Desde 2018, el Pentágono ha estado advirtiendo que el nuevo bombardero furtivo de largo alcance H-20 de China podría introducir potencialmente amenazas que cambian el paradigma. En particular, se espera que el H-20 opere con un alcance de 8.5000 kilómetros, lo que pondría en peligro zonas de Estados Unidos que antes eran inalcanzables.
Aunque no se sabe mucho sobre el bombardero H-20, su configuración externa y su cuerpo de alas mixtas horizontales se asemejan a un bombardero estadounidense B-2 o B-21. En cuanto a su capacidad para competir con un B-2 o B-21, puede que simplemente haya demasiadas incógnitas. Sin embargo, hay algunas cosas que se me ocurren. El fuselaje del B-21, por ejemplo, parece tener pocos o casi ningún tubo de escape externo, lo que plantea la cuestión de si incorpora nuevas tecnologías de gestión térmica o de dispersión del calor. Un objetivo clave a la hora de diseñar los fuselajes de los bombarderos furtivos es conseguir que reflejen o se alineen con la temperatura de la atmósfera para que sean menos detectables por los sensores térmicos. Además, aunque muchos de los detalles del B-21 siguen siendo clasificados por razones de seguridad, los altos mandos de las Fuerzas Aéreas han dicho que la plataforma contiene una nueva generación de tecnologías furtivas y puede “mantener cualquier objetivo en peligro en el mundo en cualquier momento”.
Esto sugiere que las Fuerzas Aéreas confían en que el nuevo B-21 podrá tener éxito contra los sistemas de defensa aérea más avanzados. La capacidad de eludir tanto los radares de vigilancia como los de combate sería todo un logro, ya que las avanzadas defensas aéreas rusas, como el S-400 y el S-500, contienen una nueva generación de tecnologías. No sólo utilizan redes digitales para conectar los nodos de radar, dependen de un procesamiento informático más rápido y rastrean aeronaves en una esfera más amplia de frecuencias, sino que también pueden detectar aeronaves “furtivas”, al menos según Rusia. Puede que esto no esté probado por el momento, pero aún así ha inspirado a los desarrolladores de armas de Estados Unidos a buscar nuevos paradigmas para la tecnología de sigilo.
Además, la sofisticación de estas defensas aéreas avanzadas puede ser una de las razones por las que, al menos en lo que respecta a los cazas furtivos, los desarrolladores de armas de la Fuerza Aérea describen el sigilo como una mera “flecha en un carcaj” de métodos para evadir y destruir las defensas aéreas enemigas. Sin embargo, no hay pruebas disponibles que sugieran que el nuevo B-21 tendría alguna dificultad contra las defensas aéreas más avanzadas; es probable que los debates en este sentido persistan durante años. Aun así, los oficiales de la Fuerza Aérea dicen que el B-21 será prácticamente “indetectable”.
Por último, no está claro que el nuevo bombardero H-20 de China vaya a rivalizar del todo con el bombardero B-2 estadounidense. Aunque el B-2 puede considerarse una plataforma algo anticuada, los años de actualizaciones de la Fuerza Aérea han cambiado enormemente los parámetros de rendimiento del bombardero. El B-2 está ahora dotado de un sensor denominado Sistema de Gestión Defensiva, que está diseñado para encontrar las defensas aéreas enemigas, permitiendo a los pilotos volar alrededor de ellas. El B-2 también se está equipando con un procesador informático mucho más rápido y se está configurando para integrar nuevas plataformas de armas, incluida la bomba nuclear B-61 Mod12 mejorada. Por último, al igual que lo que se informa sobre el H-20, tanto el B-2 como el B-21 están diseñados para transportar y disparar misiles de crucero nucleares y convencionales de largo alcance, como el emergente Arma de Largo Alcance del Ejército del Aire.
En consecuencia, el actual bombardero B-2, que ahora se está diseñando para volar junto al bombardero B-21 hasta que se disponga de un número suficiente de B-21, no se parece en nada al avión que surgió inicialmente a finales de la década de 1980. En este sentido, tanto el B-21 como el B-2 están construidos con una “arquitectura abierta”, que pretende establecer un aparato técnico suficiente para mantener una capacidad de actualización perpetua.