Aprendí una palabra nueva la semana pasada: “hiraeth”. Es demasiado bueno para guardarlo para mí. Aparentemente es de origen galés y la definición depende de dónde se mire. El sitio de Word Porn, de nombre burlón, describe “hiraeth” como un sustantivo, que significa: “la nostalgia, el anhelo, el dolor por los lugares perdidos de tu pasado”.
Mi primera oportunidad de usarlo, y no es tan fácil dejar caer “hiraeth” en una conversación, incluso si se puede averiguar cómo se pronuncia, llegó cuando un amigo israelí notó que nada parecía haber cambiado en el país después de una breve ausencia. Seguimos inmersos en el mismo atolladero político en torno a las interminables elecciones, el Primer Ministro sigue enfrentándose a los mismos problemas legales, los estridentemente laicos y los ultraortodoxos siguen estando en desacuerdo y los desafíos y las amenazas a la seguridad no han desaparecido. La única noticia era la lluvia, así que bienvenido a Israel.
Me hizo pensar brevemente en crecer en Inglaterra, donde el clima era un tema que siempre estaba en la agenda y la lluvia era cualquier cosa menos rara.
No tengo nostalgia de Inglaterra. Hace más de 40 años que no vivo allí. No es mi casa y me siento mal por lo que está pasando allí. No soy ingenua. No era perfecto cuando crecí allí y está lejos de ser idílico hoy en día.
Hace poco hice una breve entrevista radial para la cadena británica LBC sobre la situación posterior a la acusación de Netanyahu. Me di cuenta de que fue breve, porque Reino Unido está muy ocupada con sus propios problemas, particularmente antes de las elecciones del 12 de diciembre. El británico medio tiene otras cosas de qué preocuparse que el aprieto del primer ministro israelí.
La semana pasada se hizo evidente, no es la primera vez, que el Reino Unido, al igual que otros países, comparte algunos de los retos a los que tiene que enfrentarse Israel (aparte de la política sucia). El viernes 29 de noviembre, un terrorista afiliado a Al Qaeda mató a dos personas en un ataque con arma blanca en el Puente de Londres. Usman Khan, liberado después de cumplir la mitad de una condena de 16 años y que aún llevaba puesto un brazalete electrónico en el tobillo, mató a Jack Merritt, de 25 años, y a Saskia Jones, de 23, ambos graduados brillantes y dedicados de la Universidad de Cambridge que trabajaban en un programa de rehabilitación de prisioneros.
Los transeúntes se enfrentaron al terrorista y lograron derribarlo, “para neutralizarlo”, como dirían los israelíes, antes de que los agentes de policía le dispararan, neutralizándolo permanentemente.
Los oficiales de policía en el Londres de mi juventud rara vez estaban armados, a pesar de los atentados del IRA que siempre parecían aumentar cuando la gente estaba ocupada con las compras navideñas. Los valientes miembros del público que lucharon contra Khan usaron todo lo que tenían a mano, incluyendo un colmillo de narval. (El colmillo de ballena había estado en exhibición en la puerta del Fishmongers‘ Hall.) Me recordó las armas improvisadas que los israelíes han empleado durante los ataques del “lobo solitario”: una guitarra, una bandeja de pizza, palos y nunchakus (un arma de artes marciales que la mayoría de los israelíes conocieron por primera vez durante el incidente).
La británico-israelí Kay Wilson, que sobrevivió a un ataque terrorista en el que su amiga Kristine Luken fue hackeada hasta la muerte mientras caminaban cerca de Jerusalén en 2010, señaló con pesar en Facebook la forma en que los medios de comunicación cubren el terrorismo en ambos países: Los titulares en el Reino Unido la semana pasada proclamaron con orgullo “Valentía en el Puente” y “Los héroes del Puente de Londres”. Contrasta esto con un titular de la BBC 2015: “Palestino muerto a tiros después del ataque a Jerusalén mata a dos”.
En el modo “HIRAETH”, la Inglaterra que echo de menos no existía realmente. Un video reciente que se volvió viral mostraba a un padre judío en el tren tratando de distraer a sus hijos pequeños mientras un pasajero lanzaba insultos antisemitas a la familia durante 15 minutos. Finalmente, una improbable heroína intervino. Asma Shuweikh, portadora de Hijab, explicó en entrevistas posteriores que se sintió obligada a intervenir como madre y musulmana devota.
Poco antes de hacer aliá, viajaba con un grupo de amigos cuando los niños kipá fueron atacados por unos matones skinheads en una estación del metro de Londres. Mi recuerdo más fuerte es la forma en que la gente cercana no hizo nada para ayudar, ni siquiera llamar a la policía desde una distancia segura. Mi segundo recuerdo más fuerte fue estar asombrado al día siguiente cuando les conté a mis amigos de la escuela sobre nuestro calvario, y una niña (judía) sugirió que fue culpa de los niños porque, en su opinión, usar un kipá podría ser visto como una forma de buscar problemas.
El número de ataques antisemitas registrados en el Reino Unido ha aumentado este año. Según un informe del Fideicomiso de Seguridad de la Comunidad, hubo 892 incidentes entre enero y junio de 2019, un 10% más que en el mismo período de 2018. Los judíos están siendo atacados tanto por la extrema izquierda como por la extrema derecha. Y tristemente, hay jóvenes musulmanes o pro palestinos que no comparten los valores fundamentales de Shuweikh. (Veo una asociación natural en Europa entre los judíos y los musulmanes, que se enfrentan a amenazas comunes de la extrema derecha, así como a esfuerzos ultraliberales para impedir prácticas religiosas como la circuncisión, la matanza de carne kosher/halal y los entierros rápidos).
Las encuestas encargadas este año por el Consejo de liderazgo judío (JLC) mostraron que un 87% de los judíos británicos consideran que el líder laborista Jeremy Corbyn es antisemita y que un 47% de los judíos británicos “considerarían seriamente” la posibilidad de emigrar si Corbyn ganara las elecciones. Cientos de miembros laboristas de larga data la han abandonado, muchos de ellos después de que sus familias hayan votado por el partido durante generaciones. Incluso ha habido una huelga de políticos laboristas, judíos y no judíos, incluyendo a las parlamentarias judías Dame Louise Ellman y Luciana Berger.
En un cambio alentador, la comunidad judía ya no se queda callada. La filosofía tradicional británica que fue adoptada por la comunidad judía anglosajona, junto con el miedo de los judíos de la diáspora a sacudir el barco, está dando paso a una negativa a ser la víctima. Es triste que las cosas hayan ido tan mal, pero ha habido mítines, editoriales y noticias. Los judíos están hablando.
El ejemplo más prominente es el artículo de opinión del Gran Rabino Ephraim Mirvis que apareció en The Times. Mirvis claramente tenía a Corbyn en su mente cuando escribió que “el alma misma de nuestra nación está en juego” en las próximas elecciones generales y advirtió que “un nuevo veneno” se había apoderado del Partido Laborista “sancionado desde arriba”.
Me sorprendió no solo ver una declaración política pública emanada de la oficina del jefe de los rabinos, sino también porque el año pasado, cuando escuché a Mirvis hablar en Limmud, Reino Unido, minimizó la amenaza del antisemitismo. Lo comparó entonces con una página blanca con un punto negro: Lo que ves es el punto negro, aunque solo sea una pequeña mancha en la hoja de papel más grande.
Mirvis, como el resto de la comunidad, se ha visto obligado a abandonar su reticencia. La comunidad judía británica lanzó la campaña #EnoughIsEnough tras las revelaciones del apoyo de Corbyn al antisemitismo, al antisionismo e incluso a los terroristas que han matado israelíes y judíos. La imagen de él depositando una corona de flores en Túnez en las tumbas de los autores de la Masacre Olímpica de Munich, en la que 11 atletas israelíes fueron asesinados, es más que una pequeña mancha.
El 30 de noviembre, un vídeo de la campaña electoral laborista sobre las minorías defendió los derechos de más de 20 grupos diversos, incluidos “LGBT+”, “Viajeros”, “los que luchan por pagar el alquiler” y “[los que llevan] un hijab, un turbante, una cruz”, pero omitió a la comunidad judía de 263.000 miembros. Para Corbyn, los judíos del Reino Unido no existen o no los ve como poseedores de los derechos que otras minorías tienen de vivir libres de temor, en este caso, sin el espectro del antisemitismo.
La semana pasada, en una entrevista televisiva con Andrew Neil de la BBC, Corbyn fue incapaz de disculparse por el antisemitismo que ha marcado a su partido. Neil lo presionó al menos cuatro veces, pero no fue hasta esta semana que Corbyn en el programa de ITV This Morning se las arregló, bajo coacción, para decir la palabra “lo siento”.
Hay palabras para describir a Corbyn pero no puedo compartirlas en un periódico respetable. En cuanto a “hiraeth”, dudo que mis amigos y familiares sientan nostalgia de Jeremy Corbyn, solo náuseas. No es el Reino Unido de mi pasado, y por el bien de Reino Unido, no debería tener un lugar oficial en el país del futuro.