Si hay una cosa que podemos sacar de 2021, es que el movimiento Black Lives Matter y todos sus hombres de la publicidad en los medios de comunicación están llenos de ella.
¿Qué es exactamente lo que han conseguido este año? Aparte de poner a dos personas posiblemente inocentes en prisión, el historial es notablemente pobre, teniendo en cuenta toda la destrucción que se necesitó para llegar hasta aquí.
El juicio de Kyle Rittenhouse, un caso que no tenía absolutamente nada que ver con la raza, a pesar de las afirmaciones de los medios de comunicación en sentido contrario, terminó con la absolución total del joven de 18 años acusado. Ahora es un héroe popular.
Las principales ciudades vuelven a financiar sus departamentos de policía tras el ridículo intento de apaciguar a los idiotas de BLM, que condujo al espantoso, pero lamentablemente predecible aumento de los delitos violentos en todo el país.
Las denuncias de Jussie Smollett por agresión a manos de partidarios de Trump son ahora reconocidas oficialmente por la ley como un fraude.
Kamala Harris, la primera vicepresidenta de acción afirmativa de Estados Unidos, es una completa vergüenza nacional.
Las reparaciones y las cuotas raciales no han llegado a ninguna parte, por lo demás.
Después de los 2.000 millones de dólares en daños a la propiedad, además de la interminable promoción de los medios de comunicación nacionales, uno pensaría que BLM podría tener más que mostrar por sus desenfrenados disturbios de varios años.
Sin duda, BLM encontró la victoria en la condena de Derek Chauvin, el ex agente de policía de Minneapolis que tuvo la mala suerte de ser llamado para enfrentarse a un drogadicto gigante y enfermizo que intentaba pagar los cigarrillos con billetes falsos. Ese puede haber sido el mayor logro del movimiento hasta la fecha, la intimidación de un jurado petrificado por el hecho de que una absolución del exagente Chauvin significaría sin duda más saqueos, vandalismo y violencia.
Chauvin fue solo uno de los cuatro policías que tuvieron la mala suerte de estar allí aquel fatídico día de 2020. Tras múltiples intentos de las fuerzas del orden por hacer que Floyd cooperara, en su propio vehículo, en la acera y, finalmente, en el coche patrulla, el histérico Floyd se obligó a tirarse al suelo. Se formó una turba y Chauvin y los demás agentes trataron de mantener el control tanto de Floyd, que medía 1,90 metros y pesaba 223 libras, como de la multitud hostil. Floyd y la multitud hostil.
Había un nivel letal de fentanilo en el sistema sanguíneo de Floyd en el momento de su muerte, según el médico forense que realizó su autopsia. El examinador dijo que si Floyd hubiera sido encontrado en el mismo estado, pero en su casa, habría concluido que murió de una sobredosis de drogas. Pero la gente de BLM ganó esta vez.
Y también ganaron la condena de Kim Potter, otro ex agente de policía de Minnesota que fue condenado por matar a Daunte Wright, un hombre con una hoja de antecedentes penales del tamaño de un recibo de CVS.
A principios de este año, Potter y otros dos policías detuvieron a Wright porque conducía con las placas de matrícula caducadas. También tenía una orden de arresto por no presentarse a citas judiciales anteriores relacionadas con la posesión ilegal de armas de fuego y la evasión de la detención.
También estaba el detalle de que Wright había sido acusado de atracar a una mujer a punta de pistola en un intento de robo, pero eso no viene al caso.
Al igual que Chauvin, parece que cumplirá un tiempo entre rejas. Otra victoria para BLM.
Nada de esto suena como un triunfo para BLM, y mucho menos para el país. Pero supongo que eso es algo que podemos tomar de 2021.
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Eddie Scarry es columnista de The Federalist y autor de “Privileged Victims: Cómo los fascistas culturales de Estados Unidos secuestraron el país y encumbraron a sus peores personas”.