Gaza, la franja de tierra entre Egipto e Israel, es mucho más conocida que la ciudad de Abu Kamal en Siria. Sin embargo, pueden tener mucho en común. Abu Kamal era el último bastión del Estado Islámico en Siria. Su caída significó el final de la llamada más exitosa a la jihad en los tiempos modernos.
Gaza no es diferente. Uno puede participar para siempre en el argumento del huevo y la gallina sobre la causa del terrible sufrimiento en Gaza: ¿fue un bloqueo israelí (y parcialmente egipcio) injusto? ¿O es que el sufrimiento de Gaza es el resultado natural de que Hamás use la franja como plataforma de lanzamiento violenta para “la liberación del resto de Palestina”?
Uno podría haber pensado que después del 11 de septiembre el mundo tomaría en serio el fundamentalismo islámico y su creencia en el martirio. Los 19 islamistas que murieron ese día dejaron en claro que están más que dispuestos a morir para que los que consideran contrarios al camino de Alá sean asesinados. Desde entonces, el mundo ha sido testigo de operaciones de martirio en docenas de países: Irak, Siria, Pakistán, Francia, Estados Unidos, Israel, Egipto y Malasia, solo por nombrar algunos. Decenas de miles han sido asesinados y heridos. Al mismo tiempo que Gaza estaba en erupción, una familia musulmana en Indonesia se inmoló, matando a 12 feligreses.
“Se preparó, como un shahid (mártir)”, dijo el residente de Gaza Mohammed Morsi sobre su hijo Abdallah, de 14 años, que está en estado de coma luego de recibir un disparo en la cabeza de francotiradores israelíes mientras se aproximaba a la cerca fronteriza con Israel. “Es solo un niño, ya sabes… pensó que estaba siendo valiente”, agregó Mohammed, según lo informado por Mehul Srivastava en el Financial Times.
“Ahora nos dirigimos a Jerusalén con millones de mártires. Podemos morir, pero Palestina vivirá”, remarcó el jeque Marwan Abu Rass de Gaza, según informa The New York Times. “Sería un gran honor ser martirizado por [luchar contra] la ocupación”, dijo Khalil Nassar, un funcionario del gobierno de Hamás, frente a su hija de 12 años a la que llevó a las protestas en Gaza. Hay una cantidad infinita de citas que ensalzan el martirio tanto del liderazgo de Hamás como del Gazatí regular, el de a pie. Al igual que los perpetradores de los líderes del 11/9 o ISIS, los portavoces de Hamás no han ocultado su deseo de morir por la causa.
Las reacciones del mundo occidental e islámico son fascinantes.
Occidente sigue negándose a tomar la palabra de los habitantes de Gaza. Esto no es sorprendente, ya que Hamás juega en ambos sentidos. Cuando se mata a un shahid, Hamás juega la carta de “asesinato”. Cuanto más joven sea la víctima, mejor. Hamás siempre está indignado por el uso predecible de Israel de la fuerza letal. Pero, ¿cómo es lógico estar enojado y afligido (a menudo para las cámaras) al mismo tiempo que desea la muerte? Si uno está marchando orgullosamente con un cinturón de suicida, como lo hacen los terroristas de Hamás, ¿por qué llorar cuando mueren? El desgaste de esta contradicción parece haber caído en la cuenta de muchos residentes en Gaza. Recientemente, no es inusual escuchar palestinos culpando a Hamás y Fatah tanto como a Israel por sus problemas.
En el frente islámico, la tranquilidad de Ramallah, Jenin, Riyadh y El Cairo era contundente. Después de la masacre en Siria y la batalla contra ISIS, parece que la región se ha acostumbrado al derramamiento de sangre. Es posible que el mundo islámico ahora advierta la diferencia entre la violencia en la frontera de Gaza y las bombas de barril de gas cloro depositado en panaderías y hospitales en Siria. Por muy “crueles que sean los israelíes”, los talibanes del mundo islámico, el ISIS y los carniceros alineados con Assad pueden haber insensibilizado a toda una región al “comportamiento israelí”.
Aún más importante sería la comprensión del mundo islámico de que el extremismo es un callejón sin salida. Ha paralizado al Medio Oriente y sus jóvenes, que ahora constituyen alrededor del 65 por ciento de la población. Quieren un futuro más brillante. Esto es cierto en Ramallah y en varias otras ciudades de Cisjordania, donde existe una cultura tecnológica vibrante. Ciertamente es cierto para los árabes israelíes que asisten a las universidades israelíes en un número cada vez mayor. En el Technion, el MIT de Israel, los árabes representan más del 20 por ciento del alumnado. Los graduados están trabajando para Google e Intel al lado de los judíos israelíes.
El mundo islámico, desde Pakistán hasta Marruecos, está en una batalla épica, que enfrenta el fundamentalismo violento contra el progreso económico y social. Es una pelea que se desarrolla hasta el final. A partir de este momento, no hay un ganador claro. Pero la tendencia es realmente alentadora. Si se les da la oportunidad, la generación más joven rechazaría a sus gobernantes islamistas.
Es útil ver los acontecimientos recientes en Gaza desde esta perspectiva. Hamás es parte del eje del fanatismo. Cuando la jihad es su estrategia de gobierno, las personas mueren. A muchos les gusta decir que Gaza es el campo de prisioneros más grande del mundo. Otra forma de describirlo sería como el Jonestown del mundo islámico.