Entre 12.000 y 15.000 soldados norcoreanos estarían siendo considerados para ser enviados a Ucrania en respaldo de la invasión rusa que continúa en desarrollo. Este despliegue ha captado gran atención en el escenario internacional en los últimos días, destacándose como una noticia clave.
A primera instancia, podría interpretarse que Rusia está aprovechándose del apoyo de sus aliados, pero desde el ángulo de Corea del Norte, esta movilización podría verse como un movimiento estratégico para favorecer sus propios intereses. Según algunas fuentes, el envío de un contingente significativo de tropas norcoreanas a Ucrania se alinea con uno de los principales objetivos de Pyongyang: avanzar en la modernización de su fuerza aérea.
Varios analistas han recurrido al término “carne de cañón” para describir la situación de los cazas norcoreanos en el contexto actual. Aunque Corea del Norte podría obtener ciertas ventajas de su involucramiento en la guerra, surge un interrogante crucial: ¿puede realmente el valor de unas pocas decenas de cazas Sukhoi Su-35 justificar el sacrificio de 12.000 soldados que lucharían por una causa ajena a la defensa de su propio país? Las implicaciones morales de tal operación son debatibles, pero resulta fundamental analizar las oportunidades potenciales para Pyongyang.
Corea del Norte cuenta con un diverso inventario de aviones de combate, que incluye tanto modelos de origen soviético como diseños propios. Entre los principales tipos de aeronaves en su arsenal destacan el MiG-15 y el MiG-21, ambos introducidos en la segunda mitad del siglo XX. El MiG-15, conocido por su maniobrabilidad y velocidad, fue entregado por la Unión Soviética a principios de la década de 1950, y alrededor de 400 unidades fueron fabricadas específicamente para el Ejército Popular de Corea.
El MiG-21, un caza más moderno capaz de alcanzar velocidades supersónicas, también fue suministrado por aliados soviéticos. Se calcula que Corea del Norte mantiene en operación entre 100 y 200 de estos aviones, utilizados a lo largo de las últimas décadas en sus fuerzas aéreas.
Corea del Norte desarrolla cazas propios mientras busca aviones chinos
Además de contar con cazas de origen soviético, Corea del Norte ha llevado a cabo el desarrollo de sus propios modelos, entre los cuales destaca el caza Choson, diseñado sobre la base del MiG-21. Existen también indicios de la creación de modelos más modernos, como el PAK-DA, que se presume han sido desarrollados a nivel local; sin embargo, la información específica sobre estas aeronaves es limitada.
A pesar de que su flota presenta un envejecimiento notable, estos aviones siguen siendo fundamentales en la estrategia de defensa de Corea del Norte, permitiéndole mantener una capacidad aérea operativa a pesar de las limitaciones tanto tecnológicas como de recursos.
Corea del Norte ha mostrado interés en diversos cazas chinos, tales como el Chengdu JF-7 y el PAK FA, así como en modelos más recientes, incluyendo el Chengdu J-10. Sin embargo, en tiempos recientes, el país ha enfrentado dificultades para obtener el Chengdu/PAC JF-17 Thunder, que es un avión desarrollado en cooperación entre China y Pakistán, así como el Chengdu J-10 Vigorous Dragon, que es de fabricación china exclusiva.
La adquisición de estas aeronaves podría representar una mejora significativa para el obsoleto inventario de MiG-15 y MiG-21 que posee Corea del Norte, al ofrecer mejores tecnologías y capacidades de combate. Sin embargo, las condiciones políticas y económicas en la región han impedido que se concreten acuerdos efectivos.
China, por su parte, ha optado por no vender aviones de combate a Corea del Norte, considerando el complejo entorno geopolítico y el posible aumento de las tensiones en la península de Corea. El régimen chino teme que un fortalecimiento militar de Corea del Norte pueda provocar reacciones adversas por parte de Estados Unidos y Corea del Sur, incrementando así las tensiones en la región.
Adicionalmente, China desea mantener su posición como fuerza estabilizadora en el área, por lo que se inclina a restringir el suministro de sistemas militares avanzados a Pyongyang para evitar resultados que puedan ser considerados indeseables.
Corea del Norte busca adquirir cazas Su-35 a Rusia para modernizar su flota
Ante la negativa de varios países, incluidos China y las naciones occidentales, a suministrar aviones de combate a Corea del Norte, Pyongyang podría considerar la opción de recurrir a Rusia para la posible adquisición de cazas Su-35. Este modelo multifuncional presenta ventajas significativas en comparación con los modelos obsoletos actualmente en operación en Corea del Norte.
Siendo uno de los pocos aliados que le quedan a Corea del Norte, la posibilidad de conseguir nuevos aviones de combate de Moscú parece ser un paso razonable para mejorar las capacidades aéreas del país. Desde septiembre, los pilotos norcoreanos han iniciado su entrenamiento en aviones de combate rusos, lo que resalta la asociación estratégica entre ambas naciones.
Este proceso de formación puede ser interpretado como parte de los esfuerzos de Pyongyang para elevar su preparación militar y obtener nuevas tecnologías que le permitan modernizar su fuerza aérea. Al mismo tiempo, esta colaboración brinda a Rusia la oportunidad de fortalecer sus lazos con Corea del Norte, además de demostrar su apoyo en medio de los actuales desafíos geopolíticos.
La posible compra de cazas Su-35 a Rusia podría resultar estratégicamente beneficiosa tanto para Pyongyang como para Moscú. Para Corea del Norte, la obtención de estos aviones representaría un progreso notable en su intento por modernizar su flota de cazas, mientras que para Rusia, el respaldo a Corea del Norte podría ser visto como una forma de consolidar su influencia en la región asiática.
Con el aumento de las relaciones comerciales y político-militares entre ambos países, la perspectiva de transferencia de tecnología y apoyo militar parece estar cada vez más al alcance. A medida que la guerra en Ucrania continúe desarrollándose, Corea del Norte podría considerar el posible despliegue de entre 12.000 y 15.000 soldados como un “quid pro quo” estratégico con Rusia, ofreciendo respaldo militar a cambio de activos militares significativos, incluidas varias docenas de cazas Su-35.
En este marco, Corea del Norte podría acceder a una aviación de combate moderna que sustituiría su obsoleto inventario, mientras que Rusia podría fortalecer sus filas con tropas adicionales sin comprometer en gran medida sus propios recursos.
Despliegue de tropas norcoreanas en Ucrania y compra de Su-35 a Rusia
Conocida por su táctica de enviar soldados a conflictos internacionales, Corea del Norte ahora contempla la posibilidad de enviar grandes contingentes militares a Ucrania, lo que representa una maniobra novedosa y arriesgada. Para el país, participar en este conflicto podría ser visto como una forma de mejorar su estatus en la política internacional y fortalecer sus lazos con Rusia, especialmente dado su actual aislamiento.
Por su parte, Rusia podría considerar el reclutamiento de soldados norcoreanos como una necesidad estratégica. Esta perspectiva se vuelve más crítica ante la necesidad de reforzar su ejército, dado los continuos contraataques ucranianos y las sanciones impuestas a Moscú por la comunidad internacional.
Sin embargo, el potencial acuerdo conlleva riesgos significativos. La falta de entrenamiento y experiencia de Corea del Norte podría limitar su eficacia en la guerra, y la posibilidad de sufrir bajas entre sus tropas podría causar descontento interno e inestabilidad política. Asimismo, el envío de soldados a Ucrania podría provocar reacciones adversas de la comunidad internacional, lo que podría provocar sanciones adicionales y un mayor aislamiento.
A pesar de estos peligros, la idea de adquirir cazas Su-35 a cambio de tropas puede parecer atractiva para Corea del Norte, que busca activamente recursos y tecnologías para modernizar sus capacidades militares. Este posible acuerdo entre Corea del Norte y Rusia, que implicaría utilizar a los soldados norcoreanos como “carne de cañón” a cambio de aviones de combate modernos, resalta las complejidades de la geopolítica global y cómo diversas naciones intentan maximizar sus beneficios en medio de crisis.
Aunque un acuerdo de esta naturaleza podría ofrecer ventajas estratégicas, también está lleno de riesgos e incertidumbres que podrían influir de manera decisiva en el futuro de las relaciones bilaterales y en la dinámica de los conflictos en la región.