Opinión

EE.UU. negoció el final de su conflicto en Afganistán directamente con los talibanes mientras mantenía al margen al gobierno afgano.

Lo que hemos presenciado esta semana con los talibanes en Afganistán es un momento decisivo en la decadencia de Occidente.

Los sistemas de defensa aérea sirios dispararon a mansalva contra lo que, según informes extranjeros, fueron ataques aéreos israelíes el viernes.

Debe marcharse, aunque eso signifique que Kamala Harris, que se ha equivocado igualmente en Afganistán, tome el relevo.

La bala que alcanzó a Shmueli debería despertar al gobierno de Bennett. Apagar el fuego antes de que explote. De nuevo.

Al igual que Obama, Biden se pone de hecho del lado de los yihadistas. Los resultados son previsiblemente los mismos: el desastre.

Turquía está desesperada por encontrar una forma de trabajar con los talibanes y conseguir el control del aeropuerto de Kabul.

El régimen iraní parece estar a pocos meses de obtener armas nucleares, mientras que la administración Biden guarda absoluto silencio.

“Quiero entender la furia de los blancos, y yo soy blanco”, se quejó el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto.

Hasta la semana pasada, Biden se beneficiaba de que la cuestión de Afganistán no era un tema candente para nadie en Estados Unidos.