Hay que elogiar a las fuerzas de seguridad de Israel por haber capturado rápidamente a los terroristas sospechosos de asesinar a Yehudah Dimentman. Dimentman, de 25 años, casado y padre de un niño pequeño, fue abatido en una emboscada cuidadosamente planificada cerca de Homesh, en Samaria, el jueves por la noche. El sábado por la noche, el Shin Bet (Agencia de Seguridad de Israel), las FDI y la unidad especial antiterrorista de la Policía de Israel llevaron a cabo una operación en la aldea de Silat al-Harithiya, y detuvieron a cuatro personas sospechosas de estar implicadas en su asesinato.
Dimentman recibió un disparo en el cuello y dos personas resultaron heridas en la emboscada que tuvo lugar cuando los estudiantes de la yeshiva regresaban a Shavei Shomron de sus estudios en Homesh.
Últimamente se ha debatido mucho sobre si Israel está presenciando el inicio de una nueva ola de terrorismo. Esto se basa en el aumento del número de ataques graves que se han llevado a cabo en las últimas semanas, que incluye el asesinato de Eli Kay en la Ciudad Vieja de Jerusalén el mes pasado, el ataque con arma blanca a un israelí en Jaffa el mismo día, y varios otros ataques con arma blanca y embestidas de vehículos.
Se espera que la niña palestina de 14 años que apuñaló a una madre judía de cinco hijos en Jerusalén sea acusada esta semana, y el sábado por la noche una mujer palestina de 65 años fue detenida tras intentar apuñalar a un hombre judío cerca de la Cueva de los Patriarcas en Hebrón.
Más de 10 israelíes han resultado heridos en al menos siete atentados desde mediados de noviembre. Cientos de atentados se frustran antes de que puedan llevarse a cabo. El mes pasado, el Shin Bet anunció que había detenido a unos 50 miembros de una célula terrorista de Hamás que poseía una gran cantidad de armas y material para al menos cuatro cinturones suicidas.
El coordinador especial de la ONU para el proceso de paz en Oriente Medio, Tor Wennesland, emitió el viernes un comunicado en el que se mostraba “alarmado por la escalada de violencia en la Cisjordania ocupada, incluido Jerusalén Este, que se está cobrando la vida de israelíes y palestinos” y en el que hacía especial mención a los “ataques de represalia de los colonos israelíes contra los palestinos”.
Todas las víctimas mortales palestinas a las que se refiere Wennesland fueron los autores de los ataques, es decir, los terroristas. Los israelíes fueron las víctimas.
Su declaración forma parte de un fenómeno inquietante que consiste en restar importancia a los atentados terroristas contra los judíos o en vincularlos a un “ciclo de violencia”.
Los funcionarios israelíes, desde el presidente hacia abajo, han condenado la violencia de los judíos contra los palestinos, mientras que la Autoridad Palestina sigue fomentando un entorno en el que el martirio se considera el valor más elevado.
Cada atentado que tiene éxito fomenta más, tanto en forma de ataques copiados por los llamados lobos solitarios como por células terroristas organizadas. Cada atentado es un intento de asesinato. Los terroristas no se proponen herir a sus víctimas, sino matarlas.
Existe una desafortunada tendencia a desestimar los atentados terroristas que tienen lugar sobre la Línea Verde por tratarse de “asentamientos”. Relacionar a las víctimas en términos de ser colonos las deslegitima e incluso las deshumaniza. Las víctimas del reciente recrudecimiento de los atentados no fueron atacadas por ser “colonos”, sino por ser identificables como judíos. Para las organizaciones terroristas, todo Israel se considera un objetivo legítimo y todos los israelíes judíos son percibidos como “colonos”.
Lo que empieza en Judea y Samaria no termina allí. Los terroristas atacan donde les resulta más fácil. Si a los terroristas les resulta más fácil lanzar piedras y cócteles molotov contra los coches o abrir fuego en un ataque o emboscada en Judea y Samaria, entonces es allí donde lo harán con más frecuencia. Sin embargo, eso no significa que el resto del país no esté en peligro. De hecho, los ataques yihadistas en todo el mundo han demostrado que ningún lugar es seguro.
No hay justificación para el terrorismo, y punto. Ni la economía, ni los “asentamientos”, ni un proceso de paz o la falta de él.
Es moralmente repugnante culpar a las víctimas por el lugar donde viven, trabajan o viajan. Cuando se desestima un ataque porque es contra un “colono”, no es más que un pequeño paso en la proverbial pendiente resbaladiza. Más abajo están los ataques contra todos los israelíes y judíos en cualquier lugar, y en última instancia nadie de ninguna religión estará a salvo. El mundo tiene que tomarse esto en serio y apoyar a Israel en la batalla contra el terrorismo.