En Teherán y otras ciudades, más mujeres dejan el velo tras la muerte de Mahsa Amini, desafían leyes, evidencian tensiones políticas y una vigilancia debilitada.
Cambio visible del uso del velo y control relajado en calles de Teherán
Al entrar en Teherán, las primeras señales surgen en destellos breves: un rostro en un coche veloz o una persona que intenta cruzar el tránsito caótico. En los barrios elevados del norte, a lo largo de la calle Vali-e Asr, se multiplican las mujeres con el cabello visible, en tonos castaños, rubios, negros o grises. La escena describe un cambio que se consolida y que antes parecía impensable en la República Islámica.
Cada vez más iraníes optan por ignorar la norma del hiyab obligatorio, un acto que hace pocos años resultaba inimaginable bajo la República Islámica. Los líderes chiíes y los políticos más conservadores impusieron durante décadas un control estricto sobre la vestimenta femenina y aplicaron castigos severos a quienes desafiaban la ley. La presión estatal moldeó la vida cotidiana y consolidó un régimen de vigilancia que hoy enfrenta un cuestionamiento social extendido en múltiples espacios urbanos.
La muerte de Mahsa Amini en 2022 y las manifestaciones que se propagaron por todo el país marcaron un punto de ruptura. Mujeres de distintas generaciones y tendencias expresaron una indignación inédita desde la Revolución Islámica de 1979 y unieron su voz contra la imposición estatal del velo. El gesto de retirarlo pasó a representar rechazo político y social, con un alcance que sorprendió a observadores y autoridades dentro y fuera de Teherán.
Holly Dagres, investigadora principal del Washington Institute for Near East Policy, recordó que en 1999 mostrar un mechón provocaba advertencias por temor a la policía moral, y señaló que hoy mujeres y niñas desafían el hiyab obligatorio. Según testimonios, las autoridades lucen abrumadas y temen reprimir por los apagones, la escasez de agua y una economía en ruina. El acceso externo resultó limitado, aunque un viaje reciente ofreció una mirada directa tras años de ausencia.
Datos clave sobre normas, lugares y actores mencionados
- Mahsa Amini murió en 2022; las protestas marcaron un punto de ruptura.
- Lugares: calle Vali-e Asr, Plaza Tajrish, bazar y santuario Imamzadeh Saleh.
- Instituciones y fuerzas: policía moral, Basij y Guardia Revolucionaria.
- Actores y fuentes: Holly Dagres, Masoud Pezeshkian, Alí Jamenei, Mohammad-Javad Javadi-Yeganeh y el Consejo Nacional Iraní-Americano.
Escenas cotidianas de mujeres sin velo en plazas, bazares y hoteles
En la Plaza Tajrish, junto a las montañas Alborz, un grupo de chicas se quitó el velo apenas salió del colegio. Cruzaron entre coches detenidos, rieron y sostuvieron carpetas con dibujos. En el bazar cercano, mujeres de distintas edades mostraron su cabello mientras pasaban frente al santuario Imamzadeh Saleh. La normalidad de esos gestos expresó el alcance social del desafío y expuso un ambiente urbano distinto al de visitas realizadas en 2018 y 2019.
Dos agentes conversaron sin atención en la calle mientras mujeres cruzaban sin problemas. En el Hotel Espinas Palace, huéspedes con la cabeza descubierta atravesaron pasillos adornados con carteles que decían “Por favor, respete el hiyab islámico”, sin que nadie las detuviera. La escena dejó la impresión de un control diluido en la vida diaria de la capital. Incluso la esposa de un diplomático extranjero asistió a una cena sin velo.
Una invitada iraní se cubrió de forma breve al hablar con el personal del hotel y dejó caer la tela sobre los hombros segundos después, sin temor ni reproche visible. En el norte liberal de Teherán, esa práctica se volvió habitual. Incluso en distritos del sur, más religiosos, una mujer sin cubrir avanzó con paso firme entre otras vestidas con chador negro tradicional que cubre todo el cuerpo. El hotel exhibía carteles sobre el hiyab.
Una mujer iraní que emigró recientemente a Canadá explicó, bajo condición de anonimato por miedo a represalias, que llevó hiyab toda su vida en la escuela, la universidad y los espacios públicos. Dijo que siempre intentó seguir las reglas, pero sintió una falta de confianza porque lo llevaba sin creer en ello. En Teherán, un edificio residencial mostró su parte superior destruida tras un ataque israelí, recordatorio de la guerra reciente y sus consecuencias.
Debate político, encuestas y temor social sobre la imposición del hiyab
Las facciones más duras de la teocracia exigieron reforzar las leyes del hiyab. El presidente Masoud Pezeshkian se opuso y, en septiembre, defendió ante NBC News que “los seres humanos tienen derecho a elegir”, con lo que buscó suavizar la aplicación de las normas religiosas. Ese contraste político evidenció disputas internas sobre la obligación del velo y expuso los límites prácticos de su cumplimiento en una sociedad que mostró cambios visibles tras 2022.
El líder supremo Alí Jamenei, de 86 años, evitó pronunciarse sobre el velo desde la guerra con Israel, conflicto que incluyó ataques estadounidenses a instalaciones de enriquecimiento nuclear. Los aumentos en el precio de la gasolina estatal permanecen congelados pese a la crisis económica. Ese contexto alimentó cautelas en la cúpula y sostuvo percepción de fragilidad política ante posibles detonantes sociales en el corto plazo. El temor a desatar nuevas protestas pesa en las decisiones oficiales.
Cualquier intento de modificar el subsidio del combustible o de reforzar las normas religiosas podría detonar otra ola de manifestaciones masivas, como las que en el pasado dejaron cientos de muertos y miles de arrestos. El asesor social de Pezeshkian, Mohammad-Javad Javadi-Yeganeh, admitió resultados de una encuesta estatal con señales de profundo malestar ciudadano, datos inéditos que contradicen la versión oficial de unidad tras la guerra con Israel. Pezeshkian evitó reconocerla de forma directa.
El sondeo reveló apatía electoral en los últimos comicios, síntoma de desconfianza extendida en la clase política y las instituciones del Estado. El Consejo Nacional Iraní-Americano señaló que años de dificultades económicas, inflación, volatilidad de divisas, desempleo y frustración ante desafíos medioambientales y sociales erosionaron drásticamente la confianza. Aun así, la población teme una nueva ola represiva y otra guerra con Israel. Una entrevistada en Canadá admitió que ese miedo permanece incluso al volante.