El trágico asesinato de nuestros queridos hermanos Hillel y Yagel Yaniv no es ninguna sorpresa. Huwara, la hostil ciudad palestina por la que cientos de coches israelíes deben pasar cada día en su ruta hacia Tel Aviv, Jerusalén y de vuelta a casa en Samaria, tenía la escritura en la pared, literalmente, en las paredes de las casas árabes del avispero.
La transitada autopista 60 pasa justo por el medio de esta enorme y bulliciosa ciudad. Recorre toda la cadena montañosa que separa Samaria de Judea y es la principal ruta norte-sur de la región. En hora punta se produce un enorme atasco que recorre kilómetros a la redonda. Miles de automóviles de judíos y árabes retumban por ella en cualquier momento, y se tarda pocos segundos en ver vehículos israelíes desde la seguridad de un callejón adyacente y lanzarse al asalto. Debido al denso tráfico, no hay forma de que los pasajeros salgan del vehículo o de que el conductor dé un volantazo para evitar a los asesinos. Según los informes, los terroristas han dado instrucciones a los árabes israelíes con matrícula israelí para que coloquen un keffiye en sus salpicaderos para evitar que les disparen.
Los terroristas no necesitan una excusa para matar, pero era de esperar que en los días posteriores a la operación de las FDI en Shjem (Nablús), en la que fueron eliminados 10 terroristas, los terroristas restantes intentaran vengarse. Es un fallo operativo que los horrendos asesinatos siguieran ocurriendo a pesar de ese conocimiento. El legislador local novato Tzvi Sukkot dijo que deberían haberse establecido controles y barricadas en Shjem y sus alrededores durante el momento crítico.
Tanto las FDI como las fuerzas de seguridad habrían metido hace tiempo el miedo a Dios en el corazón de los terroristas de Huwara y de quienes les ayudan si comprendiéramos cómo gobernar sin titubeos y generar una disuasión eficaz. Como los humanos no somos muy buenos en eso, una respuesta parcial (entre muchas otras) fue construir autopistas que rodearan las ciudades y pueblos en cuestión. Por lo tanto, desde un punto de vista logístico, este calendario le viene muy bien a Huwara. A pesar de que esta cuestión se conoce desde hace bastante tiempo, no ha sido hasta hace poco cuando se ha avanzado considerablemente en la construcción de una ruta que rodee Huwara por el este, y esto solo después de una prolongada lucha legal.
Tal vez se trate de discriminación presupuestaria, como ocurre con el resto de las deterioradas carreteras de Judea y Samaria, o tal vez se deba a que alguien (como el exministro de Transportes del Partido Laborista, Michaeli) no ve la utilidad de construir una carretera hacia unas remotas comunidades de montaña que piensan demoler de todos modos.
Realmente dudo que los árabes se dejen disuadir por las acciones de represalia exaltadas y sin ley que tuvieron lugar ayer en Huwara y que impedirán asaltos similares. Las restricciones legales impiden a los judíos hacer más para intimidar a sus vecinos de lo que ya hacen las fuerzas de seguridad. Sin embargo, estas representaciones negativas de la agresión judía, que se dirige tanto a terroristas como a transeúntes inocentes, también pueden mejorar la seguridad de otra manera.
Los responsables de la seguridad nacional pueden aceptar el asesinato de judíos a manos de árabes en Huwara, pero les cuesta mucho más aceptar la violencia de judíos contra árabes. Si eso ocurre, quizá den prioridad a visitar Huwara. Quizá se haga un esfuerzo más concentrado para evitar el próximo asesinato, si no por preocupación por la seguridad de los judíos frente a los terroristas, al menos por preocupación por la seguridad de los árabes frente a la ira de sus vecinos judíos.