La eficacia de la vacuna en la prevención de la infección grave por COVID-19 entre los ancianos ha descendido al 50%, según nuevas cifras israelíes, pero algunos destacados expertos afirman que los datos no deben tomarse en serio.
Las vacunas de Pfizer-BioNTech contra el coronavirus asombraban a los israelíes con índices de eficacia altísimos hasta el surgimiento de la variante Delta. Pero, según los datos presentados recientemente en una reunión de alto nivel del Ministerio de Salud, la eficacia de la inmunización en la prevención de enfermedades graves es ahora del 80% para la población general y del 50% para los ancianos.
El Instituto Gertner, organismo nacional de investigación epidemiológica de Israel, llevó a cabo la investigación, y el Dr. Amit Huppert, de su unidad de bioestadística, declaró a The Times of Israel que los responsables políticos deberían prestar atención.
El gobierno “no debe dejarse llevar por el pánico, sino que debe tomar los datos en serio, ya que es una advertencia que no debe ser ignorada”, dijo. “La mayoría de nosotros no creía hace un mes que pudiéramos estar en esta situación”.
Añadió que los responsables políticos no prestaron suficiente atención a los datos sobre la variante Alpha, que surgió en Gran Bretaña y se propagó rápidamente en Israel a principios de 2021.
Pero mientras las cifras encienden la preocupación entre los israelíes, incluso el principal asesor experto del gobierno en coronavirus cuestionó su integridad. El enfoque adoptado podría dar lugar a un resultado “terriblemente sesgado”, argumentó el profesor Ran Balicer, presidente del panel nacional de expertos de Israel sobre COVID-19.
“Cualquier intento de deducir la eficacia de la vacuna contra las enfermedades graves a partir de tasas de enfermedad parcialmente dudosas entre los que sí o no se vacunan es muy, muy arriesgado”, sostuvo.
La doctora en enfermedades infecciosas Yael Paran declaró a The Times of Israel que no puede conciliar las cifras sobre enfermedades graves con la realidad mucho más halagüeña que ella ve.
“Lo que vemos en nuestro hospital y en todo el mundo no apoya esto”, dijo. “Creo que las cifras son exageradas”.
Huppert reconoció que las estadísticas tienen sus limitaciones. “Son estimaciones tempranas basadas en números pequeños, y hay todo tipo de sesgos en las cifras”, dijo. Pero insistió en que, a pesar de las advertencias, siguen siendo muy relevantes.
Pero Paran, médico jefe del Centro Médico Sourasky de Tel Aviv, argumentó que el problema con ellos es profundo, y que la definición de “enfermedad grave” se ha vuelto engañosa. Se utiliza para los pacientes cuya saturación de oxígeno desciende, lo que era un buen indicador antes de la vacunación, ya que señalaba un deterioro. Pero en el caso de los pacientes protegidos por la vacuna, suele ser un estado breve que no señala un deterioro significativo, dijo.
“Tomemos como ejemplo a un paciente que está ahora en mi hospital”, dijo. “Tiene más de 80 años y está clasificado como grave, pero solo porque tuvo un leve descenso de la saturación. Era algo que provocaría cualquier otra enfermedad, y que estamos tratando bien con esteroides, pero él está clasificado como caso grave”.
El Dr. Dvir Aran, experto en estadísticas sanitarias del Technion – Instituto Tecnológico de Israel, dijo que le preocupa que el Ministerio de Salud esté utilizando “una mala investigación” y permitiendo que se presente sin contexto.
“Los problemas no son con la vacuna, son con los datos”, dijo, tachando de “falsas” las conclusiones de los últimos datos y otras investigaciones sobre la eficacia de la vacuna para prevenir la infección.
El proceso de investigación “distorsiona los resultados para que la vacuna parezca menos eficaz de lo que es”, dijo a The Times of Israel.
Los datos del Ministerio de Salud publicados a principios de julio indican que la eficacia de la vacuna para prevenir la infección, que era superior al 90% antes de Delta, es ahora del 64%.
Estas cifras se calculan comparando las tasas de infección y enfermedad en personas vacunadas y no vacunadas, para medir la protección de las vacunas.
Sin embargo, Aran dijo que las personas que se niegan a vacunarse son, en un número desproporcionadamente alto, personas escépticas sobre la existencia o el peligro de COVID-19, desconfiadas de los servicios sanitarios y, en general, relativamente poco propensas a hacerse la prueba.
“Probablemente solo estamos encontrando, a través de las pruebas, una minoría de casos en los que las personas no vacunadas contraen el coronavirus, y como las estadísticas se basan en una comparación, esto hace que la eficacia para los vacunados parezca mucho menor”, dijo Aran.
En cuanto a los datos más recientes sobre enfermedades graves, Aran dijo que el número de personas que se tienen en cuenta en los cálculos es tan pequeño que los pequeños márgenes de error pueden causar un gran impacto en el resultado final. El proceso de investigación no favorece la obtención de conclusiones precisas, argumenta. El número total de enfermos graves en Israel es de 63. La parte de la población adulta que no está vacunada es pequeña, y para los mayores de 60 años, que generan la estadística más preocupante, es ínfima.
“El número de mayores de 60 años no vacunados es en realidad menor de lo que pensamos. Algunos de los que parecen no estar vacunados están en realidad muertos, ya que se puede tardar en registrar las muertes; otros están protegidos por la recuperación de la enfermedad”, comentó Aran.
Cree que las estadísticas que señalan falsamente el mal funcionamiento de las vacunas son perjudiciales, porque hacen que la gente sea más reacia a vacunarse.
“Esto perjudica el cumplimiento de las vacunas por parte de la gente”, dijo. “Si se le dice al público que las vacunas funcionan menos, se perjudica el entusiasmo por ellas”.