pandemia de coronavirus está lejos de haber terminado; se prevé que la crisis económica empeore en los próximos años; el conflicto de Gaza no tiene solución, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, está reforzando la postura de Teherán en la región y acercándola a convertirse en un Estado con umbral nuclear.
Para que el nuevo gobierno cree una evaluación estratégica adecuada, debe entender primero que cuando se trata de problemas estructurales, una solución temporal es también un logro encomiable.
Un medicamento es útil si mejora la calidad de vida de un anciano, aunque no le haga vivir para siempre; un tratamiento que da a una mujer paralizada la capacidad de caminar es un avance espectacular, aunque no la convierta en corredora olímpica.
Los problemas de seguridad de Israel, en una región tan violenta como Oriente Medio, son estructurales.
Hasta que se establezca la paz mundial, nuestro reto es evitar el engaño de la paz y el amor fraternal entre las naciones y centrarnos en garantizar que Israel siga siendo un país libre y próspero a pesar de su entorno amenazante, al tiempo que trabajamos en pequeños logros, modestos pero constantes, que atenúen de algún modo el impacto del conflicto.
En cuanto a Irán, la República Islámica solo dejará de ser una amenaza existencial para Israel y toda la región si el régimen y sus prácticas violentas son derrotados. Pero Jerusalén no tiene el poder para hacerlo y, por lo tanto, debe crear una alianza regional con los adversarios de Irán para contrarrestar su búsqueda de la hegemonía. Esto, como mínimo, frenará el desarrollo de sus capacidades nucleares y convencionales.
Aunque Israel no podrá conseguir que Biden cambie de opinión sobre el acuerdo nuclear, debería mantener conversaciones con la administración para reforzar la postura defensiva de Jerusalén y mantener su libertad de acción.
Israel ha conseguido salir de la pandemia con relativo éxito en comparación con otras democracias occidentales -a pesar de los problemas que surgieron con las comunidades árabes y ultraortodoxas-, presumiendo de una tasa de mortalidad mucho menor y de una recuperación económica relativamente rápida.
Y además, la sociedad israelí ha mostrado resistencia durante el reciente estallido con Hamás, Israel no se vio arrastrado a una guerra en el norte y en Judea y Samaria, y la coalición árabe-israelí en la región se ha fortalecido.
La democracia israelí ha sido capaz hasta ahora de hacer frente a las turbulencias políticas; nuestras instituciones sanitarias y financieras han conseguido frenar la pandemia mejor que nadie en el mundo; la opinión pública ha afrontado con éxito la violencia árabe desde dentro; el frente interno, las Fuerzas de Defensa de Israel y los Acuerdos de Abraham han sobrevivido también al conflicto de Gaza, y las relaciones de Israel con Estados Unidos se han mantenido sólidas a pesar de los desacuerdos sobre Irán. Y lo más importante: Se ha preservado la libertad de expresión, lo que ha permitido a los quejosos en serie dar por perdido nuestro país.