Una pintura que muestra a Ana Frank con un keffiyeh generó fuertes reproches de autoridades alemanas e israelíes. Diversas voces sostienen que la obra rebasa el ámbito del arte legítimo y se adentra en la propaganda antisemita, al utilizar un símbolo del Holocausto en un contexto político contemporáneo.
La obra pertenece al artista italiano Costantino Ciervo y se expone en el museo privado Fluxus+ de Potsdam. Forma parte de la muestra “Commune – The Paradox of Imagination in the Middle East Conflict” y representa a Frank con un keffiyeh rojo y blanco mientras escribe con un lápiz sobre una aparente tableta moderna.
La Embajada de Israel en Alemania condenó la pieza y la definió como “un ejemplo paradigmático de una creciente tendencia artística”. Según la legación, la libertad creativa se emplea para normalizar la “distorsión histórica, el antisemitismo y, en última instancia, el terrorismo”. También acusó a Ciervo de retratar a judíos como “nazis modernos”.
La representación motivó una exigencia formal de retirada inmediata. Para la embajada, la obra cruza límites claros al invertir los papeles históricos y presentar una narrativa que equipara a Israel con el nazismo, lo que considera una ofensa directa a la memoria judía y a las víctimas del Holocausto.
Volker Beck, presidente de la Asociación de Amistad Germano-Israelí, manifestó inquietudes similares. Presentó una denuncia policial contra los comisarios de la exposición y afirmó que la pintura banaliza la persecución durante el Holocausto, al transformar a una víctima del nazismo en emblema de la causa palestina.
“Sugiere que Israel está haciendo a los palestinos lo que los nazis le hicieron a Ana Frank”, declaró Beck. “Aunque el artista esté protegido por la libertad de expresión, los comisarios tienen el deber de impedir ataques contra la dignidad y la memoria de las víctimas judías”.
Kai Diekmann, presidente de los Amigos de Yad Vashem en Berlín y exeditor de Bild, también repudió la obra. Aseguró que constituye “una clara distorsión del Holocausto y no es menos que una falsificación cínica de la historia”, al alterar hechos fundamentales del exterminio nazi.
“El Holocausto y sus víctimas no son plantillas para debates políticos”, señaló en un comunicado. “Cuando Ana Frank es representada como palestina y los israelíes son implícitamente etiquetados como los nuevos nazis, esto cruza de inmediato la línea de lo que la definición de trabajo de la IHRA describe como antisemita, especialmente cuando las políticas israelíes se equiparan a las de la Alemania nazi”.
El pintor Ciervo rechazó las acusaciones de antisemitismo. Sostuvo que la pintura expresa una crítica política a las políticas israelíes y no un ataque contra los judíos ni contra la memoria del Holocausto. “Esta obra trata sobre las acciones israelíes, no sobre el judaísmo”, afirmó en un video difundido en redes sociales.
En la misma intervención, añadió que “rechaza enérgicamente” las afirmaciones que califican la pieza como antisemita. Defendió su intención artística y negó cualquier propósito de ofender a las víctimas judías o de trivializar el asesinato masivo perpetrado por el régimen nazi.
El director del museo, Tamás Blaneschy, también respaldó la exposición. Declaró que “no hay lugar, ni lo habrá nunca, para el antisemitismo” en la institución. Pese a los llamamientos para retirarla, el museo confirmó que la obra permanecerá exhibida.
Ana Frank es conocida mundialmente como autora de uno de los testimonios personales más relevantes del Holocausto. Su diario narra la vida cotidiana, los temores y las esperanzas durante el ocultamiento de su familia en un ático de Ámsterdam entre 1942 y 1944.
Tras el arresto familiar, Ana Frank fue deportada a campos de concentración y murió en 1945 en Bergen-Belsen. Su diario, publicado en 1947, cautivó a lectores de todo el mundo y se tradujo a más de setenta idiomas, convirtiéndose en un símbolo universal de la memoria del Holocausto.